martes, 29 de abril de 2025

El egoismo de algunos colegas...

 

Estoy inmerso en un rubro que podría describir como "jodidamente egoísta", si me permiten la expresión. 

Es un entorno donde la colaboración, que debería ser la norma, se diluye rápidamente en la competitividad y la lucha por la supremacía intelectual. Algunos de mis colegas parecen haber olvidado que el conocimiento no es un bien que se acumule o se resguarde celosamente como si fuera un objeto preciado. Muy por el contrario, el verdadero conocimiento es un bien que crece exponencialmente cuando se comparte. Sin embargo, en lugar de fomentar la enseñanza mutua y la ayuda constante, lo que encuentro en la mayoría de los casos es un entorno donde el novato debe "aprender por las malas". Y lo que es aún peor, esa actitud se ha transformado en una especie de barrera invisible, una pared de prejuicios que, lejos de facilitar el acceso a la información, lo dificulta de manera deliberada.

La cultura de exclusividad está profundamente arraigada en nuestro rubro. Aquellos que han recorrido un camino más largo, por lo general, no ven el valor de tender una mano a los que están empezando. Se genera una especie de élite intelectual, un club cerrado donde las puertas no se abren fácilmente para quienes no tienen el "suficiente peso" o el "respaldo necesario" para acceder al círculo. En lugar de fomentar una mentalidad de apoyo, cooperación y crecimiento colectivo, prevalece la idea de que cada quien debe enfrentarse solo a las dificultades, aprender de sus propios errores, y conseguir, por medio de su esfuerzo individual, un espacio dentro del sector. Lo paradójico de todo esto es que, al mismo tiempo, muchos de esos mismos "expertos" se quejan de la falta de talento o de la escasa innovación de los nuevos en el campo, cuando lo que realmente están haciendo es crear un ambiente tóxico donde es prácticamente imposible prosperar.

Es profundamente lamentable cómo se descalifica a quienes se atreven a hacer preguntas "noob", como si alguno de esos "expertos" jamás hubiera sido un principiante. La arrogancia con la que muchos se expresan hacia quienes recién ingresan al sector es increíble. Parece que olvidan, o sencillamente no lo reconocen, que ellos también fueron novatos en algún momento. Ellos también tuvieron dudas, hicieron preguntas aparentemente "obvias" o "tontas", y probablemente alguien, en su momento, les brindó algo de orientación y ayuda. Es muy fácil olvidar cómo nos sentimos cuando estábamos en esa etapa de incertidumbre, cuando la cantidad de información y de dudas parecía abrumadora. En lugar de recordarlo con empatía, lo que muchos eligen hacer es alimentar la idea de que "el que no sabe, no merece estar aquí". Este ciclo de exclusión parece perpetuarse, y lo más triste es que muchos de los que ahora ostentan el "conocimiento" no han hecho absolutamente nada para cambiar esta cultura tóxica. En lugar de ayudar a que el rubro evolucione hacia un espacio inclusivo y colaborativo, se han quedado atrapados en un sistema jerárquico que sólo beneficia a unos pocos.

Lo peor de todo es la hipocresía que acompaña esta actitud. Muchos de esos mismos "expertos" se presentan como los guardianes del saber, como si fueran los únicos capacitados para juzgar el valor de una pregunta o el nivel de conocimiento de un colega. Y sin embargo, son pocos los que realmente hacen algo para fomentar el aprendizaje genuino. En lugar de involucrarse activamente en la formación de nuevos profesionales o de compartir sus experiencias para mejorar el rubro, se conforman con crear una fachada de exclusividad y poder que les da la sensación de ser indispensables. Son los mismos que, cuando llegan a las reuniones o a los grupos, se agrupan al frente, hablando en voz alta, riendo con suficiencia, y emitiendo juicios como si su mera presencia ya fuera un acto de sabiduría en sí misma. Parecen convencidos de que el resto de los presentes debería sentirse agradecido por poder estar en su cercanía.

Este fenómeno no es sólo frustrante, sino profundamente dañino para el desarrollo del sector. Yo trato de evitar las reuniones de este tipo, porque siempre me encuentro con los mismos grupos, con la misma actitud, y la misma sensación de que el resto somos meros espectadores de su "sabiduría". Este ambiente de elitismo no tiene cabida en un mundo que está constantemente cambiando y evolucionando. Si verdaderamente deseamos avanzar como sector, debemos aprender a trabajar juntos, a compartir lo que sabemos, y a brindar un espacio de aprendizaje para los nuevos. Pero no, en lugar de fomentar esa cooperación, se sigue reforzando el modelo de competencia y exclusión.

Y si bien no puedo evitar sentirme frustrado ante este panorama, también trato de entender a los recién iniciados. Porque me considero un eterno aprendiz. A pesar de la amargura que puede generar esta situación, sigo creyendo que la mejor forma de avanzar en este rubro es seguir aprendiendo, seguir compartiendo lo poco o mucho que sé, y, sobre todo, seguir construyendo un puente entre el conocimiento de los veteranos y los de los novatos. Ojalá algún día pueda desarrollar el conocimiento pleno, ese que se puede transferir generosamente a otros, como lo hicieron conmigo aquellos que, en su momento, decidieron no formar parte de ese círculo cerrado de "élite" y, en cambio, optaron por abrirme la puerta para que pudiera aprender y crecer.

El conocimiento no debería ser una mercancía exclusiva, ni un trofeo de unos pocos, sino una herramienta colectiva para el avance de todos. Por eso, trato de aportar, a mi manera, al crecimiento de quienes recién ingresan. Cuando me encuentro con un novato que me pregunta algo, trato de brindar una respuesta honesta, detallada, sin minimizar su duda. De alguna manera, esa actitud de apoyo también me permite nutrirme de los conocimientos y perspectivas frescas de los nuevos. La enseñanza y el aprendizaje deben ser recíprocos, y es una lástima que algunos de mis colegas no lo vean de esa manera.

En fin, algunos colegas manejan un nivel de hipocresía realmente asombroso. Promueven una imagen de superioridad intelectual, cuando en realidad lo único que hacen es perpetuar una cultura de exclusión y elitismo que no beneficia a nadie. Y lo peor de todo es que siguen creyendo que, al no compartir lo que saben, están haciendo un favor al sector, cuando en realidad lo único que logran es estancar su propio crecimiento y el de los demás. La colaboración y la humildad deberían ser los pilares sobre los que se construya este rubro, pero en lugar de eso, nos encontramos atrapados en una red de egoísmo, donde cada uno se guarda su conocimiento como si fuera un tesoro que no debe ser compartido.

Es hora de que el sector cambie, de que dejemos de lado las viejas actitudes y abramos las puertas a un conocimiento más inclusivo y accesible para todos. Porque al final, cuando el conocimiento se comparte, todos ganamos.