martes, 23 de abril de 2024

Para nadie...

 

En los días húmedos de este otoño vigente, cuando el aroma de los pastos mojados se cuela por la ventana abierta, mi corazón se llena de una dulce melancolía. Es como si en cada brisa encontrara el eco de una risa infantil, un eco que resuena en los rincones más profundos de mi alma. Aunque el tiempo ha pasado y los años se han llevado consigo muchas cosas, hay un vínculo etéreo que persiste, un lazo invisible que siento (o al menos quisiera creer) une nuestros corazones incluso en la distancia.

En las noches silenciosas, cuando las estrellas titilan en el cielo oscuro, mi mente viaja a tiempos pasados, a momentos compartidos que parecen vivir en un eterno presente. Recuerdo las pequeñas manos que solían aferrarse a las mías con tanta confianza y admiración, y siento la urgencia de proteger y cuidar, incluso desde la distancia que nos separa.

En los aniversarios y días festivos, cuando la mesa está adornada con manjares y la casa resuena con risas y conversaciones animadas, una silla vacía parece susurrar historias de tiempos pasados, de momentos que se desvanecen pero que aún laten con fuerza en el corazón. Es entonces cuando la ausencia se hace más palpable, cuando el deseo de compartir esos momentos especiales contigo se convierte en un anhelo imposible de ignorar.

A pesar de la distancia física que nos separa, me gustaría pensar que nuestro lazo es inquebrantable, que el amor que nos une trasciende cualquier barrera terrenal. Y así, en cada suspiro, en cada latido de mi corazón, encuentro la fuerza y la esperanza de que algún día, nuestros caminos se cruzarán de nuevo, y podremos abrazarnos con la misma intensidad que lo hacíamos en aquellos días en los que éramos inseparables.