viernes, 20 de mayo de 2022

El “COME”…

 


Debían ser entre las nueve y las diez, a juzgar por la altura del sol otoñal que le daba de lleno en la cara. Inútilmente iba a ser que intentase levantarse de un solo movimiento, el sopor de sus sentidos no iba a permitírselo.

Emilio Garay comenzó a repasar los eventos que lo llevaron a encontrarse en este estado, tan lentamente como su propio cerebro doliente se lo fue permitiendo.

 

Ayer por la tarde, a sabiendas de que debía ir hasta el pueblo a cobrar la quiniela que había ganado, inflo su bicicleta (una vez más) y se dirigió prontamente a atravesar esos cinco cuadrados que lo separaban del pueblo de Campo Andino.

Casi en el inicio mismo del pueblo estaba la cooperativa, iba a pasar por ahí, y seguramente después se iba a ir hasta lo de Ríos a jugar unas bochas y tomar alguito.

Detrás del mostrador estaba el negro Mendieta de despachante, y de este lado, una media docena de otros peones como él, hablando, chacoteando y jugando a la “arrimadita”, que no era más que una vieja lata de tomate en conserva, que anda a saber cuántos años había estado acostada en la repisa más alta de la proveeduría, ajena a la vista humana, y cuyo contenido había quedado “solidificado” de un solo lado (cosa que nadie podía dar por cierto, ya que la lata estaba sin abrir), y que cuyo rodamiento desde una punta del mostrador hacia la otra, les aseguraba en tardes aburridas como esa, horas de genuina diversión, (y perdida-ganancia de apuestas) al tratar de dejarla lo más cerca posible de una raya dibujada en el mismo mostrador, pero en la otra punta. 

En algún momento de la tarde ya había perdido la cuenta de cuantos vinos se había tomado, pero aún se conservaba en buen estado en general.

Cerca de las nueve, los inconfundibles arpegios del acordeón de Carlitos Ríos sonorizaron a todo el pueblo, así que la muchachada se encaminó esos casi cien metros que los separaban desde la cooperativa al bolicho del “Bocha”.

Ya promediando la fresca medianoche, y al encaminarse hacia el viejo excusado que oficiaba de alivio de tensiones vejiga-estomacales noto que su cuerpo comenzaba a “dejar de responderle” como correspondía, signo MAS QUE INEQUÍVOCO, que debía de pegar la vuelta hacia su rancho.

Así fue que salió por detrás de la cancha de bochas, saludo con la mano a un par que se encontraban dirimiendo un punto, se subió a su bicicleta y rumbeó por el camino grande, para el lado del canal.

El aire fresco (más la graduación etílica en sangre), hicieron estragos en su coordinación y en su memoria, tanto es así que a casi diez horas después, no recordaba a ciencia cierta, como había llegado hasta allí.

Lo que si tenía “muy” presente, que, al apoyar la bicicleta para abrir la cimbra, lo hizo exactamente sobre el hilo del boyero encendido.

El “boleo” recibido lo desestabilizo tirándolo al piso de inmediato… el alcohol y el cansancio, se encargaron del resto.

Así es que, después de dormir una mona de casi nueve horas de corrido, se encontraba aun tirado en la misma posición en la que había caído.

 

 

Su cuerpo presentaba la lógica conducta de quien ha dormido toda la noche sobre el piso de tierra a la intemperie, su cabeza aturdida le recordaba sobre el abuso alcohólico a la cual había sometido a su organismo hacia tan solo algunas horas atrás.

Sobre el rabillo del ojo izquierdo la alcanzó a ver. La CASI INCONFUNDIBLE silueta de una yarará enroscada, entre su propia cabeza y su hombro, prácticamente tocándole el cuello.

Si hay algo que el hombre de campo sabe y respeta, es casualmente, no molestar a “las bichas” y mucho menos cuando se encuentran en aquella posición. Generalmente no atacan a menos que se sientan intimidadas o en peligro, y si se encontraba allí en esa posición, lo más probable es que haya sido buscando a la noche un poco del calor emanado por aquel cuerpo inerte.

Emilio no era más bien un “gran creyente”, pero en aquel momento de zozobra, recordó casi de memoria cada versículo de la biblia aprendido en sus años de gurí. Su cuerpo se encontraba paralizado por el miedo, y extrañamente (aun en una mañana tan fresca como esta) transpiraba más que testigo falso.

Sus brazos adormecidos por la mala posición de la incomodidad de su improvisado colchón terrestre, le impedirían levantarse de un salto, o al menos intentar algún tipo de alejamiento, a sabiendas que cualquier falso movimiento le supondría un certero ataque a esa distancia, y la consecuente inoculación del letal veneno.

El rengo Garay (como era conocido en el pueblo), casualmente había quedado en aquella condición al perder un par de falanges de sus dedos, producto de una necrosis y a razón de la mordedura de una de esas bichas, así que sentía una “particular aversión” hacia estas…

A la distancia empezó a escuchar el silbido de alguien que se aproximaba por el camino y que seguramente debido a las alturas de los pastizales, no había alcanzado a divisarlo aún.

Esto le supuso aún mucho mayor peligro, ya que aquella bicha podría “asustarse” y lo que es peor, tomar represalias con el cuello desnudo de Emilio que era la piel más cercana que tenía.

Garay tomo una de las decisiones más raras y controversiales de toda su vida, que lo acompañarían por el resto de esta, o bien le supondrían una muerte rápida y dolorosa.

Giraría sobre su propio cuerpo, tan rápidamente como su cuerpo se lo permitiera, y tomaría a aquella “bicha” entre sus propios dientes, así, sin dudarlo.

En este preciso momento, al sentir cada vez más cercano el silbido de aquella persona que venía por el camino, y ante la eventualidad de que al salvaje animal pudiera atacarle, se encomendó a Tata Dios… respiró profundo una, dos, tres veces… abrió enormemente su boca, y giro con las mandíbulas “prestas a hacer el mayor daño posible” directamente al centro, donde adivinaba la cabeza del animal….

 

 

 

 

Marcelo Gomitolo (uno de los peones de los hermanos Ferre), se dirigía a pie hacia el campo del viejo Sequeira donde estaba conchabado su hermano Sergio a fin de buscar una tijera de tuza, se asombró al ver la bicicleta que conocía de antemano era del rengo Garay, apoyada sobre el alambrado.

A medida que se fue acercando alcanzo a ver el preciso momento en que el mencionado, en un movimiento inexplicable, rápido y certero, hundía su rostro y arrancaba de una sola dentellada… 

…una bosta fresca de vaca que se encontraba a su lado….

 

De allí que al rengo Garay se lo empezase a hacer conocido en el pago como el:

come caca” …

…fue tan solo un paso.

 

Yo no sé...son cosas que se cuentan...

yo la colocaría en el rubro de:

DATOS A CONFIRMAR...

 

(gracias Tatan José por tu aporte)