Como alguien que ha navegado durante años por los vastos océanos de las palabras, he aprendido a identificar sus corrientes más profundas y sus remolinos más cautivadores. Para mí, hay una forma de leer que va más allá de simplemente entender: es una inmersión en el texto que se convierte en una experiencia casi física, un placer tan primitivo y abrumador que roza lo inefable.
No me refiero solo al disfrute de una trama bien construida o de una prosa brillante, sino a algo que penetra más hondo: una resonancia que sacude la esencia misma del ser.