Cada vez que Mateo pasaba frente a esa gran casona abandonada allá en el barrio sur, de la mano de su madre o de algún mayor, se preguntaba quien viviría allí, la casona siempre estaba cerrada y solo una de sus celosías permanecía abierta. Una vez creyó ver una joven que lo observaba desde detrás del cristal...pero solo fue un reflejo.
El paso de los años y su crecimiento, lo indujo a pensar (y con buen tino) que en realidad la casa estaba abandonada, pero extrañamente parecía mantenerse impoluta al paso del tiempo.