viernes, 3 de septiembre de 2021

Aquello que no se dice...

Nuestro idioma español es tan rico, es tan extenso nuestro vocabulario, que es sin dudas uno de los idiomas más difíciles de aprender (según los expertos lingüistas, y no meras palabras de este humilde redactor).

Utilizamos muchas veces diferentes términos para referirnos a lo mismo o, por el contrario, la misma palabra para nombrar cosas completamente diferentes. La palabra COMO es un excelente ejemplo que se me ocurre ahora:

Como, (indicativo presente) de la acción y efecto de “comer”, (adverbio interrogativo) ¿cómo voy a saberlo?, (adverbio exclamativo) ¡Cómo llueve!, (adverbio relativo) Me encanta como ríes, (adverbio desusado) tan pronto como llegamos, nos sentamos, (locución conjuntiva) Como quiera Ud., Y algunos etc. más, que escapan a mi memoria y mi conocimiento...

Otro de los términos es la palabra asumir (Del latín assūm), que puede ser expresa y/o tomada como:

1 atraer a sí, o tomar para sí.

2 tomar o aceptar una responsabilidad o un cargo.

3 adoptar, tomar o adquirir cierta forma o rol

4 aceptar algo como cierto, tomar por verdadero, dar por sentado.

 

Datos que pueden cotejar en la RAE o meramente en Google (por si no lo recuerdan)

 

Pero con el cuál trataré (y para no perder el hilo de lo que quiero expresar), es quizá el más utilizado de ellos aun sin ser el más nombrado acaso; ASUMIR: aceptar algo como cierto, tomar por verdadero, dar por sentado. (aviso de spoiler: a partir de acá, abusaré del término tratado)

Y es que (a criterio personal obviamente) cuando asumimos algo, no estamos ni mas ni menos que proyectando (GRACIAS D.) en el otro, o los otros, nuestros propios deseos, o nuestras propias intenciones, ya que tenemos los humanos cierta tendencia a no ver el mundo como es, sino como somos nosotros.

Y las generales nos indican que cuando asumimos, y la persona, el hecho, o el entorno, no se comporta como esperamos o queremos, nos frustra, nos agobia, nos agota, nos deprime y/o nos enoja.

Y (siempre siguiendo una línea de pensamiento PERSONAL de mi parte, claro está), este enojo/encono y la no forma de expresarlo y/o tratarlo nos conlleva a continuar en el mismo orden de pensamiento, sigo asumiendo de que la otra persona va a actuar o razonar en el mismo orden, forma y/o estado, y muchas veces no es así.

Asumimos que el otro interpretará lo que nos sucede AUN sin habérselo dicho...

Por lo tanto, no puedo responsabilizar al otro, por lo que es, hace, piensa, tiene o siente, si no lo indico en forma franca y directa.

Debo de ser consciente que mis emociones dependen de mí y de lo que pienso. Sobre las situaciones y sobre lo que hacen los demás, no puedo manejarlo.

No todo el mundo tiene la capacidad de percibir, interpretar, adivinar los pensamientos no propios. Estimo que debe de ser un don que no mucha gente posee.

Es por ello que no podré quejarme si el conductor de atrás me choca cuando yo frene sin ponerle balizas, aun cuando vengo desacelerando desde una cuadra atrás, y tantos e incontables ejemplos más, que me llevarían mucho tiempo poder enumerar (cada uno que aporte su propio ejemplo mental).

Algo muy parecido a esto quise describir allá por enero 2021:

https://kadaricosas.blogspot.com/2021/01/cambiatodo-cambia.html

“...entonces, ¿por qué esperar que la otra persona actué, hable, o haga las cosas que nosotros pretendemos, en el momento que pretendemos, o cómo lo pretendemos? (y no… no es error de abuso del término… tiene una razón que vos mismo deberás interpretar) ...”

 

Aceptar de que no podemos hacer que los demás piensen y/o actúen como a nosotros nos gustaría, pero, sin embargo, podemos hablarlo, comunicárselo, para que así al menos nos puedan entender o interpretar de mejor manera. Dejemos de asumir...

Yo asumo, tu asumes, nosotros...nos enfadamos.