En los días húmedos de este otoño vigente, cuando el aroma de los pastos mojados se cuela por la ventana abierta, mi corazón se llena de una dulce melancolía. Es como si en cada brisa encontrara el eco de una risa infantil, un eco que resuena en los rincones más profundos de mi alma. Aunque el tiempo ha pasado y los años se han llevado consigo muchas cosas, hay un vínculo etéreo que persiste, un lazo invisible que siento (o al menos quisiera creer) une nuestros corazones incluso en la distancia.