Es curioso cómo las palabras de los demás pueden hacer que uno se detenga a reflexionar. Esta amiga de la infancia, que con la naturalidad de siempre me suelta que aún soy como un niño, no hace más que abrir una puerta en mi mente que pensaba ya cerrada. ¿Soy realmente como un niño? A veces la vida me ha dado golpes duros, esos que supuestamente deberían endurecerme. La gente te dice que la edad te tiene que hacer más serio, más responsable, y te inculcan que de alguna manera debes "madurar". Pero, ¿y si esa "madurez" es solo una capa que se pone sobre lo que en realidad somos, una coraza que nos protege, pero que al mismo tiempo nos limita?