La relación entre hermanos siempre es un tema cargado de matices, pero cuando la diferencia de edad es corta, la dinámica puede volverse aún más interesante, ya que las influencias mutuas son constantes y los sentimientos tienden a ser intensos. Este es el caso de mis hijas, "A y M" , que crecieron juntas, compartiendo casi todo, desde intereses hasta amigos, como si fueran mellizas. Esta cercanía tan palpable durante su infancia podría haber dado lugar a una relación tan profunda y unida como cualquier otra, pero también tiene sus complicaciones.
Una diferencia de edad de un año y dos meses puede parecer pequeña, pero es lo suficientemente cercana como para que las hermanas vivan experiencias de vida casi idénticas en su desarrollo temprano. Jugar juntas, compartir los mismos gustos musicales, amigos e incluso las mismas etapas del crecimiento puede crear una especie de vínculo único. Para muchos, esto puede parecer un escenario ideal, casi como tener gemelas, pero en realidad, puede generar ciertas tensiones.
Cuando las niñas crecen tan cerca, también lo hacen sus expectativas. Para "A y M", la forma en que se relacionaban entre sí, tenía reglas no expresadas, pero claras: cualquier cosa que una recibía, la otra debía recibirla igualmente. En este sentido, acariciaba el hombro de una, la otra esperaba lo mismo. Si levantaba a una de ellas o se daba un beso, surgía el reclamo: "¿Y por qué primero a ella y no a mí?". Este tipo de situaciones pueden parecer graciosas, pero en realidad son indicativas de una profunda necesidad de equilibrio, atención y validación.
Es natural pensar que esta dinámica se debe a los celos, un sentimiento común entre hermanos. Los celos entre hermanos no son necesariamente un signo de mala relación, sino una respuesta instintiva ante la sensación de que su lugar en la familia, en términos de amor y atención, está en juego. En el caso de "A y M", parecía que las dos tenían una fuerte necesidad de ser vistas, escuchadas y valoradas de manera equitativa.
Sin embargo, estos celos no necesariamente indican toxicidad. (La toxicidad en una relación se caracteriza por patrones destructivos, como la manipulación, el desprecio constante o el abuso emocional). En el caso de mis hijas, lo que parecía ocurrir era simplemente una lucha por el equilibrio de atención y amor. Entiendo de que es un fenómeno bastante común en muchas relaciones fraternas, sobre todo cuando las niñas están muy cerca en edad, ya que ambas buscan encontrar su lugar en el corazón de sus padres, pero no a través del conflicto, sino a través de la igualdad de trato.
“M”, la hermana menor, era mas introvertida, y más paciente en ciertos aspectos. Esto desde pequeña me reflejaba (según mi propia interpretación) otro tipo de madurez natural, o al menos un proceso más consolidado de cómo gestionar la atención que recibía y cómo compartirla. Mientras tanto, “A”, aunque también muy cercana en edad, no parecía compartir su misma paciencia ni la capacidad de lidiar con ciertos aspectos de la dinámica familiar. Quizás “M”, siendo la hermana menor, buscaba una mayor validación para encontrar su independencia dentro de la relación, un proceso que es completamente normal en el desarrollo de los hermanos, según entiendo.
Las personalidades contrapuestas de ambas reflejaban las diferencias sutiles pero significativas en cómo cada una manejaba su lugar en el hogar y en la vida familiar. “M”, al ser más introvertida, podía manejar más fácilmente la atención compartida. Por otro lado, “A”, aunque menos reservada, experimentaba más ansiedad al no recibir la misma cantidad de atención al mismo tiempo.
Más allá de los celos o los pequeños roces, lo que parecía estar en el fondo de la relación entre ambas, era un profundo amor fraternal. Esta necesidad de igualdad en la atención y los pequeños desacuerdos reflejaban más que nada el deseo de las dos por sentirse igualmente amadas y valoradas. El vínculo entre hermanas es, en muchos casos, uno de los más intensos en la vida, ya que, en muchos sentidos, representan para el otro una extensión de uno mismo. La protección mutua, el apoyo y el cariño son sentimientos que a menudo subyacen a los aparentes conflictos.
“A y M”, a pesar de sus diferencias, siguen siendo dos piezas fundamentales en la vida de cada una, y en la mía propia, complementándose de manera única. El hecho de que ahora, ya adultas, continúen con esta dinámica no debe verse como una señal de inmadurez, sino como la perpetuación de un lazo que ha sido cultivado a lo largo de su vida. El amor de una hermana por la otra es tan fuerte que se manifiesta en pequeños detalles como estos, y aunque puedan surgir tensiones o momentos de inseguridad, siempre habrá un fondo de cariño que los sostiene.
Lo que tenemos aquí es una relación de amor fraternal, con sus complejidades inherentes debido a la cercanía de edad y las diferentes personalidades. Ambos sentimientos, los celos y el amor, están entrelazados y son una parte natural del vínculo entre hermanas. Cada una busca su espacio, su atención y su lugar especial, pero lo hace de una manera que sigue siendo una forma de conexión y afecto mutuo.
Este tipo de relación, llena de altibajos, puede evolucionar con el tiempo, pero siempre será un testimonio de los lazos emocionales inquebrantables entre ellas. Así que, aunque pueda haber momentos de desentendimiento, el amor fraternal sigue siendo el núcleo de su relación, y eso es lo que, finalmente, prevalecerá.
POR DEMÁS ESTA ACLARAR QUE LAS AMO POR IGUAL A AMBAS…