Estaba por empezar el escrito diciendo:
“…hablando con el amigo Pablo Picotto”,
pero la realidad es que lo de “amigo” es un mero circunloquio, para dirigirme a una persona que me ha visto no más de cuatro veces en su vida y a la que a postres le podría resultar en un ilustre desconocido, sino fuera quizá por mi eterna e insoportable verborragia.