viernes, 14 de junio de 2013

A ver si nos entendemos...

Me vuelvo cada día más grande, más viejo y más gruñón... ¿será la edad o se deberá a mi falta de hormonas adolescentes?.
Lo cierto es que cada vez me aguanto menos cosas y a menos gente. Boludeces que hace un tiempo me sacaban al menos una sonrisa hoy me parecen pobres actuaciones de tipos mediocres (no dejaré mucho detalles de esto... pero uno seguramente UNO se dará por aludido...zI BOLUDO Ez DE VOz QUE EzTOY HABLANDOz).
Se vienen las fiestas (ya pasaron mejor dicho) y la gente pretende que uno esté PUM para arriba...¿por qué?, si soy un amargado, gordo re-mala onda...¿por qué debería estar feliz?... la crisis en el país sigue igual, los falsos amigos que aparecen solo para estas fechas también... las felicitaciones de gentes que a veces ni idea tengo quienes son pretenden arrancar en mi un dejo de ese ser  amable y cariñoso que otrora supe ser... lamento flaco, seguí participando... hay cosas que dejaron de conmoverme hace rato... un estado en el face me causa la misma emoción que escuchar online un partido de cricket... o sea.
Descubrir que tengo el doble o triple de amigos en el face de que lo que tengo realmente (una mano me alcanza para contar a mis amigos "verdaderos" entre los que estás vos...SABELO), es más, la mayoría de mis "verdaderos amigos" no tienen face... o están muertos.
En fin, cosas que pasan diría Larralde...
Gente que satura las líneas con sms o salutaciones justo el mismo día de las fiestas, gentes para las cuales no exististe el resto del año... los que me conocen saben que soy medio parco con el sms... si no valgo que gastes en mí una puta llamada al menos...bueno... me planteo quizá el nivel de amistad que tenemos... SORRY soy así, no puedo cambiarme aunque quisiera.

miércoles, 2 de enero de 2013

El egoísmo en el duelo humano...

La muerte, esa certeza que compartimos como seres vivos, no es solo un final biológico, sino una ruptura emocional. El humorista mexicano, Franco Escamilla, desde su humor mordaz y reflexivo, plantea que el dolor que sentimos ante la partida de alguien no proviene tanto de la muerte misma, sino de nuestra imposibilidad de volver a compartir su presencia. Su afirmación desnuda una verdad incómoda: nuestro dolor es profundamente egoísta.