miércoles, 24 de abril de 2024

Alunado mal...

 Me levanté alunado. Anoche fue una de esas noches en las que decidí dejar la ventana abierta, permitiendo que la luz de la luna inundara mi habitación. Parecía una idea encantadora en ese momento, la promesa de un sueño envuelto en la suave luz plateada del satélite. Sin embargo, al despertar esta mañana, me di cuenta de que esa decisión había tenido consecuencias inesperadas en mi estado de ánimo.



La noche había sido clara y serena, y la luz de la luna se filtraba a través de la ventana abierta, bañando mi habitación en un resplandor etéreo. En ese momento, me sentí como si estuviera conectado con algo más grande que yo, como si la luna estuviera tejiendo sus hilos de magia a mi alrededor. Pero ahora, a la luz del día, me doy cuenta de que esa conexión tenía un precio.

Mi humor esta mañana es sombrío, más oscuro que la sombra proyectada por la misma luna que me mantuvo despierto durante gran parte de la noche. Me siento irritable y de mal humor, como si una nube de negatividad se hubiera instalado en mi mente mientras dormía. La luz lunar, lejos de traerme paz y serenidad, parece haber alimentado mis preocupaciones y mis pensamientos negativos.

Quizás sea la falta de un sueño profundo lo que esté contribuyendo a mi estado de ánimo. Aunque la luz de la luna iluminaba mi habitación de manera hermosa, también (entiendo) impedía que mis ojos se sumergieran en la oscuridad necesaria para un sueño reparador. En lugar de descansar plácidamente, me encontré dando vueltas en la cama, incapaz de encontrar la calma necesaria para conciliar el sueño.

O tal vez sea la influencia mística de la luna lo que esté afectando mi estado de ánimo. Hay quienes creen que la luna tiene un poderoso efecto en nuestras emociones y comportamientos, que su luz puede agitar las aguas tranquilas de nuestra mente y despertar nuestras sombras internas. Si eso es cierto, entonces esta mañana estoy siendo arrastrado por las mareas de la luna, atrapado en un remolino de emociones turbulentas que amenazan con arrastrarme.

Sea cual sea la razón detrás de mi estado de ánimo alunado, una cosa es segura: hoy me levanté sintiéndome como si estuviera en guerra con el mundo. Cada pequeña molestia parece magnificarse, cada contratiempo parece un golpe directo a mi ya frágil estado de ánimo. Me siento como si estuviera luchando contra una corriente implacable, luchando por mantenerme a flote en un mar de negatividad.

Pero a pesar de todo, sé que esta sensación pasará. La luna seguirá su curso a través del cielo, llevando consigo su influencia misteriosa y caprichosa. Con el tiempo, su luz plateada se desvanecerá, dejando en su estela un nuevo día lleno de posibilidades. Y aunque ahora me sienta alunado y sombrío, sé que eventualmente encontraré mi camino de regreso a la luz.

Así que hoy me permitiré estar alunado, aceptaré mis emociones turbulentas y daré espacio a mi estado de ánimo sombrío. Porque sé que incluso en la oscuridad de la noche más oscura, siempre hay una luz que brilla, esperando ser encontrada una vez más.
La influencia de la luna se extiende más allá de mi mundo interior y comienza a teñir mis interacciones con los demás durante el día. Me doy cuenta de que mi estado de ánimo alunado no solo afecta mi percepción de las cosas, sino también cómo me relaciono con aquellos que me rodean. Pequeñas molestias que normalmente pasarían desapercibidas ahora parecen magnificarse, y mi paciencia se desgasta rápidamente ante cualquier inconveniente.

Durante una conversación con un colega en el trabajo, me encuentro respondiendo con brusquedad a sus preguntas inocentes. Mis palabras son afiladas como cuchillas, cargadas de una irritabilidad que no puedo controlar. Me siento culpable al ver la expresión sorprendida en su rostro, pero la sombra de la luna sigue pesando sobre mí, empujándome hacia un estado de ánimo cada vez más oscuro.

Intento encontrar calma y equilibrio en medio de este torbellino emocional. Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de alejar la tensión que se ha acumulado en mi cuerpo. Me repito a mí mismo que esta sensación pasará, que la luz de la luna eventualmente cederá paso a la luz del sol, trayendo consigo una renovada sensación de claridad y serenidad.

Pero encontrar esa calma no es fácil. La influencia de la luna es persistente, sus hilos de magia tejidos tan profundamente en mi ser que parecen imposibles de romper. Sin embargo, sé que debo seguir adelante, encontrar formas de contrarrestar esta influencia negativa y encontrar mi centro una vez más.

Esta misma tarde dedicare un tiempo a la meditación y la introspección, buscando dentro de mí mismo la fuerza y la paz que necesito desesperadamente. Me sumergiré en la quietud de mi propia mente, dejando que mis pensamientos fluyan y se disuelvan como las nubes en el cielo nocturno. Poco a poco, hasta lograr sentir que la tensión comienza a ceder, reemplazada por una sensación de calma renovada.

La verdadera paz no provendrá de tratar de resistir la influencia de la luna, sino de aceptarla y dejarla ir. La luna y sus ciclos serán una parte natural del mundo que me rodea, y luchar contra ellos solo me llevará a un mayor sufrimiento. En cambio, el verdadero poder reside en aprender a fluir con ellos, a aceptar la oscuridad junto con la luz y encontrar equilibrio en medio de ambos.

Mientras tanto, dejaré que el día fluya y trataré de tranquilizarme. Reconozco que hay momentos en los que simplemente debo confiar en el proceso y permitir que las cosas sigan su curso. Encuentro consuelo en el conocimiento de que, aunque la noche pueda traer desafíos, también trae consigo la promesa de un nuevo amanecer y la oportunidad de renovar mi espíritu una vez más.