Nadie está preparado para afrontar un duelo. Es decir, si pasas algún tiempo con un ser querido en agonía, te podrás ir acostumbrando a la idea de que en cualquier momento ese ser ya no estará físicamente entre nosotros, pero eso es todo. A partir de ahí, internamente pueden sucederte mil y una cosas de las cuales solo tú serás capaz de enfrentar o no.
No lo digo yo, lo dicen aquellos que saben, que debes pasar
por cinco etapas cruciales para finalmente poder afrontar el duelo en sí:
Negación.
Ira.
Negociación.
Depresión.
Aceptación.
La negación
ocurre inmediatamente después del hecho y consiste en no querer entender esa
dolorosa realidad.
La ira se produce
cuando se activan sentimientos de frustración e impotencia, incluso llegando a
atribuir la responsabilidad de esa pérdida irreversible a un tercero.
La negociación es
cuando empiezas a enfrentarte lentamente a esa realidad que te ha comenzado a
afectar.
La depresión
ocurre a medida que avanza el proceso de duelo, con sentimientos de tristeza,
nostalgia, tendencia al aislamiento social y pérdida de interés en las
actividades cotidianas.
Y finalmente, la aceptación,
que es aquel estado de calma asociado a la comprensión racional y emocional de
que la muerte y otras pérdidas son fenómenos inherentes a la vida humana misma.
Sin embargo, no todos los seres humanos experimentamos estos procesos de la misma manera ni en los mismos tiempos. Lo que para algunos puede ser la pérdida de una simple mascota, para otros puede convertirse en una situación desgarradora. Nadie tiene la verdad absoluta en estos casos.
Mencioné el ejemplo de una simple mascota, pero no me quiero imaginar la pérdida de otro ser querido, ya sea directo o indirecto. Nadie puede ponerse en los zapatos del otro para tratar de entender lo que está pasando. En el mejor de los casos, uno puede simplemente "estar" y velar por que esa persona supere pronto ese dolor.
Supe escuchar alguna vez que en los estados indios donde se habla el bengalí existe un dicho, cuya traducción sería algo así como:
"Cada persona hace y vive las cosas a su modo y no está mal". O más criollamente hablando:
"Cada uno es cada uno y cada cuál es cada cuál".
Entiendo que sería un tanto más "profundo" el
asunto, pero será la interpretación que cada uno quiera darle.
En fin, podría escribir mil y una cosas más al respecto, pero mucho me temo (mi estimado y anónimo lector) que hay muchos y mejores personas y personajes que quien está volcando estas burdas letras en este blog para hacerlo.
Repito, nadie
puede saber qué pasa internamente en la mente de cada persona a la hora de
afrontar un duelo, ni cómo puede hacer para sobrellevarlo.
Pero lo que es peor que todo ello, es afrontar y tratar de sobrellevar la muerte de tu propio yo, y llevar delante tu propio duelo.
Es decir, asimilar y entender que te moriste en vida para alguien. Interpreto que también es parte de la vida.
No está mal que la gente muera en vida para nosotros
tampoco, al fin y al cabo debemos respetar sus propias decisiones (de alejarse),
y a su vez ser leales a nosotros mismos, para que nuestras acciones se condigan
con nuestros decires.
El tema es que hay días que jode... y mucho.
Un día quieres, tienes o necesitas contarle algo a esa
persona, y pasa que sientes que te
agobia el dolor de recordar que simplemente ya no está...