La Cuartelera
1947, Villa Laura (Constituyentes) no era más que un triste caserío, creciendo a la vera de ese ramal ferroviario que unía el norte de Santa Fe con la capital homónima.
Contaba el viejo(1) "Pancho" Chelini que un día, de la nada, apareció rengueando en la puerta de la comisaría (en realidad un simple rancho que actuaba de destacamento). Nadie supo jamás de donde vino, si se bajó del tren chaqueño, de algún carguero que pasaba o si era escapada o perdida de alguno de los puestos cercanos.
Lo cierto que una ración de comida, unos trapos viejos, un tarro con agua... fueron más que suficientes para que no se fuera nunca más...
A medida que pasaban los días y la gente de los campos se iba arrimando al pueblo a hacer la provista, se les fue preguntando de a uno por el propietario de esa mansa perra que se estaba aquerenciando. Nadie la conocía.
...qué era parecida a una que tenía el colorao Gomitolo, allá por la media luna, que podía ser de los patitos Aressi de Aguiar, del Gringo Appel o que la habían visto de la estancia de Colombetti, lo cierto es que el tiempo pasó, el dueño no apareció y la perra se adueño del lugar, del lugar y de todos.
Una barcina (2) mediana, de carácter sumiso y afable, suave en el trato con la gurizada (signo inequívoco de que no era cimarrona(3)). Jamás traspuso los límites del umbral de la puerta, jamás intentó entrar por si sola si no era convidada al paso. ella tenía sus traperíos, bajo una caja de madera que le servía como cucha y que uno de los chicos Reynaudo le había echo.
A la tarde, al costado del destacamento, se improvisaba una cancha de football (como decía Don Diego López) y la gurizada daba rienda suelta después de hacer los deberes.
En ese tiempo el deporte del balompié era solo eso...un deporte, una sana forma de pasar la tarde. Nadie se imaginaba jugando en el exterior y los padres no descargaban sus deportivas en la carrera de sus hijos.
Y allí convergían una veintena de muchachitos del pueblo y de los campos cercanos. algunos llegaban de a pié, otros dejaban atados los petizos boyeros(4) en los palenques del de ramos generales (cartel que aún siguen recordando), proveduría OBLIGADA para quienes no contaban con los medios ni el tiempo de allegarse hasta Santa Fe, o hasta Paiva.
Se juntaban los Fontana, los Chelini, el Pollo Fachini, los chicos Aguiar, el Gringo Motura, Darío López y sus hermanos, los Acevedos, los hijos del viejo Amengual y tantos otros, hijos de peones designados a los campos que circundaban el lugar.
¿Y quien estaba allí como alentando detrás del arco?, la cuartelera (mote que le habían aplicado algunos días después de llegada), recibiendo el saludo y los mimos de toda la muchachada.
Cuentan que daba gusto verla corriendo entre los muchachos, robándoles la pelota de trapo que tenían, al finalizar el partido y estos se organizaban entre todos para seguirla por toda la cancha, o ladrando y festejando cuando los chicos se daban de correr a la charaboncita(5)que se le sabía escapar a la gringa Fachini.
La Amenguala (como cariñosamente le decían a la esposa de Evaristo Amengual otrora jefe de estación) se la quiso llevar una o dos veces, pero la perra terca se le volvía ni bien hacían un par de pasos fuera del destacamento. El director (director, maestro, portero, cocinero, curandero y juez de faltas) que enseñaba en la vieja casona del km 29 (aún en pié) también la había cargado en el sulky con intenciones de tenerla para sí, por su bondadosos con las criaturas, pero no le duró más que hasta la estancia de Furno que se le largó.
Inclusive el mismo viejo Chelini intentó llevarla hasta su casa un par de veces, pero la cuartelera lo acompañaba al tranco hasta que llegaba al rancho y ahí se pegaba la vuelta. Después se le hizo la costumbre de acompañarlo todos los días.
Allí en la "comisaría" tuvo dos camadas de cachorros, la primera (se supone) hijos de un perro de manto, de uno de los hijos de Don Motura, la segunda camada... no se sabe, pero salieron todos medios overo bayos(6).
Cuentan que una noche de tormenta y frío, le vienen a informar al viejo Pancho que en el bolicho de don López, había un "mamao" , un recién llegado para trabajar en la estancia de la Emita Furno.
El viejo se enfajinó de milico y se acercó hasta el bolicho, y acarreó al pendenciero a que "duerma la mona"(7) en el catre del calabozo, solo para evitar males mayores.
Apenas llegados al destacamento la cuartelera le ladró al desconocido, cosa que llamó poderosamente la atención de Don Chelini, pues no era de tener ese tipo de reacciones con extraños ni mucho menos, pero le atribulló el echo al estar adentro del rancho (la había dejado por la lluvia) y por tener la cachorrada de amamante.
El se tiró en el catre a descabezar un sueño reparador.
Don Pancho le dejó abierta la puerta del calabozo, pues no estaba en de nada, solo lo había convencido de irse a dormir allí hasta que amainara y para evitar cualquier posible conflicto con los demás parroquianos.
Encendió el de la lámpara y se dispuso a dar parte de la novedad en el libro de guardia.
Cuando sintió el gruñido levantó la vista y la tenía a la perra de frente, el pelo completamente erizado y mostrando en su totalidad la hilera de dientes.
-Qué te pasa pelotuda?????... alcanzó a gritar don Pancho a la vez que cuerpeaba el de la perra.
Calló al piso al perder el equilibrio de la silla y escucho el lastimero aullido del animal, la misma se había avalanzado sobre el traicionero personaje que había traído el viejo hacía tan solo un par de minutos que cuchilla en mano se dirigía hacia él por detrás, seguramente con fines non santos.
La perra alcanzó a morder la mano del cuchillero, posibilitando la reacción de don Pancho que alcanzó a reducirlo, engrillarlo(8) y pasarlo a calabozo, esta vez en condición de detenido.
Calmada la situación, ya con el preso asegurado, salió el viejo hacia el recinto, solo para dar cuenta de que la perra se encontraba tirada en un charco de sangre, después de haber recibido una mortal puñalada.
Intentó pararle la sangre con su propia camisa, pero era demasiado tarde. La sangre perdida era mucha, y las posibilidades de recuperación nulas. La perra movió una vez la cola y lo quedo viendo:
-Me salvaste la vida cuartelera... me salvaste la vida--- alcanzó a musitar el viejo antes de romper en llanto.
Una de las cachorras se acercó al inerte cuerpo de su madre muerta y se dispuso a tetear. La sangre manchó su pequeño cuerpito bayo.
En medio de la tormenta el viejo sacó una pala y cavó una improvisada tumba, ahí entre el brocal del pozo y la improvisada cancha de futbol.
Allí depositó el cuerpo de la perra, allí lo tapó, lloró y seguramente le dedico unos rezos. Días después, encima plantó un duraznero (que aún sigue en pié).
La cachorra ensangrentada bañada y bautizada con el mismo mote que su difunta madre "la cuartelera", los demás cachorros fueron dados todos (don Pancho se llevó uno a casa al que llamó "TIP"...pero esa es otra historia).
Así que generación tras generación, siempre hubo una perra en el destacamento que se llamó "la cuartelera", que todas han sido descendientes de aquella primera que ofrendó su vida para salvar la de aquél que la había cobijado.
Milicada que fué cayendo después con el paso de los años eran instruídos en dos cosas:
-las costumbres del pueblo, y la historia de la perra...
Hoy día los tiempos cambiaron, el destacamento es ahora más moderno, con tecnología y en donde tiene su asiento la Guardia Rural Los Pumas. Lamentablemente la historia de la perra y su descendencia se fué perdiendo y hoy día no existe una "Cuartelera" que siga la tradición que se tenía, que conoció mi abuelo, mi padre y yo mismo.
Cada vez que paso por la ruta veo el duraznero y agradezco a la que dió la vida... y también posibilitó que yo estuviera aquí hoy día, al salvarle la vida a la persona que en vida fué mi abuelo...
qué pedazo de fidelidad, la puta madre...
(1) Vale aclarar que cuando nombro al "Viejo" éste era en realidad en ese tiempo una joven persona con hijos chicos, uno en camino y mi madre aún ni en la imaginación de la pareja.
(2) pelaje blanco y pardo.
(3) perro en estado salvaje
(4) caballo de alzada baja utilizado para tareas de tambo, arreo de terneros, etc.
(5) pichona de ñandú
(6) pelaje blanco amarillento con manchas negras
(7) dormir hasta que se le pase la borrachera
(8) ponerle los grillos, esposarlo