Tengo una hermana mayor (y también un par de amigos) que son de esas personas que te ayudan a entender algunas cuestiones, o mejor dicho te muestran otro enfoque respecto a pensamientos o formas que uno tiene pre concebidas (aun no estoy seguro de estar expresando la idea en forma correcta), y es sumamente gratificante hablar con ellos.
Quiero compartir con ustedes algo que he estado reflexionando últimamente: el poder de nuestra percepción y la responsabilidad que tenemos sobre nuestras propias vidas.
Anoche, sin ir más lejos, me encontré casualmente charlando de esto mismo con un amigo, en una velada de tragos y horas varias.
Hoy, y corroborando una vez más de que nuestros teléfonos están atentos a todo lo expresado, me han ido apareciendo infinidad de reels y videos, acordes a lo hablado desde hace algunos días, con la nombrada, y el nombrado.
Me encuentro explorando un concepto fascinante que descubrí hoy y de casualidad, que en psicología que se le conoce como el "beneficio del síntoma", y creo que puede ser útil para todos nosotros comprenderlo y aplicarlo en nuestras vidas.
El beneficio del síntoma es ese fenómeno que ocurre cuando mantenemos comportamientos o situaciones que nos causan malestar, a pesar de tener la capacidad de cambiarlos. ¿Por qué hacemos esto? Bueno, resulta que, aunque estas conductas sean incómodas o dolorosas, a menudo nos proporcionan cierta gratificación o satisfacción que nos impide buscar activamente cambios significativos en nuestras vidas.
Lo interesante es que este malestar no siempre proviene directamente de la situación en sí misma, sino de la forma en que la percibimos y respondemos a ella. A veces, sin siquiera darnos cuenta, adoptamos una postura de víctima, donde nos sentimos impotentes ante las circunstancias y tendemos a culpar a factores externos, como otras personas o el entorno, por nuestro malestar.
La queja, por ejemplo, puede convertirse en una manifestación de esta postura de víctima. Nos coloca en una posición pasiva donde sentimos que no podemos hacer nada para cambiar la situación. Pero aquí está la revelación: esta postura de impotencia es autoimpuesta. Tenemos el poder de cambiar nuestra percepción y nuestra respuesta ante las circunstancias.
El mundo y las acciones de los demás no tienen el poder de hacernos sentir de cierta manera, a menos que se lo permitamos. En lugar de esperar que las cosas cambien o culpar a los demás por nuestro malestar, podemos elegir aceptar las cosas tal como son y asumir la responsabilidad de nuestra propia felicidad y bienestar.
Eso significa reconocer que, aunque ciertos comportamientos de otras personas puedan causarnos malestar, nosotros tenemos el control sobre cómo respondemos a ellos. Si alguien no está dispuesto a cambiar por sí mismo, es poco probable que lo haga por nosotros. Por lo tanto, en lugar de centrarnos en cambiar a los demás, es más constructivo enfocarnos en nuestro propio crecimiento personal y encontrar formas saludables de manejar las situaciones que enfrentamos.
En resumen, todo lo escrito nos recuerda que cada uno de nosotros tiene un poder increíble dentro de sí mismo. Podemos transformar nuestras vidas y crear el cambio que deseamos ver en el mundo, simplemente cambiando nuestra percepción y asumiendo la responsabilidad de nuestras propias acciones y emociones. ¡El poder está en nuestras manos!