Desde chico me di cuenta de que el mundo estaba dividido en dos tipos de personas: con los que sus madres dejaban salir sin problema y los que, como yo, generaban un escándalo en casa ajena con solo mencionar su nombre. Nunca entendí bien qué era lo que me hacía tan especial para que las mamás de mis amigos me señalaran como una mala influencia, pero si algo me quedó claro es que había un patrón en sus negativas.