domingo, 3 de noviembre de 2019

Callejerito...

Hace algún tiempo atrás, me encontraba sentado yo solo en el banco de una plaza en la costanera, pipa en mano, fumando un poco de tiempo y absorto en mis propios pensamientos.
Con la desazón y la angustia de esa etapa y de los días que estaba viviendo...
Había apagado el celular, y me disponía a estar allí tan solo pensando, tomando un poco de aire y dejando transcurrir el tiempo.
Casualidad, ¿destino?, pasaba por allí un angelito peludo, uno de esos de cuatro patas que solo atinó a sentarse a mi lado y mover una o dos veces su cola, para terminar echandose a mis pies.
Lo cierto es que en cierto punto me encontré dirigiendolé algunas palabras... palabras que (seguramente) le estarían resultando superfluas y completamente ajenas, pués solo atinaba a observarme.
Me descalcé las zapatillas y a fin de conectarme un poco conmigo mismo me fuí a caminar descalzo por la arena, no sin antes invitar a mi peludo compañero.
Al tiempo de sólo andar, volví a sentarme (esta vez en la arena) y el mencionado vino a acostarse a mi lado, no sin antes apoyar su cabeza en mi regazo a recibir los mimos que le estuve haciendo por un rato.
Así como llegó... en un momento se incorporó, y sin prisas (pero sin pausa), se fué alejando al trotecito de mi lado para no regresar.
¿Cuánto deberíamos aprender a veces de nuestros cánidos amigos?, el tan solo estuvo ahí en el momento en que yo solo necesitaba eso...compañia.
Lo cierto es que hoy me lo cruce nuevamente, vagando por la costanera, y paré el auto y me bajé tan solo para hacerle un mimo...
Más de uno se preguntará...¿y?... nada... tan solo que hoy es una tarde de esas que nunca faltan...