domingo, 22 de enero de 2023

Al amigo Pablo P.

 

Estaba por empezar el escrito diciendo:

“…hablando con el amigo Pablo Picotto”,

 pero la realidad es que lo de “amigo” es un mero circunloquio, para dirigirme a una persona que me ha visto no más de cuatro veces en su vida y a la que a postres le podría resultar en un ilustre desconocido, sino fuera quizá por mi eterna e insoportable verborragia.

Y es que es mucho más fácil recordar desde “abajo para arriba”, que a la inversa. Me pasa habitualmente en mi trabajo, en el cual a diario ingresa gente que por el hecho de verte allí siempre se lleva un recuerdo tuyo (bueno o malo, aunque recuerdo al fin), pero para nosotros, al ver entrar y salir tanta gente a diario, nos cuesta quizá un poco más el mismo conocimiento.

Si, contamos con la grata posibilidad (al menos quien escribe), de que a medida que los vamos reconociendo, encaminar nuestras memorias hacia sus rostros, para así poder ir contemplando y cubriendo aquellos requerimientos que a nuestros huéspedes (trabajo en un hotel, para aquellos que no lo saben… en realidad, para aquellos que lo saben… también trabajo en un hotel (y aquí iría el tan mentado “CUAC”) resultan de su agrado.

Entonces se comienza a crear, ahí sí, un vínculo que en lo mediato puede resultar en una amistad o no.

(NdE: Dos de mis mejores amigos, los conocí en esas mismas circunstancias... trabajando en este mismo establecimiento).

Pero con los “famosos”, aquellas personas o personajes que por diversas circunstancias de la vida los llevan a estar expuestos en las pantallas, la mayoría de las veces nos sentimos con el derecho de tratarlos tal cual y como si los conociéramos (o nos conocieran) desde toda la vida.

Allá por Julio del 2016, tuve la maravillosa posibilidad de representar a nuestro país, de gira con el BALLET FOLKLÓRICO DE RAÍZ (al cual pertenecía, y pertenezco, pero desde otro vértice ahora) por el estado de Nuevo León, en el hermano país de México, y estando en un colegio secundario era tal el “entusiasmo manifiesto” de parte de los educandos por tomarse una foto con nosotros, que no tuvieron ningún miramiento en tironear nuestras vestimentas para conseguir nuestras atenciones para conseguirlo.

La situación de fue tornando un tanto caótica, al punto de tener que (a grito vivo), ubicarlos y asegurarles de que no nos íbamos a retirar del establecimiento hasta que todos y cada uno de ellos tuviesen la presea fotográfica solicitada.

Ese mismo día comprendí lo que puede llegar a vivir a diario una persona a la que las diversas circunstancias de la vida (llámese tesón, trabajo, esmero, personalidad, o mera suerte) los llevaron al punto de ser reconocido por parte de sus iguales, con una fama que lo precede, lo excede y quizá  también, lo desborde.

Y por favor (para mis tan mentados y queridos haters de siempre) entiendan bien, no es que este queriendo compararme ni mucho menos con una persona famosa, no es mi intención aparentar una fama que no es tal, simplemente estoy escribiendo una interpretación personal del momento vivido (ya los conozco a Uds. ya).

Y es que Don Famoso, o Doña Famosa, no dejan de ser personas COMO UD Y COMO YO, con las mismas necesidades, urgencias, y/o aflicciones COMO CUALQUIERA DE NOSOTROS, nada más que ellos (tal cual y como lo vengo nombrando desde el inicio):

… por diversas circunstancias de la vida, los llevan a estar expuestos en las pantallas…

Y que además de la cuasi eterna sonrisa a la cual nosotros como público los obligamos a portar, estas personas famosas son, aunque no lo crea, tan reales como Ud. y como yo Doña Tona… créalo.

Torpemente, la mayoría de las veces y entre las que me incluyo claro está, tenemos cierta tendencia a invadirlos, aun en sus momentos de ocio, o esparcimiento.

Estas personas también sufren miedos, culpas, vergüenzas, pasan calor, frio, tienen hambre, sueño, (y hacen caca también, fíjese que loco… de no creer ¿no?).

Y perdieron, la mayoría de las veces, esa posibilidad que tiene Ud., o que tengo yo, de salir de nuestros hogares, y pasar desapercibidos, ser ilustres desconocidos para el resto del vulgo.

De que el vecino de la lado, o el de la otra cuadra, o el del otro departamento de enfrente nomas, si no le contamos… no tenga NI IDEA de que catzo hacemos de nuestras vidas…

Y nos asombra hasta la emoción, cuando unos de estos artistas, tienen para con nosotros un acto, una acción, un mero gesto el cual los vuelve a “humanizar” de repente (al menos lo que nosotros pensamos), cuando en realidad fuimos nosotros mismos los que sin saberlo, o quererlo, los desplazamos ,los levantamos, y los dejamos en un pedestal  deshumanizador, que no estoy seguro este tan bueno como nosotros pensamos, o a estos personajes los hace sentir tan cómodos como quisieran… no lo sé.

Sera quizá la propia percepción de cada uno de ellos los que deban poder ayudar a las palabras de este humilde hacedor de lectores.

Lo cierto es que afortunadamente, y gracias a mi/s trabajos, he tenido a lo largo de los años, la grata suerte de poder conocer algunas muchas personalidades, que no nombrare pues no viene al caso, e infinidad de veces he sentido todas estas “humanizaciones” a la cual me vengo refiriendo…

Afortunadamente, repito, agradezco enormemente poder haber tenido la inmensa suerte de coincidir en este espacio de tiempo e historia, con Pablo Picotto, vecino, padre, laburante, esposo, comediante (entre otras varias cosas), al cual admiro muchísimo, y que ha tenido la amabilidad de permitirme invadir su tiempo y regalarme unos minutos de charla y compartir algunos muy buenos pensamientos que guardare para mí en una de esas charlas que me empecino en nombrar como Pseudo Filosofía de Sobremesa…