Hacia un poco más de media hora de sucedido el hecho, y ya estábamos la mayoría de las agencias investigativas, abocadas a recabar la debida información.
La versión “oficial” del asunto seria de que los seis muertos en los dos vehículos, fueron productos de narco venganzas y ajustes de cuentas, pero éramos muy pocos los que conocíamos al detal, los verdaderos motivos de aquella cruel escena.
Mientras algunos agentes se dedicaban a tratar de mantener a resguardo de ojos curiosos los entretelones de las tareas investigativas, los peritos se encontraban de lleno abocados a la fijación planimétrica.
Yo, por mi parte, me apoyé sobre el auto que, aunque no estuviera identificado, todos sabían era oficial.
Encendí un cigarrillo, y saqué mi celular, con el único afán de ocultar en una supuesta revisión de mensajes mis verdaderos objetivos, los de escudriñar a todos aquellos que se empezaban a amontonar detrás de la cinta de protección policial.
Un par de oficinistas incrédulos ante el espectáculo, los medios de comunicación que comenzaban a llegar, y algunos curiosos más.
Algunas mujeres mayores que salían o regresaban de hacer sus mandados y se encontraban con el dantesco escenario luego de la balacera, una decena de púberes y alborotados estudiantes, a los cuales todo les parecía fantástico, como si estuvieran observando el desarrollo de algún filme, sin entender la crudeza de la realidad que se desarrollaba.
Un poco más allá, una veintena de pasos, un masculino adulto, metro ochenta, cabello prolijamente cortado, complexión tipo mesomorfo (signo casi inequívoco de cierta actividad física regular).
Apague mi cigarrillo contra el piso, guarde mi celular, e intente rodear la escena para acercarme lo más posible al personaje recién aparecido. En realidad, creo que siempre estuvo allí, solo que tampoco estaba allí, es complejo de describir. Hay personas que tienen ese poder… la de pasar desapercibido… es por ello que “EL” es quien es… (o quien yo creo que es).
Me fui acercando hasta quedar apenas a dos o tres metros. Como al pasar lo miro, a sabiendas que, si estoy en lo cierto, desde el mismo momento que identificó que era yo el jefe del operativo, no me perdería de vista. Me acerqué lo más que pude, dándole la espalda, no sin antes observarlo detenidamente.
Ojos entrecerrados, escudriñándolo todo, hombros anchos, brazos fuertes, antebrazos bien definidos, y las manos… puse mucha atención en sus manos. Recias, casi en garras, podría adivinarlas ásperas (como habituadas a trabajar con sogas), fuertes, firmes… dedo índice mano derecha calloso, como quien está acostumbrado al uso de armas… y un “yuyo” entre sus labios, como al descuido… una larga y fina hoja de festuca. Quizá esta podría pasar desapercibida para el resto de la gente, pero era casualmente lo que yo estaba buscando.
No me hacía falta nada más… había encontrado a mi tirador.
Era mi intención no espantarle, pero debía encontrar la forma exacta de poder encararlo. Si fallaba, dejaba tras de mi casi una decena de años de investigación y la última posibilidad de remediar una injusticia.
Como al descuido me di vuelta, y nuestros ojos se cruzaron por una milésima de segundo, no podía creer la intensidad en esa mirada. Era como estar viendo directamente hacia los ojos de un tigre herido, y en plena selva…
Cambie de postura corporal, tratando de hacer notar (lo más exageradamente que me fue posible) como que me alejaba, para poder girar rápidamente y encarar de una vez por todas aquella conversación… pero en lo que demore en pestañear… él ya había desaparecido.
Automáticamente crucé por debajo de la cinta perimetral y comencé andar rápidamente hacia la ochava, adonde seguramente podría haberse encaminado.
Lo divise una treintena de pasos por delante, caminando hacia el lado del rio, y siguiendo un ritmo que mis pobres piernas no iban a poder igualar. Me apresure a correr, ya con la certeza que seguramente sabía de antemano lo había yo reconocido.
La vidriera frente a la ochava contraria, le estaba ofreciendo el mejor de los espejos para poder observar mis pasos torpes al tratar de darle alcance.
Hace ya un poco más de un año que me venía preparando para este suceso, pero esta falta de actividad física mía, sumado al esfuerzo, me estaba a punto de hacer perder tanto tiempo de investigación…
Me escuche decir en voz alta:
- ¡CHAMORRO, párese ahí! - y me rendí. Comprendí que ya lo había apostado todo, estaba jugado.
El aludido tuvo el acto reflejo (por así decirlo) de tan solo enderezar su cabeza, fue un segundo, imperceptible quizá. Ya lo dije… un mero acto reflejo, pero aun así no pensaba en detenerse.
- SUBOFICIAL “MYYA” … ES UNA ORDEN- bramé.
En seco freno su marcha. Podría jurar que hasta con intenciones de cuadrarse … pero se contuvo. Mi frenético corazón, sobreexcedido por el esfuerzo físico, estaba a punto de detenerse.
Me fui acercando tan lentamente como mi propia respiración me lo estaba permitiendo.
Aun sin darse vuelta preguntó:
- ¿Quién es usted?
-Soy- comencé a recitar aquella desactivación que venía memorizando- el velero que, bajo un cielo azul, navega deslizándose sobre un mar de oro, representando la integridad y pureza de los sentimientos marineros que anima al personal subalterno …
Automáticamente su postura cambio por completo, bajó sus altivos hombros, como sintiendo caer de un golpe, aquella pesadez de decenas de años sobre ellos, su cuerpo se había relajado. Me había finalmente descartado como cualquier tipo de amenaza.
Recién allí comenzó a girar lentamente sobre sí mismo, para quedar viendo el despojo humano en que me había convertido aquel pique corto.
- ¿Quién es usted? - volvió a preguntar.
-teniente de Corbeta Bruno Basualdo, “FÉNIX” …- Me observo detenidamente, entre curioso y estupefacto. - descanse - dije-, no estamos en un batallón.
Me encontraba frente a la más perfecta unidad incursiba con que la Armada pudiera haber contado jamás. Grupo de Operaciones Especiales (GOE), Comando Anfibio (FAIF), logístico, artillero, paracaidista, ATPL (H), buzo táctico (APBT), tirador franco, tanquista, y el único ni siquiera reconocido por la fuerza, o por sus propios pares.
- ¿Qué quiere? - y debo de confesar que su pregunta me terminó de sacar de mi sopor de pensamientos.
- Necesitamos que deje de operar. Es necesario…
Aquel suboficial mayor me miró con firmeza, directamente a los ojos reflejando una mezcla de determinación y respeto. Sin levantar la voz, pero con una negativa clara en su tono, respondió:
- Lo siento teniente, pero no puedo cumplir esa orden. Creo que hay un malentendido, no soy quien usted piensa, y no tengo idea de lo que me está hablando. No conozco a ningún Chamorro, ni MYYA o mí ya, o milla como carajos se pronuncie. Mi nombre es Andrés Quiroga, y soy operador portuario. No se realmente de que me habla…
- Es verdad, puede ser que no sea usted la persona que busco. En cuyo caso debería pedirle disculpas. ¿No? – y cuando sentí que había logrado se relajara- de todos modos, si no es Ud. quien yo digo que es, ¿Por qué acaba de tratarme por mi jerarquía como si fuera un militar, e interpretar que mi instrucción se trataba de una orden?
Leve, casi imperceptiblemente, inclino la cabeza hacia uno de los lados cual cachorro en busca de un sonido.
Lo tenía…
El tigre me estaba mirando directamente a los ojos, desafiante, quizá hasta con un dejo de perplejidad al saberse descubierto.
- Perfecto entonces- esgrimí- le pido mil disculpas, evidentemente me confundí de persona.
Y sin esperar respuesta alguna, gire de repente sobre mi talón y me aleje, sin siquiera voltear a verle o saludarle.
Mi rápida incursión investigadora, me había alejado unos minutos del centro de la escena del crimen acontecido apenas un poco menos de una hora, y mi teléfono estaba ahí para recordármelo.
- ¿Si, diga?
- Basualdo, QRU, tenemos que irnos, esto acaba de quedar en manos de la policía. – note que mi interlocutor se había comenzado a impacientar por el tono de su voz.
- Vayan ustedes nomas, avísenles a los peritos que el auto mío no corresponde a la escena, ese lugar estaba completamente limpio y por fuera. Lo dejare ahí un rato más. Estoy entrevistando algunos testigos. Yo voy más tarde.
- QRT – y me cortó
Me seguían causando gracia algunos colegas que se habían convertido en más “papistas que el propio papa” con las formalidades. Todos ellos, todos nosotros, habíamos crecido a la sombra de películas taquilleras de Hollywood, pero la realidad (nuestra realidad castrense) era en demasía diferente a ello.
Un poco más de una hora después, aun me encontraba en la zona, tratando de recabar cualquier tipo de información que nos ayudara con el caso.
Camine hasta calle Saavedra y entre en aquel viejo bodegón. Me senté al lado de la ventana y con una seña característica le solicité a la distancia un café al mozo.
Mientras disfrutaba de un breve respiro en aquel lugar, me encontré reflexionando sobre los años que me llevaron hasta el rango de teniente de Corbeta. En mi mente, repasaba los desafíos superados, las lecciones aprendidas y las experiencias que me habían llevado hasta ese punto de mi carrera naval.
Desde los primeros días en la academia, donde la disciplina y el entrenamiento riguroso formaron la base de mi formación, hasta las misiones y despliegues que pusieron a prueba mis habilidades y liderazgo, cada etapa había contribuido a mi desarrollo como oficial naval. Las noches de estudio, las maniobras en alta mar, y las decisiones tomadas bajo presión se entrelazaban en mi memoria, creando un tapiz de experiencias que había llevado conmigo hasta ese café.
Aunque la jornada aún estaba lejos de concluir, aquel momento de pausa me permitía reflexionar sobre la travesía que me llevó a ser un quién soy. Las responsabilidades, los compañeros de armas, y la dedicación que demandó cada paso en esta carrera naval se reflejaban en mi expresión, una mezcla de satisfacción y determinación ante los desafíos futuros que aguardaban.
Mientras saboreaba el café, pensaba en la evolución de aquél joven cadete de mi recién comenzada vida adulta, a este oficial con responsabilidades y expectativas. Cada insignia en mi uniforme contaba una historia, y cada historia formaba parte del tejido de mi carrera naval hasta el momento presente.
Mantenía mi mente ocupada en aquellos menesteres, y mi vista fija en la libreta sobre la mesa, ojeaba mis anotaciones a fin de tan solo transcurrir el tiempo. Quería dar tiempo a la gente de la policía a dejar todo y poder retirar mi vehículo sin tener que andar dando explicaciones a nadie de nada.
De repente, a mi izquierda note un par de piernas que se aproximaban. Seguro de que era el mozo con la cuenta, me acomode para buscar mi billetera. Entonces fue que escuche:
-… el león rampante, que encarna la bravura y el arrojo de sus componentes, que, en permanente vigilancia, están listos a actuar frente a las acechanzas de los enemigos de la Nación. LEALTAD Y EFICIENCIA.
Recién allí levanté la vista y lo vi. El mismísimo MYYA, el esquivo personaje que venía buscando hace un poco menos que una decena de años. Aquel que se negara a si mismo hace tan solo algunas horas a un par de cuadras de aquí. Me acomode un poco en la silla y con la vista lo invite a sentarse:
-Así termina la alegoría de aquel escudo que me cobijo, y que trajo usted a la mente esta mañana. Tengo yo, un par de preguntas para hacerle.
Recosté mi espalda sobre el respaldar de la silla, apoye ambas manos con las palmas hacia arriba sobre la mesa y moví mis dedos como indicando, venga.
- ¿Qué quiere usted?-inquirió.
-Ya le dij…
- No, no… - me interrumpió- su rango y nombre ya me los dijo, la pregunta sería ¿por qué me busca?, ¿cómo sabe de mí?
-Siéntese por favor- volví a insistir.
-Estoy bien así.
-Llamaríamos demasiado la atención, siéntese… por favor- trate de resultar lo más afable posible- ¿café?
Corrió la silla frente a mí y se sentó, con una seña le dije al mozo que acercara dos cafés. Cerré mi agenda y le bajé el volumen al teléfono.
- ¿Por dónde empiezo? - inicié mi oratoria- allá por el 2012 nos mandaron adonde se guardan los archivos de la ex escuela de mecánica, no ahondare en detalles que seguramente usted conoce de antemano, pero había que tratar de buscar, seleccionar y archivar carpetas “sensibles” a ojos extraños. Supongo que me sigue.
Me interrumpí para permitirle al mozo efectuar su trabajo de dejarnos el pedido.
Mi contraparte se encontraba frente a mí, me llamaba la atención que, aun así, sentado y todo, me sacaba al menos una cabeza de altura.
Agradecimos con gestos el servicio y espere a que el caballero se retirara para poder continuar mi alocución.
- Pero, ¿cómo archivados? ¿todos esos archivos no estaban en manos de…- con un gesto lo interrumpí.
- DIJE – recalque aquellas palabras- que no ahondare en detalles.
- ¿Encontró algo? - inquirió.
- La mayoría, carpetas y papeles sin importancia alguna, para ninguna causa. Pero hubo una en particular que no entiendo, aun a fecha de hoy, del por qué me llamo la atención. El nombre clave era EL ÁGUILA. – Podría jurar que una mueca se le dibujo en la comisura de sus labios, pero imperceptible. – Así es que disimuladamente la llevé a mi oficina y comencé a trabajar en ella.
Terminó su café y tomo una servilleta de papel. Casi como al descuido, prolijamente limpio el asa del pocillo y el plato adónde debía haber apoyado sus huellas. No me imagine que se pudiera llegar a tal punto de perfeccionamiento.
Alejo con el dorso de su mano el pocillo de su posición, sus ojos permanentemente se encontraban en movimiento, el menor ruido, e menor movimiento, interno y externo, era perfectamente registrado.
- … me encontré con algunas cuestiones por mí ya conocidas, históricamente bah, nada que no se pudiera encontrar en Google, por ejemplo. Y algunas que desconocía por completo, y a medida que iba pasando la lectura me empezó a ganar la sensata idea de que con usted se había cometido una imprudencia, como mínimo.
Afuera, una discusión de tránsito, nos hizo desviar las miradas unos instantes. El ulular de una sirena cercana sonaba en aquel ya casi mediodía otoñal.
- Así me entere de cuestiones como el PLACINTARA/75.
- Nada que no pueda buscar en internet, tal cual y como dijo- esgrimió.
-Lo sé- contesté- solo que en internet no figuran ni los nombres, ni los alias de todo aquello. ¿Me sigue? Mi investigación me llevo hacia dos escritoras las cuales coinciden extrañamente en no poder revelar detalles de quien les hizo llegar información crucial para su libro. Ana e Ivana se llaman, ah, y que por cierto le están eternamente agradecidas a aquella misteriosa y anónima fuente.
Logre incomodarlo, pues el ritmo de su respiración tuvo que ser contenidas por técnicas aprendidas oportunamente en entrenamiento de la fuerza. Y eso lo sé bien… yo mismo las enseño a mis subordinados.
- Pero – continué – nada de ello está sobre esta mesa y, por cierto, son “cuestiones” (y entrecomillaba con mis dedos) prescritas. A nadie se lo podrá acusar de nada, por falta de pruebas fehacientes. ¿No?
EL sol del mediodía iba ganando las veredas de afuera. Aquella distractora discusión de tránsito no había pasado a mayores y la calle se podría decir se encontraba calma había un par de minutos.
El mozo se encontraba en pleno trajín de fajinar el servicio, y el muchacho de la barra trataba infructuosamente de colocar a EL CIGALA en el Smart del salón.
- ¿Y cómo une todo eso a mi persona?, no le entiendo.
- Sus propios archivos llevaban hasta el 11 de junio del 82, en pleno teatro de operaciones. Más adelante, comienza a aparecer ya con el indicativo MYYA, en forma esporádica, hasta noviembre 2015. Tiene usted una marca registrada en sus trabajos, eso me llevo a reencontrarlo en hechos acontecidos en 1991; 1996; 2001; 2003; 2008; 2011; 2015. Y de repente, después de 2015… pufs – hice un gesto juntando los cinco dedos de una mano y luego abriéndolos y espaciándolos en forma lenta, para dar esa sensación de expansión- simplemente “se lo trago la tierra”. Y es ahora donde comienzo a preguntar yo. ¿Por qué?
Aquel tigre herido, encontrado en medio de la selva, estaba quedando expuesto cada vez más, y aun ni siquiera me había acercado lo suficiente para hacerle ver mis verdaderas intenciones.
- Decisiones jerárquicas…
- ¡No me venga con pelotudeces! – exclame ofuscado- NADA justifica lo que le hicieron pasar. Dígame usted, VERDADERAMENTE, ¿Qué pasó el 11 de junio allá en las islas, para que a usted lo borraran de los anales del conflicto? Y despreocúpese, su secreto estará a salvo conmigo.
Retiro su silla para atrás y con un gesto volvió a llamar al mozo. No sé bien, pero en ese preciso instante lo note “humano” … aun no puedo explicar el porqué.
Pidió un vermut con aceitunas y encargue para mí una cerveza negra. Me descolocó. O era una relajación total de su parte, o bien a modo distractor al querer hacer parecer que éramos dos amigos, en un viejo y perdido club de barrio, contándonos de penas y alegrías de vida….
Por el vibrar de la mesa, notaba que mi teléfono se estaba encargando de recibir múltiples notificaciones que no tenía la menor intención de revisar.
Una vez que el empleado nos volvió a brindar servicios, y luego de haber degustado un par de aceitunas y un sorbo de la bebida, acomodo su garganta un poco y me permití el lujo de escuchar de su propia boca aquello que estaba intentando conocer desde hace un tiempo.
- Todo comienza mucho más atrás que el 11 de junio, créalo. Todo arranca decenas de años antes. Mi vida estuvo ligada desde muy pequeño al mar. El finado mi padre manejaba un viejo remolcador en el puerto de Bahía Blanca, El SANTICATERINO, así que se podría decir que yo crecí siendo un hombre de mar. Cada salida y entrada de mi viejo, era saludada casi siempre por los guardias de Puerto Belgrano, adónde después estuvo apostada la Flota de Mar.
Desde el balcón del puerto hasta adonde está actualmente el dique seco, se navegaba exactamente en 40 minutos, dependiendo lo que la palangana y sus viejos motores ayudaban. Eran 40 minutos que yo iba con la vista clavada en aquel horizonte, solamente quería ser mayor para poder unirme a la Armada. Soy nacido en 1956- y ese dato me tomo de sorpresa LITERALMENTE.
Según un cálculo rápido, estoy frente a una persona de casi siete décadas, al cual tuve que correr para poder alcanzarlo esta mañana y cortarle su caminata. Por un par de meses no alcanza a doblarme en edad, y yo me parezco más a ser su hermano menor, que a tener la edad de ser su propio hijo.
-… así que – prosiguió – apenas cumplidos los 18, me metí a lo único a lo que podía aspirar en ese momento, la carrera de suboficial. Ya lo ve, vivo y respiro, por, con y para la Armada... no conozco otra vida.
Se interrumpía para sorber de vez en cuando un poco de vermut y poder continuar hablando.
-... el 74 - continuó - fue un año de muchísimos cambios, investíguelo. Fuera y dentro de la propia fuerza. Nosotros aun estábamos cursando, cuando al año siguiente, el 8 de septiembre del 75, la viuda firma el decreto y se nos da la orden directa de ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actuaban en la provincia de Tucumán.
- Bien, es conocido todo lo que paso después, pero digam…- ahora el interrumpido fui yo, después de haber cortado literalmente su relato.
- Estoy tratando de establecer en un contexto temporal y total, para que pueda usted interpretar la pregunta que me hizo.
- Prosiga usted...
- Nos graduaron con un poco menos de los dos años exigidos y nos mandaron de a raudales a combatir a Montoneros que se habían hecho muy fuertes en Tucumán y zona. Dos años estuvimos cazando gente por el medio de los montes, y allí fui tomando experiencia como huateé cazador. Ya en esos tiempos, el proceso de reorganización había comenzado a ganar fuerzas y adeptos, pero nadie se animaba a nombrarlo en voz alta.
Estaba recibiendo allí, en aquel viejo bar, en ese mismo momento, conocimiento del tipo histórico, contado directamente de a boca de uno de sus actores.
- Perdón, pero ¿la armada?, ¿qué hacia allí la armada?
- ¿Qué hacia allí?, en vistas del Operativo Independencia. Recuerde Ud. que el artículo 21 de la Ley de Defensa Nacional establece que las Fuerzas Armadas estarán constituidas por las tres ramas y todas ellas derivarán en un planeamiento militar conjunto. – Y prosiguió- Estábamos todos bajo las órdenes del “Gordo Vergara”. Yo me había hecho muy compinche de un Primer Alférez de la GEN venido del E21 de la Quiaca. Se nos empezó a hacer conocidos como la yunta de Tsavo… la puta que nos habíamos puesto buenos en lo que hacíamos.
Su vista se perdió en un punto lejano de la calle por algunos instantes, parecería como si su mente estuviera hurgando en el baúl de sus recuerdos.
Mi natural impaciencia me mantenía en vilo, mas no quería ser imprudente de volver a interrumpirle. Tenía tantas preguntas para hacerle.
-Cuando lo del apagón de Ledesma, yo estaba en Calilegua, no sé si conoce la zona.
Arqueé un poco mis labios y moví en forma negativa la cabeza, sin querer interrumpirle siquiera.
-Cuando volvimos y pasamos el puente del San Lorenzo, vimos las luces de una patrulla, para el lado del triángulo, así que decidimos acercarnos. Cuando llegamos estaban acordonando la gente del gordo y pretendían no dejarnos pasar. Muchos de los subordinados le habían agarrado cierta inquina al gordo, se comentaba que solamente se limitaba a andar fresco para el izamiento del pabellón, y siempre y cuando anduviera un superior cerca.
Se había cargado una pendejita de no más de 14/15 años el degenerado ese, llegue justo cuando se estaba levantando sus pantalones.
- Ésta, no le pasa más posiciones nuestras a nadie me dijo, como tratando así de justificar la aberración que había cometido. Los ojos de la piba se clavaron en mí, su ropa rota y sus partes íntimas llenas de sangre, es una imagen que aún me persigue.
Cierra su puño sobre la mesa y suspira. Comenzaba a adivinar un atisbo de objeción de consciencia en sus palabras.
- ¿Lo informo a eso? ¿Qué paso?
- ¿Informar? ¿a quién?, si el gordo le respondía directamente a Urdapilleta. Yo había empezado a ver algunas cosas que no me gustaban.
- ¿Por ejemplo?
Se tomo un segundo para observarme, como tratando de descifrar que tipo de pregunta era esa. ¿no conocía yo quizá la historia de esos años? Creo que desde que estamos aquí, es la primera vez que veo sus ojos quietos. Con un ademan le solicito al mozo un poco más de hielo para su bebida.
- Se habían empezado a adueñar de cosas que no correspondían… todos. Primero fueron simples objetos, trofeos de guerra…
- ¿Trofeos?
- No se olvide teniente, que hasta ese momento nosotros estábamos en guerra con elementos subversivos… por lo menos hasta allí. Usted y yo juramos exactamente lo mismo, ¿o no?, defender a nuestra patria con nuestra misma vida, de enemigos externos e internos. Nosotros también éramos jóvenes idealistas.
A veces, unas simples palabras nos llegan de una forma tan contundente que nos debemos tomar un tiempo para poder asimilarlas.
- … el gordo se terminó de vestir, y mientras la pibita intentaba empezar a sentarse, simplemente saco su pistola y la ejecutó.
Se hizo un silencio entre ambos, que solamente fue interrumpido por el mozo cumpliendo con el pedido.
Intentaba no cortar aquella charla, pero las preguntas se me amontonaban por decenas. Eran muchas más fuertes las ganas de conocimiento…
- ¿Qué paso después? ¿Por qué en ningún lado tampoco figura la historia del gordo?
Termino de colocar el trozo de hielo en el vaso, y con la yema del dedo índice lo obligó a girar un poco dentro de su bebida.
Levanto sus hombros, a la vez que la gestualidad de su rostro trataba de indicarme que desconocía el dato, aunque luego acoto:
- ¿El gordo? Entiendo que esa misma noche se perdió en el monte, quizá la guerrilla lo tomo prisionero, quizá se cayó a un barranco, se supone que se lo comió un león de montaña... pero nunca se supo.
Mi natural perplejidad le dio paso a la razón. Estuve tentado a cometer la imprudencia de marcar que eso era imposible… hasta que recordé la relación con la denominación de la yunta de Tsavo nombrada antes, y entonces comprendí que debía guardar silencio.
Se me había escapado un poco la noción del tiempo en aquel sitio, pero un fuerte olor a costeletas a la plancha y algo frito que venía desde la cocina del lugar, me recordó que nos encontrábamos de lleno en el mediodía de este otoñal día. Debía empezar a apurar la conversación si pretendía llegar al destino que estaba buscando hace un poco más de un año.
Mi cerveza negra continuaba prácticamente intacta. El mozo se paseaba entre las mesas cumpliendo con los pedidos de los parroquianos.
No sé porque, quizá me sentí con la obligación de preguntar, o tan solo tenía hambre:
- ¿Almorzamos algo?
Me miro con cierta curiosidad, como si no pudiera comprender que se escondía detrás de tan inocente pregunta.
- ¿Le parece? - fue su único argumento.
Tan solo le estaba explicando a quien era hasta ese momento un “superior”, aquellas cuestiones consultadas, pero no pretendía ahondar más allá de tan solo esa «obediencia debida». Es la interpretación que tome de ello.
Entonces preferí comenzar a acentuar precisamente esa obediencia, para tratar de ir acercándome un poco más al asunto.
- ¿Por qué se negó a integrar SELENIO en un primer momento?
Levanto su mentón y dejo su vista apuntándome directamente a la mía.
- PORQUE YA HABÍA DEJADO DE SER UNA GUERRA PARA MI…. Me convertí en cazador de monte, uno muy bueno, por cierto, pero no existía, ni existe para mí, ningún tipo de honor en meterle un tiro a un oso cuando esta invernando.
- No le comprendo… -alcance a murmurar.
- Debería haberle preguntado con quien teníamos el desafortunado historial de compartir parientes lejanos…
- ¿Se refiere usted a R J CHAMORRO?
Solamente levanto y bajo sus hombros.
- Me pusieron en “capilla” por así decirlo. Un grupo de oficiales que no se bancaban que un humilde negro fuera mucho mejor que ellos, en todo lo que se me cruzaba. Me pasearon entonces por el BIM 2, y el 4, hasta que me mandaron a descular pingüinos al 5, allá por enero del 78.
Ahí hace una pausa larga y toma un suspiro… yo conocía de antemano lo que supondría se vendría de ahora en más.
- Y entonces, ¿qué cambio después?
De un sorbo termino su bebida, miro mi vaso aun por la mitad y comenzó a buscar con la vista al mozo.
Todo me indicaba que su cuerpo había comenzado a exigirle que huyera de aquella situación que lo dejaría vulnerable frente a mi vista.
- Cambie de parecer. Quizá le acepte la invitación a almorzar- me dijo mientras el mozo se acercaba a tomarnos el pedido nuevamente.
El entrenamiento psicológico en el ámbito militar se puede entender como la integración y potenciación de las capacidades y habilidades mentales, emocionales y conductuales para optimizar el desempeño y fortalecer la resiliencia de los guerreros, pero también para doblegarlos. Y a eso me dedico.
Los frutos habían comenzado a aparecer en pequeñas muecas, gestos, comunicación no verbal a la cual estoy entrenado a detectar.
Mientras la gente del lugar se encargaba de preparar nuestro pedido, me excuse para ir hasta el sanitario. Pretendía darle un respiro y un descanso para encarar la parte más traumática (o al menos lo que yo suponía hasta ese momento) del asunto.
El lugar se encontraba parcialmente lleno, así que éramos nosotros dos, un par de viejos amigos disfrutando una extensa e informal reunión, a ojos extraños.
Apenas regresado a mi asiento, noto una nueva y fresca cerveza de mi lado de la mesa. Cuando levanté la vista para agradecerle, vi aquel señor, aquel viejo infante de marina de casi setenta años, con todo el peso de su consciencia a cuestas. Logre humanizar a aquella máquina que necesitaba desarticular.
- ¿Le hago una pregunta? - me dice- ¿cómo supo a quién buscar?
- ¿BUSCAR? -exclamé-, buscarlo no fue el problema, el problema fue encontrarlo.
Y levanto sus cejas como sorprendido de mi respuesta.
-Entonces, ¿Cómo supo que era yo? - mientras sorbía de su vaso.
- por la paja- le dije rápidamente, y su risa casi le hace escupir lo que tenía en la boca- perdón - continué como si se hubiera tratado de un mero error expresivo de mi parte, y no una contestación pergeñada a fin de comenzar a descomprimir mucho más rápidamente la situación- por la festuca, en realidad.
Me miro sonriente, y asintió con la cabeza.
- Y juraría que, si reviso alguno de los bolsillos superiores de su campera, aun puedo hallar restos de papeles picados. ¿Me equivoco?
Su sonrisa era mucho más notable ahora.
- ... pero supongo que, si lo pude hallar, fue nada más y nada menos porque usted me ha permitido hacerlo – su entrecerrar de ojos me dio por verdad lo que en realidad suponía hasta ese momento. Yo estaba adivinando en realidad - O puedo suponer que fue suerte de principiante nomas…
- ¿Y de donde saco esos datos, si puedo saberlo?
- A mi instructor de tiro de precisión lo entreno usted – y note en aquella sonrisa, un dejo de orgullo, casi como el de un padre al ver la creación de un hijo- festuca para la dirección …
-PAPELES PARA LA VELOCIDAD- dijimos al unísono, y ambos sonreímos.
De repente su mirada se nubló, note un dejo de tristeza invadir su alma. Me excuse a contestar un par de mensajes telefónicos, mientras el mozo organizaba nuestro recientemente solicitado servicio de comida, y le deje absorto en sus pensamientos algún tiempo.
Por algún par de minutos más, continuando una charla que había arrancado con nuestro mozo, nos dedicamos a hablar de la tabla de posiciones del futbol, el clima, el futbol nuevamente, mientras comenzábamos a degustar aquellos platos.
-Allá por abril del 79 usted formo parte de la GT3, ¿Qué cambio de la primera vez que había dicho que no, a esa? - mi pregunta fue al hueso, como quien dice.
Apuro su bocado, se limpió la boca y tomo un trago de su bebida, como para ir ganando un tiempo y ubicar mejor sus palabras.
-Cuestiones personales, y un objetivo en concreto.
- ¿Puedo saber esas razones y el objetivo acaso?
Me miro entre extrañado y sorprendido.
-Perdón, pensé que tenía Ud. la carpeta completa.
Es verdad, tenía la carpeta completa… completa hasta donde me dejaron conocer, o permitieron que quede registro. Pero estar frente a aquella persona, y lo que significaba, era una oportunidad única de completar aquellos registros faltantes para terminar de cerrar la historia.
Entrecerró los ojos como tratando de leer mi rostro, al menos eso fue lo que interprete, estimo que, a esa altura, y por la pregunta realizada, había quedado expuesta que mi conocimiento no era completo y el esperado.
Temía que ello me jugara en contra y diera por tierra todo el terreno que había ganado desde hacía un poco más de una hora que estábamos allí.
Pero pese a ello, mi interlocutor decidió continuar hablando y sacando todos aquellos recuerdos contenidos.
-Mi objetivo se encontraba en México, no deberé de dar muchos más detalles, calculo que ya conoce la historia, por más que no esté registrada. Así que colabore activamente en el entrenamiento de la casa de Cuernavaca, y debo decir que fue todo un éxito en lo mediato. Se logró el objetivo de frenar la segunda contraofensiva.
- Pero, no entiendo. ¿Usted colaboro con el entrenamiento de esos grupos? - NUNCA se nombró en ningún lado de que la SINA tuviese injerencia directa con el grupo que estaba combatiendo.
- No solo colaboré, fui parte. El único nexo entre mi condición y mi realidad fue siempre el “Obispo”. La operación fue riesgosa y avanzada para su época. Metimos tres integrantes dentro mismo de la organización, para tratar de desarmarla desde adentro. Los camaradas del Área 121 del ejercito deportados por México, fue únicamente para tapar los verdaderos infiltrados. Dos al Líbano, y yo a México… si desconoce el tema, goglee…
Se me acababa de abrir un sinnúmero de nuevos interrogantes. En ningún lado figura el apelativo recién oído. El “OBISPO”, seguramente nombre en clave con el cual el mantenía el vínculo que lo terminaba uniendo a la fuerza.
-El 21 de febrero fuimos dos los que tomaron cautivos en el inicio de la operación GUARDAMUEBLES, pero recién después de tres “largos días” el “OBISPO” pudo hacer que los altos mandos me reconocieran… tres largos días- dice, mientras amontona con el dorso de la mano las migas de pan diseminadas en el mantel.
En ese momento el mozo se acercó a levantar los servicios, y ofrecer algún complemento a nuestro almuerzo.
Los gestos me indicaban un traumático recuerdo devenido en memoria, seguramente en esos “tres largos días” ha sufrido en carne propia aquellas cuestiones y tratos a los cuales acostumbraban a tratar a los insurrectos en esos tiempos.
Me excuse a fumar un cigarrillo a la vereda, con el único propósito de dejarle descansar y organizar su mente.
De regreso a mi asiento, continuó como si yo no me hubiese retirado jamás de allí.
-Después de eso, me mandaron de nuevo al BIM 5. Yo debería haber formado parte de la Operación Rosario, pero la jerarquía seguía sin confiar en mí plenamente. Así como Galimberti no confiaba en aquellos que regresaban a las filas después de haber sido chupados, los altos mandos empezaron a desconfiar de aquellos que pusimos en riesgo nuestras vidas infiltrándonos en la organización. Leyes del juego, que le dicen...
Pidió lo disculpe para ir al baño. Aproveche ese tiempo para dar una ojeada rápida a mi teléfono y encargar un par de cafés para cuando regresara, no sin antes consultar y asegurarme estábamos a bien con el horario de cierre de aquel lugar.
-Ya en las islas, la cosa comenzó a cambiar de golpe. – continuo luego de un rato de haber regresado y entablar otra conversación superflua- 400 años antes de Cristo, TUCIDIDES supo decir que “La fortaleza de un ejército yace en la estricta disciplina y la invariable obediencia a sus oficiales”, pero algunos oficiales, y suboficiales también, tomaron esto muy al pie de la letra, sin darse cuenta, o no importarle acaso, del bienestar de su propia tropa.
Comandaba yo un grupo de infantes recién incorporados, TODOS de la región mesopotámica, imagínese, pibes que venían acostumbrados a un promedio veintiocho a treinta grados de temperatura, y los llevamos a un menos cinco de las islas.
Se precipitaba el final del relato, pensé con cierta lógica. Comenzaba a notar un leve aumento en el ritmo de aquella locución de su parte.
- ¿Qué paso el 11 de junio me preguntó? Nada, algo tan simple como que en la madrugada del 10 mi cabeza estallo de repente y comencé a hacer lo que debería haber hecho desde un inicio, desde que llegamos a aquella bendita tierra malvinense, tratar de asegurar el bienestar de mi tropa. Cuatro, escuche bien, CUATRO pendejos estaqueados por orden de un superior, pues habían cometido la "deshonra" de haber robado dos panes y un pedazo de queso para tratar de alimentar su desnutrido cuerpo desde el improvisado casino de oficiales.
Caían bombas y morteros por doquier, zumbaban balas de un lado y del otro, y un benemérito hijo de la gran puta manda a estaquear cuatro pibes por robarse dos panes y un cacho de queso porque estaban cagados de hambre. ¿Qué hubiera hecho usted, como oficial y, sobre todo, como hombre?
Como alguien supo decirme: La guerra culminó, y con ella se fueron los sueños de varios muchachitos que quedaron como fieles testigos de que la guerra es la negación de la razón y la justicia, el fracaso de la negociación, la política o la lógica. Un mero intercambio, donde cambiamos la vida de algunos hijos de la patria, por medallas para los padres de la misma.
-Pero… ¿no entiendo bien entonces por qué desaparece luego de esa fecha? - esgrimí.
-En la guerra, muchas balas vienen, y otras van… por allí, en el tumulto, en la vorágine del combate, puede ser que cierto oficial que mandó estaquear a aquellos muchachitos… haya sido alcanzado por fuego amigo. Una verdadera pena…
Entonces hay gente que puede comenzar a replantearse ¿para qué sigue en un lugar que lo comienza a apartar lentamente? Hay veces que el amor por lo que uno hace, no alcanza...
Se hizo un atroz silencio en ese mismo momento. Así como note esta mañana el pesar de aquellos hombros, en este mismo momento, su respiración, su postura corporal, me indicaban que estaba frente a un ser abatido por el peso de su propia conciencia… se había desembarazado de una culpa que seguramente lo venía corrompiendo internamente desde esa fecha hasta ahora.
El gorjeo de unos pichones en el árbol frente a nuestra ventana, me distrajo tan solo unos segundos. Necesitaba organizar mis propias ideas si quería seguir preguntando. Pero entendí finalmente que, ante tamaña confesión de parte, era preferible continuar con aquello des de otro enfoque.
- ¿Y qué sucedió luego? - consulte como con desgano, como para tratar de sacarlo de aquella situación.
Dejo que el mozo terminase de bajar los cafés solicitados, y prosiguió a continuar su relato.
-Me embarcaron en una corbeta que estaba apostada fuera de los límites, y la suerte quiso que lo hiciera con personal de ejército y prefectura, nadie de la Armada que pudiera reconocerme, así que no me costó mucho dar un nombre y jerarquía falsos. Una vez en puerto, me escabullí entre la gente… el resto, es historia.
Había partes de su relato, que no terminaban de cerrarme, y no era que desconfiara ni mucho menos, simplemente había detalles que estaba pasando por alto, por omisión o supresión de hechos.
-Pero, ¿Cómo llega a continuar operando encubierto?
Por enésima vez, lo veía en su afán de limpiar con las servilletas, todo vestigio de huellas que pudieran haber quedado en los cubiertos o la vajilla. Desde hace un poco más de hora y media que estamos aquí, y lo he visto repetir la misma conducta con cada elemento que toca.
-Por el OBISPO- esgrimió, y antes de que continúe hablando no tuve más remedio que preguntar.
-Perdón, pero… ¿el obispo? Es la cuarta o quinta vez que lo nombra, y no aparece en ningún registro escrito de la época. ¿Qué cargo o jerarquía ostenta esta persona?
-El obispo era un capellán con el grado de oficial de la armada, él es mi nexo entre esta y mi vida actual. De él recibo en forma directa las diferentes misiones….
No le permití continuar, con un ademan le pedí hiciera silencio…
- ¿Es usted consciente de que ingreso a la fuerza en 1974, y que partir de los veinticinco años de servicios simples militares, según la tabla de porcentajes establecida en la Ley 19101 ya debería haberse retirado?
Su cara de asombro me confirma que su actual vida lo mantiene completamente alejado de las cuestiones castrenses.
-Está usted desde el mismo 11 de junio de 1982 en carácter de desaparecido en combate, es decir, su cuerpo jamás fue encontrado, no regreso a continente supuestamente, su nombre no figura en las nóminas… no tiene usted un DNI real que acredite su identidad, usted no existe para la armada. A excepción de que fuere esa su intención, y para lo cual hemos perdido usted y yo dos horas de nuestras vidas aquí, creo que hay una injusticia que deberíamos remediar.
Entendí que debería no haber sido tan pragmático en mi elocución, pero también entiendo que estoy frente a una persona que solo interpreta palabras y órdenes directas.
Lo vi pasar del shock al pánico en cuestión de segundos, luego la confusión, para finalmente calmarse e intentar buscar una explicación concreta.
- ¿Cómo que no existo?, si el Obispo me dice que solo me quedan algún par de misiones más y podría retirarme.
Comenzaba yo a cerrar con esas palabras, mi propia investigación, acababa de encontrar un motivo a todo aquello.
-Suboficial Chamorro, ¿o debo llamarlo Atilio? ¿Cuándo fue la última vez que piso un batallón en forma oficial?
Hace tantos años que el suboficial Atilio Chamorro encarna el personaje de Andrés Quiroga, operador portuario de grúas, que no se si su reacción a mis palabras fue de incredulidad o sorpresa al escuchar su antiguo nombre.
Y continué…
-Mucho me temo, que viene usted realizando “trabajos remunerados”, es decir… lo han convertido en un mercenario.
Fijo su vista en la mía, como tratando de descubrir si decía yo la verdad. Desde hace un poco más de 40 años que vive una mentira, inmerso en una realidad que no es la suya, y creo empezar a deshilvanar aquel ovillo, cuya punta era este personaje… el OBISPO.
- ¿Que paso una vez en continente, como llega a todo esto?
Aun sin reponerse de aquella información por mi entregada, comenzó con un leve balbuceo.
-yo… yo…- y se frenó. Tomo un sorbo del vaso de soda que acompañaba al café, y ello aparentemente le alcanzo para recuperar la prudencia perdida segundos atrás- yo estuve dos meses a la deriva, hasta que encontré un viejo número telefónico entre mis elementos.
No me hacía falta nada para entender a quién había llamado.
-El obispo me dejo estar en una casa que tenía en el campo, hasta que pude recuperarme del todo, luego me aseguro que se encargaría personalmente de efectuar el nexo para que yo pudiera regresar, pero que había cierto sector de los oficiales mayores, que no veían con buen agrado el hecho de tenerme cerca. Algunos aún seguían insistiendo en que en mi paso por Cuernavaca no obedeció a ninguna misión en concreto, y jamás iban a reconocerme aquello. A partir de entonces siempre ha sido él y tan solo el, mi conexión castrense.
-Y dígame, ¿nunca le llamo la atención el hecho de no cobrar un sueldo por nomina?, por decir un ejemplo.
-Jamás, es el obispo quien maneja mis finanzas, con el tiempo descubrí que era mucho mejor así. Manejo efectivo para lo básico elemental, el resto me es provisto…
Empieza a cerrarme todo, mejor dicho, a comenzar a entender algunas cuestiones que no venían siendo tan claras del relato en sí.
-Hay algo que no entiendo, en todos estos años, jamás se le dio por buscar a su familia. ¿Por qué?
- ¿Mi familia?
-Sí, su familia.
Se hizo un silencio bastante incomodo, quería… necesitaba una respuesta a ello.
-Mi padre falleció antes de verme convertido en suboficial. Y a mi madre y a mi hermana las mato una bomba colocada por elementos subversivos…
Me supera por completo a todo aquello, simplemente no puedo creerlo…
- ¿Quién le dijo eso?, no me diga nada. ¿El obispo?
Su cara de incredulidad, solo era superada por el color que comenzaba a verterse en ella.
- ¿Por ello se presentó de voluntario para SELENIO después de eso? ¿Por eso fue a México?
No me hicieron faltas respuestas, su rostro me lo acababa de confirmar.
-Pues mucho lamento informarle que ha sido usted víctima de una doble injusticia entonces. Ni su madre ni su hermana murieron víctima de ninguna explosión. Lamentablemente su madre falleció hace algunos años, con la convicción de que su hijo había quedado allá en las islas…
Lagrimas comenzaron a brotar de aquel par de ojos, debería haberme quedado en silencio para que asimile lo que estaba hablando, pero no podía permitirme el parar justo ahora.
-… y su hermana, vive en Temperley. Se casó y seguramente estará encantada de reencontrar aquel hermano que creía perdido, aquel ex combatiente que está internado como un NN en un hospital psiquiátrico del interior del país, y el cual acaba de recuperar la memoria. Si usted me lo permite, será esa la versión oficial…. Y me temo, que los últimos quince años, viene usted trabajando para muchos de los cuales que combatió en su momento, retirando opositores o efectuando trabajos para empresarios amigos del poder.
El mensaje podría jurar, resonó en sus oídos como un eco distante. Sus ojos se abrieron con incredulidad mientras la información se aferraba a su mente como garras afiladas. El silencio que siguió fue abrumador, dejando a aquel viejo infante anonadado, su mente luchando por procesar la realidad que acababa de descubrir. El corazón le martilleaba en el pecho, y no me hacía falta que me lo dijera para saber que un nudo se formó en su garganta.
Pasaron unos eternos segundos antes de que pudiera moverse. Se puso de pie lentamente, como si cada músculo estuviera entumecido por la conmoción. A medida que la sensación de parálisis retrocedía, sus ojos reflejaron determinación. Se ajustó la campera con manos temblorosas y, con paso firme, dejó atrás la habitación que acababa de transformarse en un laberinto de revelaciones perturbadoras, así sin siquiera saludarme.
Teniendo en consideración todo aquello ocurrido, no lo tome a mal, entendí que no necesitaba verse expuesto ni vulnerable frente a mí. Ni siquiera atine ir tras sus pasos. Me queda la esperanza de que vuelva a contactarme una vez superado el shock.
Van para veinte días que vengo casi a diario hasta este viejo bodegón. Mario (el mozo), me mira y con una picara sonrisa se dispone a pedir lo que sabe será mi compañía los próximos veinte minutos, jarrita con filtro doble, apenas cortada.
Mientras ojeo el matutino, veo en primera plana:
CONMOCIÓN.
ENCONTRARON MUERTO AL ARZOBISPO METROPOLITANO
Aun no se conocen todos los detalles de su fallecimiento, aunque todo indicaría se trataría de causas naturales por apnea mientras dormía.
Me bajan el café pedido, y otro más. Noté como se corre la silla frente a mí, y una persona se sienta.
Cierro el diario, y me dispongo al dialogo, pero verdaderamente no se ni como, ni por dónde empezar, así que tan solo señalo el titular y pregunto:
- ¿el Obispo?
Solo basto una leve inclinación del mentón hacia abajo para entenderlo todo.
Levanto mis cejas y muestro ambas palmas de las manos hacia arriba en una clara señal de ¿Cómo?
-Maravillas que hace un hielo grande, en una garganta chica- no hizo falta acotar más nada.
Allí transcurrimos un par de segundos sin decirnos nada, mirando el infinito más allá del vidrio de la ventana.
Del maletín saco dos carpetas. Una, con el cierre definitivo de sus funciones como ÁGUILA, y la otra con toda la información referente a su nueva vida, su vida en realidad, la recuperación de esta.
La toma y la ojea rápidamente.
-En el campanario de la iglesia que está en Zangolotino y Laprida, encontrara un M82 limpio de huellas, si investiga un poco, vera que es el mismo utilizado en el caso del 2015. Tiene intacto el número de serie, solo debe buscar a nombre de quien fue adquirido.
-Espere… ¿esa es la misma arma utilizada en lo del callejón Sorrento hace veinte días atrás?
Otra vez el mentón abajo afirmando algo.
-pero… de por si estamos hablando de casi 2800 metros, es un tiro IMPOSIBLE en una ciudad, ni hablar de seis… como hiz…
Limito a sonreír, pero solo con su mitad derecha, una mueca digamos.
-No fueron seis, fueron ocho. Aun no retiraron los contenedores de la esquina, y le aconsejo que busque en hospitales una amputación de pierna derecha, desde debajo de la rodilla… ese quedo vivo porque aún tiene mucho que explicar.
Mi cara de perplejidad le debe haber causado mucha gracia.
-Parafraseando a cierto joven teniente, le diré que puedo suponer que fue suerte de principiante nomas…
Saco de su billetera un par de billetes que dejo sobre la mesa para abonar la cuenta, se cuadro frente a mí, giro sobre sus talones y se fue por la misma puerta que había ingresado…
El veterano infante se retira con la verdad revelada, yo lo observo en silencio. El bar, lleno de murmullos y risas, parece distante en ese momento. Mientras veo la figura desvanecerse en la calle, un pensamiento se apodera de mi mente:
"La verdad, como una sombra, siempre estuvo presente, pero preferimos bailar en la penumbra de nuestras propias ilusiones. ¿Cuántas verdades ocultas acechan en las esquinas de nuestra existencia, esperando pacientemente a ser reveladas? A veces, enfrentar la verdad es como abrir una puerta que siempre estuvo frente a nosotros, pero nunca tuvimos el coraje de girar el pomo. Ahora, mientras veo partir a mi camarada, me pregunto cuántas verdades más se perderán en el horizonte, llevadas por el viento de nuestras decisiones."
Con esa reflexión, me sumerjo en mis propios pensamientos, mientras el eco de las revelaciones y verdades compartidas resuena en mi interior.