domingo, 12 de febrero de 2012

Pasado noventoso...

Es cierto que la música te trae recuerdos...te transporta a aquella época en donde la escuchaste por primera vez... o te recuerda aquel primer dulce amor ¿no?

Por lo menos a mí es lo que habitualmente me sucede con la misma... la música es la única compañera que puedo invitar sin temor a un no, a caminar por ahí, a volar, o a compartir un café, en cualquier lugar donde me encuentre.

La música tiene esa extraña habilidad de lograr que los ojos comiencen a hacer "cosquillitas", y uno se vea obligado a enjuagarlos desde adentro para afuera, recordando aquél pasado que a lo mejor no fue mejor... pero que se extraña a veces...
Lo mejor de todo es que ni siquiera debes entender que dice la letra... solo escuchas la suave melodía y te permites dejarte llevar a ese lugar mágico de la mente, en donde guarda y atesora aquellos  o ese instante divino...

Ayer sin ir más lejos, mientras hacía no sé qué en casa, había dejado el tv en uno de esos canales donde pasan música de "esa"... de la de antes... y escuché una melodía muy conocida en esos años. Una de esas melodías que te hacen decir:

- Cucháaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa -jajaja díganme si no les pasó alguna vez-

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Salíamos del viejo y querido Nacional tipo 1730, tiempo invierno... con ese sol que se estaba poniendo y perdiendo su diáfana monotonía... sus rayos casi anaranjados ya, se colaban por esa hilera de fresnos sin hojas, entre las casitas del FONAVI (nunca supe si el barrio tenía otro nombre), algunos autos que pasaban levantaban ese poco de polvo que el camión regador había humedecido un tiempo atrás... las gomas al contacto con el mejorado proferían ese ruido tan característico...
Los pájaros estaban abocados a buscar refugio en donde pasar la noche y nosotros, un grupo de no más de diez, doce adolescentes, nos volcábamos de lleno al kiosquito frente "al rural" (el SAMCO local o como lo hallan nombrado ahora) por tres motivos:
1- Nos quedaba cerca y tenía ese extraño encanto de combinar en la dueña una persona mayor pero a su vez joven, y que nos permitía expresarnos tal cual éramos, y que sabía poner los límites cuando eran éstos necesarios...
2- Había un metegol... fuente de eternas discusiones adolecentes, si fue, no fue... si remolino vale o no vale... cosas en las cuales más de cuatro personas no podían ponerse de acuerdo jamás (mucho menos en un país tan apasionado por todo lo que tenga que ver con el deporte del balompié (je)) . Solo una cosa estaba dada por cierta.... EL QUE GANABA SEGUÍA... y así (si estabas "afilado" o eras demasiado bueno haciendo trampa (si Gustavo... lo confieso ahora después de tantos años... ¿te acordas cuando casi se toman a los golpes Cristian y Tito?... ustedes tenían razón iban 4 a 2 (jeje...sorry) ) decía que en una buena tarde podías pasarte toda la tarde sin salir de la mesa, o perder en el primer partido y esperar doscientos treinta y cuatro turnos para volver a jugar de nuevo...y siempre con la opción de volver a perder.
3- La dueña nos fiaba (en realidad creo que era porque nos fiaba nomás)...

Luego de algunos extensivos minutos (que podían llegar a ser "horas" dependiendo la racha) perdiendo el tiempo (según mi padre), afianzando los lazos eternos de la amistad verdadera (según quien escribe) nos dirigíamos cada uno a su hogar, a culminar la jornada y cumplir con aquellas obligaciones familiares...

En mi caso llegaba y agarraba ese mate en el que habían tomado unas 15/20 pavas ya, y así nomás, sin ensillarlo ni nada me manducaba unos amargos con algunos biscochos para acto seguido irme raudamente a mi habitación a... bueno.. nada... solo estar...

Mi habitación tenía esa hermosa posibilidad de ser mi reino privado, mi morada, mi claustro y mi libertad, mi posibilidad de expresión y de ser yo mismo...
Cuantas veces me encontré, de pie frente al "grabador" siguiendo el solo de una guitarra imaginaria, al sonido de una canción de moda, o cantando a rabiar una canción de Copani... mientras portaba senda camiseta de Metallica... jajaja incongruencias que le llaman.

O simplemente me acostaba, apagaba las luces ponía la música y me dejaba llevar...
No podrán imaginar cuántas veces he llorado por el amor no correspondido, o por el recuerdo de una madre que falleció muy joven, o solamente por sentirme incomprendido por mis mayores y sentirme frustrado por no ser el pibe bueno que se pensaba y pretendía (aún hoy día quedan algunas heridas abiertas que no terminan de cicatrizar).

En fin... la idea de sentarme a escribir esta mañana no era esta precisamente, pero ya lo he dicho...
"...La música tiene esa extraña habilidad en mi de lograr que mis ojos comiencen a hacer "cosquillitas", y me vea obligado a enjuagarlos desde adentro para afuera, recordando aquél pasado que a lo mejor no fue mejor... pero que se extraña a veces..."

Hoy es uno de esos días...

¿El tema que me trajo todo esto a la memoria?