...corrió la espadaña[i] que tenía frente a él, apenas con la punta de la yuxtapuesta[ii], y pudo ver entre cuarenta y cincuenta de los más diversos patos y otras aves.
Había visto asentarse un par de bandadas grandes hacía no más de diez minutos en el centro mismo del estero y las enseñanzas de caza de aquél que el mismo bautizara “su padrino,” lo habían dejado justo al lado y a tiro.
Un poco más de una hora y media que se encontraba caminando con el agua un poco más debajo de las rodillas, llegando, campeando, tratando de conseguir alguna oportunidad como esta, y al fin se le presentaba.
La brisa del sur se empezaba a poner un tanto más rápida, y la llovizna un poco más densa de lo que había sido hasta ahora. Esto, sumado a que tenía la mitad de sus piernas dentro del agua lo hacían sentir un frío que, si bien no era “intenso”, comenzaba a molestarle.
Amartilló primero el percutor del izquierdo, su choque estaba en la punta y le aseguraba un tiro mucho más abierto (por así decirlo), que el derecho que tenía dos choques y un tiro más cerrado.
Busco la última cabeza más alejada a él, una crestona gorda que le marcaba el final de la bandada. Aliñó el alza y el guion[iii] con ésta y recién ahí amartilló el segundo percutor.
Una nube díscola dejaba pasar apenas unos tenues rayos de sol entre el capote que se había formado, justo para iluminar el vuelo de una yunta de chajás[iv] no más de cinco metros por encima de su escondite improvisado.
Dentro del estero redondo todo era calmo, el viento solo alcanzaba a mover la punta de las totoras, muy por encima del tiro que tenía pensado hacer.
No más de dos metros suyos, y justo por delante, una franciscana[v] con una camada de no más de cuatro o cinco pichones, le pasaron nadando, inmersos en su afán de sustento y aprendizaje, y completamente ajenos a lo que estaba por ocurrir.
¿Cuán lejos había quedado aquél muchachito que apoyó por primera vez la culata de la Acier Fin en su hombro pensando que el retroceso era mucho más potente y a postres doloroso?
Y ahí estaba... mojado, frío, tratando de procurar un poco más alimento para él y aquél matrimonio de “hermanos” que lo habían integrado a su propio seno familiar.
Un tiro, un solo tiro, quizá dos, y aquella bandada desaparecería en un instante de su propia vista... no contaba con demasiadas posibilidades.
Respiró profundo, tratando de calmar sus propios latidos, exhalo lentamente, como si en ello se fuera su propia vida, y colocó su dedo en el gatillo...
En menos de un segundo su dedo había presionado los dos gatillos, para dejar una docena de animales tendidos y algunos cuántos más a las boqueadas, que se encargó de terminar en la mayor brevedad que le fue posible.
Dieciocho animales (ni más ni menos), que aún a más de tres décadas después sigue recordando.
Luego de superar la alegría lógica de quién hace una buena cacería, pateó y desprendió sendas camas[vi] de caraú[vii], las amontonó y se sentó sobre ellas a fin de mantenerse lejos del agua. Tomó el “RICHMON” y se armó un par de cigarrillos que disfrutó como quién festeja un triunfo deportivo.
Un pedazo de madera de cajón estaba flotando cerca suyo, sacó su cuchillo y talló en él, lo mejor que pudo:
- estuvo el INDIO- y lo ató con las mismas totoras en su improvisado escondrijo.
El frío, el agua, y su propio cansancio habían comenzado a pasarle factura, y se encontró acalambrado en el medio de aquél estero, pero lejos de amedrentarse, esto último le dio coraje, y al grito interno de:
- ¡DALE CAGÓN, LEVANTATE DE UNA PUTA VEZ!!!!-emprendió su retorno.
Tuvo que emitir un par de silbidos fuertes, ya que el inconfundible sonido de un 28 cercano le suponía un cazador por fuera del estero y sin saber que él se encontraba dentro, podía complicarse su propia salida del mismo.
Traspuestas las barreras de totoras y espadañas, el campo abierto e inundado, le suponía al menos un kilómetro más de agua por debajo de las rodillas hasta por fin poderse sacar las botas y vaciarlas para tratar así de aliviar su muslo derecho del calambre que lo tenía loco desde hacía un rato.
Tres veces estuvo tentado de apoyarse en la propia escopeta y utilizarla como bastón, pero esa falta de ortodoxia no se lo hubiese perdonado jamás.
A lo lejos divisó la figura del cazador que había adivinado desde dentro del estero, y éste se le hizo conocido de inmediato. Era Don López, el padre mismo de su propio padrino, y decidió acercársele, un poco para buscar apoyo humano en su cojera calambrica, pero en gran parte de necesidad de poder compartir con alguien la gran cacería que consideraba había hecho (y porque no, lograr un poco de envidia).
Chocó la punta de su bota contra un algo más duro que el propio pasto inundado y el inconfundible “tocto” de choques de cabezas, le decía que ese espacio de campo estaba plagado de sábalos[viii] que aprovechando el desborde del arroyo, se paseaban de lo más campantes por allí.
Buscó en su cinto un par de cartuchos del 9 y los colocó, espero a ver los cuatro arriba (*[ix]), apuntó casi media cuarta por delante y...
Cinco tiros más tarde, cinco piezas de hermosos sábalos que no hacían más que enorgullecer su propia cacería, pero acrecentar su calambre, cargaban de su cinturón.
Casi en la misma “T”[x] pudo al fin sacar el agua de sus botas, y esto le supuso un momentáneo alivio. Se sentó encima de un tacurú, volvió a armar un cigarro, y mientras disfrutaba un poco de tabaco y tiempo de descanso, y mientras la garúa se comenzaba a poner cada vez más densa y los rayos del sol (aunque encapotado por las nubes) se adivinaban en franca retirad, viendo encender a lo lejos las luces de la ciudad, giró la vista hacia las cargadas pateritas y se dijo para sí mismo:
-hoy el niño...se convirtió en cazador carajo!!!!- y sonrió satisfecho.
[i] https://es.wikipedia.org/wiki/Typha
[ii] https://es.wikipedia.org/wiki/Escopeta_de_dos_ca%C3%B1ones
[iii] https://weekend.perfil.com/noticias/tiro/miras-camino-a-la-precision.phtml
[iv] https://es.wikipedia.org/wiki/Chauna_torquata
[v] https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2008/07/11/aires/AIRES-06.html
[vi] https://www.ecured.cu/Cara%C3%BA
[viii] https://es.wikipedia.org/wiki/Prochilodus_lineatus
[ix] Una forma que el mismo tenía de identificar la aleta dorsal de los mismos, cuando ésta asoma por encima del agua en bañados o lugares inundados.
[x] Un canal de derivación que se unía al zanjón grande...