Hoy, en el trabajo, una señora bajó a desayunar con una sonrisa que le iluminaba toda la cara. Saludó a todo el mundo con una alegría contagiosa que casi se podía tocar. Una de mis colegas, viéndola pasar, me susurró: "Qué contenta baja". Y a mí, sin pensarlo, me salió una frase que siempre decía mi abuelo: "Soñó lindo".
Ese pequeño comentario se quedó rondándome la cabeza. Me hizo pensar en el poder que tiene un sueño, esa historia silenciosa que la mente nos cuenta mientras estamos desconectados del mundo. ¿Cómo es que algo tan intangible puede cambiar por completo la forma en que enfrentamos el día? Es como si una pequeña película de la noche anterior tuviera el poder de influir en nuestra realidad. Y me puse a pensar... ¿qué son realmente los sueños?
Los sueños son como películas que nuestra mente crea cada noche mientras dormimos. Son historias, a veces extrañas, a veces hermosas, que nos hacen sentir de todo: miedo, alegría, confusión.
Pero, ¿y si fueran más que simples historias? ¿Qué tal si esos viajes nocturnos son una forma en que nuestra mente nos habla en un lenguaje diferente? Mientras estamos despiertos, usamos palabras, lógica y razón. Pero en el mundo de los sueños, todo se vuelve simbólico. Un perro no es solo un perro, quizás es un símbolo de lealtad. Una casa no es solo un refugio, tal vez representa nuestra propia identidad.
Cada noche, al cerrar los ojos, nos convertimos en el guionista, el director y el protagonista de nuestra propia película. A veces la olvidamos al despertar, como si fuera una película que no nos gustó demasiado. Otras veces, un fragmento se queda con nosotros, una imagen, un sentimiento que nos hace pensar: "¿Qué quiso decirme eso?".
Tal vez los sueños son eso: cartas de nosotros mismos para nosotros mismos, escritas en un idioma secreto que solo podemos descifrar si nos atrevemos a escuchar. Son una invitación a explorar las partes de nuestra mente que no visitamos durante el día, esos rincones llenos de miedos, deseos y preguntas sin respuesta. Y, de alguna manera, soñar es una prueba de que nuestra mente nunca para de trabajar, incluso cuando nosotros sí lo hacemos.
Últimamente, esos mensajes de mi mente tienen un tema recurrente. Cada vez que me sumerjo en la oscuridad del sueño, me encuentro con el final de las cosas. No es algo sombrío o violento, sino una calma silenciosa. Veo la caída de la última hoja en un árbol, el punto final en una historia que he conocido toda mi vida. ¿Será que mi mente me está preparando para una despedida? Me pregunto si todos, en algún momento, recibimos una premonición onírica sobre el cierre de un ciclo, sobre el gran telón que algún día caerá.
Y es entonces cuando mi sueño se disuelve. Despierto con una sensación extraña: no es tristeza, sino una profunda curiosidad. ¿Qué hay más allá de ese último punto, de ese último acto? Quizás el sueño no es el final, sino una puerta a una nueva historia, una que nuestra mente, en su infinita sabiduría, ya está comenzando a escribir. Tal vez, después de todo, el sueño es solo el principio...