sábado, 6 de octubre de 2018

UN MUERTO ENCIERRAS...


Buenas, hoy les dejo una canción "clásica" de Ismael Serrano.


"Un Muerto Encierras" se convierte en un espejo de la vida en pareja, un reflejo de la rutina entrelazada con mentiras, y un retrato del miedo que encadena a las almas en la soledad. La metáfora de los pájaros atados a nuestras muñecas, evocando las páginas de "El Principito", nos invita a soñar con la libertad, con volar hacia una realidad más vibrante y alcanzar la dicha. Sin embargo, a pesar de divisar horizontes prometedores, la parálisis que infunde el miedo a la soledad a menudo nos lleva a cortar los hilos que nos conectan con esos anhelos, y caemos irremediablemente en la monotonía de abrazos, citas y conflictos.

"Un Muerto Encierras" emerge como un ungüento para cicatrizar heridas, una sinfonía terapéutica que se eleva, especialmente en los ecos del desamor.

Hemos compartido el sueño del Principito, anhelando escapar de nuestra realidad al atar bandadas de pájaros a nuestras manos en busca de un nuevo comienzo. Pero cuando la mentira se convierte en un paisaje cotidiano y la aprehensión a la soledad nos inmoviliza, decidimos desgarrar los lazos que nos unen a esas visiones, y nos precipitamos ineludiblemente en la monotonía de abrazos, citas y conflictos. Aunque divisamos tierras lejanas, intuyendo que la verdadera vida espera, nos resguardamos una y otra vez, arrastrando cadenas de sueños mientras nos transformamos en fantasmas familiares, con una sonrisa de látex adherida con imperdible a nuestro rostro.

 En este mosaico de melancolía, nos insta a reflexionar sobre la realidad de nuestras ataduras, recordándonos que solo desatándonos de las cadenas que encierran nuestra autenticidad, podemos verdaderamente elevarnos hacia nuevos horizontes.

Solo por esta vez dime una verdad, que ya mentimos a diario.






Disco: Atrapados en azul Estreno: septiembre de 1995
Letra: Ismael Serrano y Daniel Serrano
Música: Ismael Serrano

Como tantas madrugadas encerrados en un coche,
en una calle sin luz, una calle sin nombre,
los dos frente a frente se miran despacio,
tras dedicarse al amor y su trabajo.
Secan su sudor, secan su sudor,
tal como han aprendido, no han olvidado.

Él piensa "ya nada es lo de antes,
la vida debe estar en otra parte",
donde no la divisa porque ella le ciega
con cárceles de oro, con amor sin tregua.
Ya nunca volverán, ya nunca volverán,
ya nunca volverán a hacer nada por vez primera.

Ataremos bandadas de gorriones a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí, a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.

Él le regala unas manos llenas de mentiras,
ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia.
Ayer eclipse de sol eran sus pupilas,
hoy son lagunas negras donde el mal se hacina.
Qué pena me da, qué pena me da,
qué pena me da, todo se termina.

Ella ya no ama sus vicios, le busca en los ojos,
pasa un ángel volando y se encuentra con otro.
Ayer sus dos brazos eran fuertes ramas
donde guarecerse, hoy son cuerdas que atan.
Qué pena me da, qué pena me da,
qué pena me da, todo se acaba.

Ataremos bandadas de gorriones a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí, a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.

Él decide por fin vomitar las ideas,
ella lo sabe y tranquilamente lo espera.
Sin calma planea su fuga este preso,
ella no lo mira, no aguanta su aliento.
Ya llegó el final, y van a encontrar
en su corazón arena de desierto.

Perdida la calma, se pone muy serio,
cunde el pánico y le invade un horrible miedo.
Su boca cobarde pronuncia: "Te quiero.
No te vayas nunca, no te vayas lejos".
Y ella echa a temblar, ella echa a temblar,
ella echa a temblar: "Yo también te quiero".

Ataremos bandadas de gorriones a nuestras muñecas,
huiremos lejos de aquí, a otro planeta.
Llévame donde no estés,
un muerto encierras.