lunes, 8 de abril de 2024

El Eterno Oficio Materno

 

En el bullicio cotidiano de la cafetería ubicada en mi lugar de trabajo, un singular espectáculo capturó mi atención y encendió la chispa de la reflexión. Era una escena que parecía sacada de una pintura costumbrista: una madre, con el fulgor de la ternura en sus ojos, se aproximaba a su hijo, ya en la cúspide de la adultez, pero con la mirada aún impregnada de la ingenuidad de la infancia.

Con un gesto familiar y cariñoso, la madre extendió su mano, portadora de una pequeña pastilla, hacia su hijo. Este, con una mezcla de gratitud y resignación, aceptó el ofrecimiento. Era un gesto tan común como extraordinario, un ritual que simbolizaba no solo la atención materna, sino también el vínculo eterno entre madre e hijo.

Observé cómo la madre, con la maestría adquirida a lo largo de los años, le ofreció ademas agua, asegurándose de que la pastilla se deslizara suavemente por la garganta de su hijo. Fue un acto aparentemente simple pero cargado de significado, una representación palpable del amor materno en su forma más pura y desinteresada.

En medio de aquel instante fugaz pero trascendental, mi mente comenzó a divagar, explorando las profundidades del rol materno. Me di cuenta de que ser madre va más allá de la biología o la crianza; es una vocación, un compromiso sagrado que trasciende los límites del tiempo y del espacio.

Las madres son como alquimistas, transformando el dolor en alegría, las lágrimas en sonrisas, con un toque mágico que solo ellas poseen. Son como malabaristas, equilibrando múltiples responsabilidades y desafíos con una gracia y una determinación que desafían toda lógica. Son como arquitectas, construyendo los cimientos sólidos sobre los cuales sus hijos pueden edificar sus propias vidas.

La escena ante mí, aparentemente mundana pero profundamente conmovedora, me recordó la incomparable grandeza de la maternidad. Es un viaje sin fin, una odisea de sacrificio y entrega que atraviesa todas las estaciones de la vida.

Y así, imbuido por la belleza y la majestuosidad de ese momento fugaz, regresé a la realidad con una nueva apreciación por el milagro de la maternidad. Porque puedo reconocer y honrar la dedicación inquebrantable que conlleva esta noble profesión.

... con una sonrisa en mi rostro y un nuevo aprecio por la maravilla de la maternidad, volví mi atención a mi propia vida.  

 

FELIZ DÍA DE LA MADRE!!!!   

(sea cuando sea que estén leyendo esto)