domingo, 24 de julio de 2011

La Casona

Cada vez que Mateo pasaba frente a esa gran casona abandonada allá en el barrio sur, de la mano de su madre o de algún mayor, se preguntaba quien viviría allí, la casona siempre estaba cerrada y solo una de sus celosías permanecía abierta. Una vez creyó ver una joven que lo observaba desde detrás del cristal...pero solo fue un reflejo.

El paso de los años y su crecimiento, lo indujo a pensar (y con buen tino) que en realidad la casa estaba abandonada, pero extrañamente parecía mantenerse impoluta al paso del tiempo.

Ya entrado en la adolescencia en una de esas tardes en donde la corriente de las amistades es más fuerte que la lógica, que el miedo y que la razón misma, tuvo que ingresar a la misma en pago de una apuesta perdida. Alguien aseguraba que dentro de la casona habitaban fantasmagóricas figuras pero el estaba dispuesto a demostrar lo contrario.

Apenas traspuesta una desvencijada puerta que comunicaba con un pasillo que llevaba directamente a un gran patio, Mateo sintió una profunda paz interior, que no podía explicar… algo le decía que nada allí podía sucederle.

Caminó por el pasillo, casi pegado a la pared sintiendo el calor de los rayos del sol filtrándose entre las hojas secas de la parra y al llegar a un patio…simplemente se enamoró… rodeando un gran brocal del aljibe que alguna vez pudo estar plagado de otras flores o risas, una celestina se empeñaba en tratar de ocultar la ornamentación carrara.

Sus baldosones simétricos en blanco y negro, parecían haber estado descuidados solo un par de días… acumulando hojas y tierra.

Manteniasé en pié una glorieta en donde podía adivinarse un banco tallado.

Rodeando todo eso, solo dos escalones por encima, una gran galería cubierta con el alero del techo entejado dejaba a la vista ingresos antiquísimos, coloniales, puertas cubiertas con desvencijadas celosías. No se animó a ir más allá de esas puertas, su apuesta estaba paga.

Antes de irse, buscó en su bolsillo y sacó una moneda. Se acerco al viejo brocal y arrojando la moneda allí se prometió:

-Volveré…

Los años lo convirtieron en un destacado chef en la ciudad, asombraba su juventud y la habilidad destacada en la elaboración de complejos y variados platos.

Paseando por el barrio que fue el de su niñez pasada, vio un cartel en la vieja casona de una conocida inmobiliaria en la cuál se informaba respecto la venta del inmueble. Sintió como un resoplo en su corazón, que le decía que debía cumplimentar la promesa realizada años atrás.

Seguro de que el destino estaba destinado a hacer de esa casona un lugar único en la ciudad, buscó un par de socios en lo económico y adquirieron el lugar (no).

En los meses en que estuvo en refacciones tuvo la posibilidad de conocer la casa en su totalidad. El sótano, el altillo en donde funcionaría la administración de “CAMINO” su nuevo restó, las habitaciones construidas como antaño, interconectadas y con vistas hacia el gran patio con el aljibe y la glorieta, fueron transformadas todas (demolición de paredes mediante) en un gran salón, a la cocina enorme de la época solo hubieron que hacerle algunas simples modificaciones, mayoritariamente en la instalación de caños para el gas natural, etc.

Solo les pidió a los arquitectos mantener las estructuras de la glorieta, el aljibe, la pinotea de los pisos interiores y un hogar centenario ubicado en la pared de lo que a postres sería el salón principal. Seguramente los señores de la época habrán desgustado allí de largas y extensas charlas, brandyes, pipas, cigarros mientras organizaban los destinos provinciales, porque no...

El primer encuentro con el Poltergeist lo tuvo justo una semana antes de la inauguración, estando preparando algunas salsas en la soledad de la cocina sintió un “algo”. Era esa sensación de cuando alguien te está observando. Apagó la música que tenía encendida, y preguntó dos veces a viva voz quien estaba allí.

La falta de contestación en su demanda lo hicieron desconfiar y agarrar una cuchilla... caminó por todo el lugar con ella en mano revisando y requisando hasta el último rincón, incluso dentro de la misma chimenea del hogar.

Asegurándose que estaba completamente solo quiso retomar sus quehaceres, pero al regresar a la cocina encontró las cosas fuera de su lugar. Lejos de asustarse se dispuso a acomodar una por una aquellas “anomalías”.

Un golpe seco y fuerte retumbó en el silencio del lugar... cuando Mateo levantó la vista se encontró con la cuchilla clavada de punta sobre la tabla que utilizara para picar elementos... y aún se estaba balanceando...

Las reacciones se agolparon en su cerebro, todo era demasiado a la vez, ¿salir corriendo?, ¿gritar?, ¿llorar?, ¿rezar?...

Estiró su mano y paró el vaivén del metal, con cuidado pero firmemente lo retiró de la tabla... tomó un vaso con agua que tenía al lado y lo bebió...agarró nuevamente la cuchilla y dijo:

-Si me hubieras querido hacer daño yo ya te estaría acompañando... así que asumo que solo quieres asustarme... (un sudor frío le recorría la espalda), así que si no vas a matarme, ni tampoco a ayudarme...por favor...trata de no molestarme mientras trabajo...

...y cerró los ojos un instante mientras continuaba picando cebollas...

Los demás días transcurrieron “casi” con normalidad, de vez en cuando una ventana se abría o se azotaba sola y Mateo la “conversaba”...entre los nuevos empleados se llegó a pensar que el jefe...bueno...no tenía todas las cucharadas en el tarro...

La mañana de la inauguración, Mateo se encontraba en el altillo acomodando unos papeles y un brillo extraño, minúsculo, casi imperceptible sobre una de las paredes le llamó la atención. Al acercarse vio que el brillo era algo así como un clavito, que se resistió a tomar la pintura.

Lo Tomo con sus dedos con la intención de hacerle fuerza para sacarlo y grande fue su sorpresa cuando descubrió que lo que el consideraba en clavo no era nada más ni nada menos que el agarre de una puerta ciega de madera que había quedado sin el trabajo de los albañiles y que a su vez ocultaba un armario de dimensiones pequeñas, y en donde se encontró además de algunos papeles, un rosario, unas arañas... la fotografía de una joven, sentada al costado del aljibe del patio, con la mirada perdida en el horizonte y con un dejo de tristeza en su mirar...

Abruptamente, sin intervención física visible alguna, sin siquiera un soplo de viento...las puertas del altillo, la ventana y el mismo armario se golpearon y se volvieron a abrir...

¿Su fantasma tenía un rostro?...y así fue que lo inquirió:

-¿eres tú?...-obviamente nada ni nadie contestó a esa pregunta.

Aún quedaban muchas cosas por culminar antes de que el primer invitado llegase al establecimiento, pero Mateo se encontraba en otro mundo... se había propuesto averiguar más de esa joven.

Salió por la cuadra primero, luego por el barrio en sí, tratando de averiguar o encontrase con alguien que supiese de quien se trataba.

Nadie sabía nada de quienes habían sido los habitantes de la casona, mucho menos quien era la joven...todos coincidían en haber llegado al barrio y encontrarse ya con esa vieja casona abandonada.

A eso de las siete de la tarde, uno de sus socios lo llamaba por decimoctava vez, preguntándole cuando volvería por el restó, pues estaban próximos a llegar los invitados y él aún no había dado señales. El estaba en el bar Tokio, frente a plaza España, tratando de organizar sus ideas y pensando en el porqué esa fotografía lo había impactado en esa forma.

Ni siquiera creía en la existencia fantasmagórica en la casona, ya que él y tan solo él era el único al que le pasaban cosas, o escuchado otras...sus socios se le reían, sus empleados pensaban que el jefe estaba medio loco...y el se había acostumbrado tanto a que cada vez que algo le acontecía dentro del establecimiento le hablaba a un algo que ni siquiera suponía real... que a veces el mismo estaba pensando si no se estaba enloqueciendo.

Pagó el café y salió. Cruzó la avenida y fue a sentarse justo en frente. En la plaza, los gorriones alborotaban la caída del sol con sus piares, próximos a acomodar sus descansos en los gomeros amazónicos. Mateo tenía la fotografía de la joven en sus manos, la observaba mientras se fumaba un poco de tiempo.

-...de cuando yo era chico...

-¿Perdón?-Mateo jamás se había percatado que a su lado se encontraba de pie uno de esos sujetos a los cuales la vida les ha deparado un vivir de nómades citadinos, extravagantes en su andar, su decir, y su actuar...El viejo debería tener unos setenta años, piel curtida por el tiempo, greñoso, sucio, y lo hablaba.-disculpe señor pero no le entendí-adivinando quizá que lo no oído se trataba de alguna solicitud monetaria.

-Esa fotografía yo la vido cuando era chico...

El corazón le daba golpeteos que pensó que podía llegar a salírsele del pecho.

-¿cómo que ha visto esta fotografía?, ¿Dónde la ha visto?

El viejo se sentó a su lado a la vez que protestaba con un perro barcino que lo acompañaba.

-había un cartel en un negocio que había sobre calle ...pucha Che...ya no me acuerdo como se llamaba, pero es ahí por cerca de donde está horitas la municipalidá...yo nesa época andaba bolereando zapatos por donde es horita la piatonal, nese tiempo esa era una callecita angostita, y estaba un cartelito pegao en un virdio de ahicito...

Entusiasmado el joven pretendía seguir preguntando, pero a su vez cayó en la cuenta de que ese negocio no estaría más, y si está seguramente otros serían los dueños...

-aún suelo pasar a visitarla a doña Consuelo López... que de mes en cuando me da una ropa vieja.

-¿Quién es Consuelo?-consultó curioso el joven.

-¿Ña Consuelo?-extrañado el viejo- la dueña de la mercería esa...la del cartel...está ahicito nomás sobre esa la calle...Salta...mí acordé...ahicito sobre Salta, entre la de Mayo y la de Julio. Tiene más año que un terreno la vieja...

Los ojos de Mateo se llenaron de lágrimas. ¿Será posible?, ¿será posible encontrarse con alguien que conozca o aunque más no sea una leve reseña de la joven de la foto?

Miró la hora, siete y veinte, quizá aún no había cerrado. Se paró de un salto dispuesto a salir disparado hacia el negocio.

El viejo lo miró extrañado por la reacción:

-¿ya se va?- le dijo- ¿no tendría una monedita pa que me dea?

El joven sacó su billetera, un billete de cien y una tarjeta personal suya del restó.

-Tome esta plata, no sabe cuanto te agradezco el dato. El lunes mismo se me acerca a esta dirección de acá y le muestra esta tarjeta al que lo atienda, le dice que quiere hablar conmigo ¿si?

El viejo agradeció con una sonrisa casi infantil y Mateo subió a su auto para marchar raudamente hacia la mercería.

Al entrar pensaba que el tiempo se había detenido allí, había pasado una y mil veces por enfrente y jamás se había percatado que allí había un negocio. Mostradores de maderas lisos por el uso, telas y más telas se apilaban en los estantes, cierres, frascos con botones varios, alguna cinta métrica casi como al descuido sobre las mesas de recortes, se dirigió presto hacia la caja, en donde encumbrada detrás se encontraba una viejecita peticita y encorvada.

-Buenas joven... ¿en que puedo ayudarlo?

-Ando buscando a la Sra. López

-si dígame...soy yo...-dijo gentilmente la mujer.

-Mire... tal vez usted no lo recuerde, pero me dicen que hace unos años tuvo usted pegado un cartel en la vidriera con la fotografía de esta joven-dijo mientras mostraba la misma.

-La viejita se calzo los anteojos que tenía colgadas de su pecho por un cordón de plata y observó de cerca la fotografía...

-No joven- mientras se sacaba los anteojos- no e visto esta niña en toda mi vida, lo siento- y estiró su mano con la fotografía hacia Mateo.

Que injusticia de la vida le había puesto el vagabundo en su camino para llenarlo de esperanzas vanas.

-No...Disculpe usted, es que un señor en la Plaza me había dicho que usted podría saber algo- continuó esgrimiendo- lo siento mucho.

-No por favor- dijo la anciana- no hay problema. ¿Familiar suyo?

-No...Solo una historia que quiero conocer...

- ¿qué señor me dice que le dijo?-consulto la mujer.

-Un señor, un vagabundo...no sé cómo llamarlo, quizá decirle croto es demasiado grotesco-se excusaba.

-Ahhhh...seguramente es Don Emiliano, uno que anda como con una veintena de perros...viene muy de vez en cuando y una trata de ayudarlo. ¿Disculpe?-Inquirió la anciana-¿le Sra. López...o Consuelo?

-En realidad me dijo Consuelo-aclaró, no entendiendo la diferencia.

La vieja sonrió un momento...

-Ahí está el huevo y no lo pise- le dijo- yo soy López por parte de mi papá, y da la casualidad de que el finado mi esposo también era López, pero no éramos parientes-aclaró mientras reía- Don Emiliano se refiere a Consuelo López...mi madre.

Mateo renovaba de a bocanadas su esperanza de saberse con la verdad, pero se topaba con la realidad de la edad de la anciana interlocutora.

-¿quiere que le preguntemos?-sugirió la mujer-

El rostro de Mateo se desdibujó un instante, ¿sería posible que aún estuviera viva?, no se animaba a preguntar para no ser descortés, solo atinó a levantar las cejas al tiempo que la mujer le explicaba:

-Mi madre aún vive y está muy gauchita, solo que la edad le hizo perder los oídos ¿vio? Así que tendremos que hablarle fuerte, pero venga hombre-mientras levantaba la tapa que actuaba de divisor entre los mostradores y el salón- pase...pase, sin vergüenza.

Detrás del mostrador, sobreponiendo una de las estanterías, había un pasillo que comunicaba con una galería que llevaba a una casa antigua, allí se encontraba sentada una viejecita mucho más pequeñita y consumida que su antecesora...

-Noventa y un años-explicaba la hija- come que es una lija la vieja y tiene una memoria que madre mía... Mamá el señor te quiere mostrar una foto.

-AH?-digo la vieja tratando de colocarse una mano un el pabellón de la oreja mientras giraba en ese sentido para que so oído quedase próximo a las palabras-

-QUE TE QUIERE HACER UNAS PREGUNTAS EL SEÑORRRRR-gritaba su hija-

-¿Qué Doctor?-consultaba la anciana

A Mateo la situación en otro momento le hubiera resultado graciosa, pero estaba más ansioso por averiguar algo que realmente se estaba impacientando...

-Me tuvo de muy joven-seguía explicando la hija-acá como me ve setenta y cuatro tengo. ¿Que me dice?

El joven solo le limitaba a sonreír.

-EL SEÑOR TIENE UNA FOTO QUE DICE QUE ES UNA PARIENTA SUYA QUE VOS A LO MEJOR LA CONOCÉS- gritaba la hija-... muéstrele...muéstrele...

Extendió la mano con la fotografía y la madre la tomó entre sus encorvados dedos. La acercó lo más que pudo a su arrugado rostro.

-¿quién es che?

-ES DEL JOVEN ACÁ...ES UNA PARIENTE SUYA...

-no no-quiso explicar Mateo, pero un ademán de la mano de la hija lo hizo callar

-no... parienta mía no es-decía la anciana mientras seguía examinando la fotografía- Es parecida ¿sabes a quien? ...a la Mercedes, la hija del tío Augusto...pero no, la Mercedes tenía un lunar espantoso en la cara...

-NOOOOO- decía la más joven de las ancianas- TUYA NO ES PARIENTE...ES PARIENTE DEL SEÑOR

-¿de que doctor?...ahhhhhhhhhhh la niñera del doctor

-¿qué niñera?-consultó la hija.

-¿Qué doctor?-hizo lo mismo el joven.

-Si mal no me acuerdo-comenzó la anciana-esa chica era la niñera de los hijos del doctor Iriondo, uno de los Iriondo que fue gobernador...

-¿Y QUE PASÓ?-la interrumpió la hija

-...La encontraron muerta allá por el 37, y todos le echaron las culpas a las diferencias que habían por la política, en ese tiempo estaban Alvear y Mosca, otro de acá de Santa Fe, postulándose para la presidencia contra Ortiz y Castillo, pero las elecciones antes eran a dedo, era todo fraude, se mataban a los tiros, decían gano este perdiste vos y pum pum pum –mientras hacía ademanes con una de las manos- y ahí se arreglaba todo. A la chica esta la encontraron muerta en la casa del doctor Iriondo y todos decían que era por temas de la política. Como acá en la ciudad la cosa estaba espesa le sugirieron al doctor Iriondo que dejara todo en la nada para no avivar más el avispero...

Mateo no salía de su asombro en cuanto a la fluidez de pensamientos de la anciana.

-...pero al tiempo después los matones que se pensaban que la habían matado a la muchachita esta que no debería tener más de diecinueve o veinte años agarraron a uno y a fuerza de golpes le hicieron confesar la culpa y lo terminaron fusilando...ahí quedó todo.

-¿quiere tomar algo?-consultó la hija al joven-

-No gracias.

-Al tiempo, la familia de esta piba, que era de Calchaquí creo...no de Calchaquí no... de colonia Francesa...o Alejandra...de por ahí... anduvieron pegando unos afiches por toda la ciudad para ver si alguno le metía presión al entonces gobernador para que se investigue, pero...nunca se supo más nada...

Mateo no daba crédito a lo que oía...

-A los años-continuó la mujer- cayó un malandrín en un boliche de La Guardia, lo agarraron porque mató a uno...bueno, ese malandrín contó que estaba embarcado con uno que le había contado como había violado y matado una chica acá en Santa Fe, que era niñera de los hijos de un político, y contó como lo había hecho y todo.

El profundo silencio de los oyentes acompañaba a las explicaciones de la señora-

-dice que el malandrín contaba que había estado conchabado como fotógrafo y que le había tomado unas fotos a la pibita esta y a los chicos del doctor, y que apropósito se dejo olvidado uno de los aparatos esos con los que tomaban las fotos, antes no eran como ahora que hacen pim pum pan y ya está, un par de noches después, aprovechando que en la casa solo quedaban la chiquita ésta y los gurisitos del doctor, el malandrín este se llego a la casa y la chica inocente le abrió. Después parece que dicen que el tipo dijo que la golpeó y la amenazo con violar a los chiquitos que dormían en la otra habitación, la chica, según contaba el malandrín este, prácticamente se entregó a que la violara para que no le haga nada a los chicos...y puede creer que el muy maldito cuando la estaba violando, de bronca porque la chiquita no decía ni una sola palabra, no gritaba, nada para cuidar de que los chiquitos no se despierten y les suceda algo malo, agarró la cuchilla y la degolló...

Mateo a esta altura no podía disimular su pena, sus ojos estaban llorosos como si de una familiar directo se tratara.

-dicen que dicen, que cuando los demás marineros se enteraron de esto que el animal este, porque otra palabra no le cabe, había hecho, lo mataron y lo cortaron en pedazos, lo metieron en una bolsa y lo tiraron cerca de donde era el puerto del Colastiné. En un tiempo si mal no recuerdo, la gente hablaba de un embolsadito en esa zona...pero no sé muy bien.

-...fijesé-seguía la anciana- como es el ser humano ¿no?, una criatura que prefirió ser muerta con tal de que a los niños que tanto quería y cuidaba no les pasara nada...

Mateo rompió en llanto, no sabía por qué, no entendía como la locución de la dama podía calar tan profundo en su ser. La menor de las mujeres trató de consolarlo...

Al cabo de un rato, luego de agradecer una y mil veces y cuando ya estaba llendo con rumbo al salón, para tratar de salir del lugar, la anciana madre lo llama y le dice:

-Monica-

-¿qué?

-Monica se llamaba...no recuerdo el apellido, pero las pancartas decían, pidámosle al gobernador justicia para Mónica...

Monica... su fantasma tenía un rostro, el de la foto. Tenía una historia tristísima...y ahora además también, tenía un nombre.

Camino al restó, ya tarde noche, y luego de excusarse una y mil veces con sus socios apenas llegado se percató de lo tarde que se le había hecho. El personal estaba todos listos para empezar, sus socios de punta en blanco recibiendo a los exclusivos invitados que iban llegando en familia. La glorieta se había convertido en una especie de redil con juegos infantiles, en donde padres podrían dejar al cuidado de personal del lugar sus hijos y disfrutar de una placentera velada.

Apenas llegado se excusó diciendo que debería ir a bañarse y ponerse la ropa de trabajo, uno de sus socios le acercó una fotografía de él para ver si le parecía bien colocarla al otro día en la nota del diario que le habían hecho esa misma tarde...

-sí, sí, si-dijo, y subió al altillo en donde tenía un baño y su ropa.

Apenas arriba, sacó de entre sus cosas la fotografía de Monica, extrañamente recién se percataba que el caprichoso nombre de su local no era nada más ni nada menos que un anagrama del nombre de la fallecida mujer.

Abrió el oculto armario y guardó la fotografía de ella, y la suya propia, para continuar investigando luego todo lo posible.

Terminado de prepararse para la gran inauguración y presto a bajar escuchó un gran murmullo, que poco a poco se fue transformando en griterío.

A lo que daban sus piernas bajó corriendo los escalones que lo separaban del patio y entre gente corriendo, gritando humo y mucha confusión, alcanzo a tomar uno de los mozos del brazo mientras pasaba:

-Esteban... ¿que pasó?

El asustado muchacho solo alcanzo a decir:

-Se soltó un caño del gas de la cocina, todo agarró fuego...y salió corriendo hacia la calle.

Todo era confusión, gritos y llantos, seguro de que era el último en salir del lugar, giró sobre sus pasos y entre el humo y la confusión, alcanzó a divisar dos siluetas al lado de la glorieta, eran dos pequeños niños de no más de un metro de altura, llorando y paralizados por el miedo...sin dudarlo corrió raudo hacia ellos.

Cuando llegó, trató de calmarlos y los tomó de las cinturas y los levantó. Cuando giró la vista, el fuego había tomado toda la parte central del salón bloqueando la puerta principal. Tratando de que los niños no denoten su miedo caminó a paso lento hacia el aljibe, sin siquiera saber que iba a hacer, cuando de repente la vio. Estaba parada justo delante de él, le hizo una seña que le pedía silencio, se agachó tomó a los niños de la mano y les sonrió... estos calmaron sus llantos y devolvieron la sonrisa.

Caminaron los cuatro sin prisa, con calma hacia un costado del patio, ella lo miró directamente a los ojos y preguntó:

-¿recuerdas tu promesa?

-¿qué?-preguntó el muchacho sin entender nada.

-¿recuerdas tu promesa?

Extrañado Mateo por la pregunta trataba de adivinar en qué momento había prometido algo pero su mente nublada no lo dejaba concentrar, hasta que vio el aljibe y recordó su incursión diurna allá en su adolescencia...

-EL PASILLO...-exclamó y con la misma parsimoniocidad con que se dirigieron hacia esa pared, tomaron entre ambos a los niños de las manos y fueron en busca del pasillo.

Los arquitectos habían hecho tapialar la entrada, pero la suerte o el descuido, hizo que algún albañil dejase olvidada una masa allí. EL muchacho tomó la masa y comenzó a golpear la pared tratando de abrir un hueco para escapar de ese infierno de fuego. Monica se agacho y cantaba una dulce y tierna canción a los niños que asombrados escuchaban con detalle.

Primero fue un ladrillo, dos hasta que logró abrir un hueco suficientemente grande como para que pasen las criaturas, afuera el griterío de la gente se hacía oír. Con lo último que le quedaba de fuerzas, Mateo tomó los niños y de a uno los hizo pasar por el lugar que acababa de abrir.

Agarro la masa para tratar de seguir rompiendo la pared justo en el momento en que una pesada viga caída del techo lo alejaba de la mencionada salida.

Corrió el joven hacia el patio tratando de pensar en algo que lo ayudara, una vez en el centro se dio cuenta que la dantesca escena que veía no daba oportunidad alguna y se desesperó. Una mano lo tomó del hombro y lo hizo girar suavemente...

El joven volvió a sentir esa misma sensación percibida años atrás, cuando por primera vez piso ese patio, sintió que se enamoraba...

Ella lo miró nuevamente a los ojos, él la tomó de su mano y se sonrieron, caminaron así hasta el brocal del aljibe y se sentaron mirándose a los ojos. La casona ardía y se caía a pedazos, todos los sueños y las vivencias se esfumaban en tan solo unos minutos de llamas.

En el altillo la puerta del armario se abría de par en par...el calor sofocante de las llamas alcanzaba las fotografías que se retorcían una alrededor de la otra para quedar completamente fundidas en una sola...