miércoles, 19 de septiembre de 2012

Dias como hoy...

El galpón estaba envuelto en un silencio solemne, apenas roto por el suave murmullo del viento que se colaba a través de las rendijas. Entre las sombras y el polvo acumulado, una caja antigua llamó mi atención. No había mucho en su interior, pero una sensación de curiosidad me impulsó a abrirla. Dentro, encontré viejas cartas y objetos de un pasado lejano, pero lo que realmente capturó mi atención fue un recuerdo en particular: la memoria de alguien que dejó una profunda huella en mi vida.

Ella había sido una figura luminosa en un momento en que la oscuridad parecía reinar. No era solo su compañía la que hacía la diferencia, sino su habilidad para ofrecer un consuelo genuino durante uno de los días más dolorosos que he conocido: la muerte de mi padre. En ese momento, cuando las palabras fallaban y el dolor era abrumador, estuvo a mi lado, su presencia silenciosa pero poderosa, como un faro en medio de una tormenta.

Recuerdo su rostro, marcado por la empatía y la comprensión. No necesitaba decir mucho; su mera presencia era suficiente para mitigar un poco de la tristeza que me envolvía. En sus ojos había una mezcla de tristeza compartida y una fuerza que parecía sostenerme cuando yo sentía que no podía sostenerme a mí mismo. Aquellos días, en los que la vida parecía tan cruel y desolada, fue un ancla en el mar de mi dolor.

El tiempo ha pasado, y las cicatrices de aquel período aún están presentes, aunque más sutiles. Sin embargo, el recuerdo de su bondad sigue siendo un resplandor cálido en mi memoria. Su apoyo en esos momentos difíciles no solo me ayudó a enfrentar mi dolor, sino que también me enseñó algo fundamental sobre la importancia de estar ahí para los demás, incluso en los momentos más sombríos.

A medida que los años han pasado, he tenido tiempo para reflexionar sobre mi vida y las personas que han marcado mi camino. Me doy cuenta ahora de que, a pesar de mis errores y mi falta de aprecio en ese entonces, ofreció un regalo invaluable que no puedo olvidar: la capacidad de hacerme sentir menos solo cuando más lo necesitaba.

A veces, en los momentos de introspección, me encuentro pensando en ella y en el impacto que tuvo en mi vida. Aunque no hay una forma tangible de devolver lo que hizo por mí, el acto de recordar y reflexionar es mi manera de honrar su memoria y el papel crucial que jugó en mi vida en aquel momento.

El resplandor de su recuerdo, como una luz que nunca se apaga completamente, me recuerda la importancia de la empatía y la bondad. Aunque el tiempo y la distancia hayan diluido nuestras vidas, fue una parte vital de mi historia personal. La gratitud que siento por su apoyo y la lección que aprendí a través de su presencia permanecen conmigo...