miércoles, 2 de marzo de 2022

¿Normal... lo qué?

(un poco de pseudo filosofía de sobre mesa)

 

En una reciente charla con un amigo, surgió la inquietud sobre lo que se puede considerar "normal" en el ámbito de las relaciones. En concreto, nos preguntamos si es posible llevar una relación de pareja duradera sin discusiones.

A primera vista, la lógica nos dice que todo vínculo, sea de pareja, amistad o cualquier otro, inevitablemente experimentará el roce de los desacuerdos. La discordia parece ser un elemento inherente a la convivencia, pero ¿es realmente normal? Para mí, la verdadera normalidad radica en el bienestar. Una relación sana, cimentada en el respeto y la confianza, debería ser un espacio de armonía. En este sentido, la discusión, la pelea o el malentendido son, en realidad, las anomalías.

Resulta curioso observar cómo el tono de voz elevado se alza como el signo de una argumentación fallida. Quien alza la voz no suele tener la razón, sino que, por el contrario, está perdiendo el control al carecer de fundamentos sólidos. Es una debilidad, no una fortaleza, de la cual siempre trato de mantenerme alejado.

Por supuesto, esto no significa que una pareja deba pensar de manera idéntica. Existe un viejo aforismo que advierte: "cuando dos cabezas piensan lo mismo, es porque evidentemente hay una de ella que es la que está pensando y la otra es la que está acatando. Ya sea para bien, o para mal.". La unanimidad en el pensamiento puede ser un síntoma de sumisión, de la acatación de una voluntad sobre otra. La vitalidad de un vínculo reside en la capacidad de discrepar y, a través del diálogo, alcanzar un consenso. No hay nada extraño en una pareja que no se pelee, siempre y cuando se permitan el lujo de la diferencia.

Mucho se habla del "síndrome del séptimo año", una supuesta etapa de crisis en las relaciones largas. Aunque dudo de su validez científica, creo que el verdadero problema no es un proceso orgánico, sino la falta de novedad. Con el tiempo, los sueños compartidos se materializan y la emoción del futuro se desvanece en la cotidianidad. Lo ideal no es esperar a que la rutina se instale, sino trabajar de forma proactiva para reinventar la relación.

La vida se convierte en un bucle: tu trabajo, mi trabajo, la casa, los hijos, cenar, dormir... Y otra vez, lo mismo. Si después de años de convivencia sientes que el aburrimiento y la falta de motivación se han apoderado de tu relación, la respuesta es una: actuar. Casi todos los problemas tienen una solución. El primer paso es querer al otro, pero, ante todo, quererte a ti mismo. Cultiva tu propio bienestar, haz cosas que te enriquezcan interiormente, porque solo estando bien contigo mismo podrás estarlo con tu pareja y con tu entorno.

 

Todo esto es mucho más largo, más profundo y quizá vos mismo ya hayas descubierto el modo de hacerlo… ¿me equivoco?