Me froté las manos con cierta impasibilidad, levanté las solapas de mi sacón y traté inútilmente de quitarme la modorra de encima.
Las calles se encontraban desiertas a esa hora, y muy de vez en cuando la letanía de un motor me hacía mirar para los costados.
Particularmente ese invierno (Julio del 94), me estaba tratando considerablemente mal con respecto al frío.
Mi trabajo de entonces hacía que saliera muy tarde ya avanzada la madrugada, y esperar un colectivo era una tarea cuasi titánica. Hacía ya un poco más de una hora que estaba sentado en un banco de Plaza Colon.
Por suerte, pude enganchar el interno 113 de la línea 9, que por más que me diera una vuelta de casi una hora y media para dejarme en casa, era preferible a caminar otras cuatro cuadras a esperar el 15 o el 18 que me dejaban relativamente en el mismo sitio...en fin, decisiones que uno toma sobre la marcha digamos
El interior no difería mucho con respecto al exterior, un frío terrible que solamente parecía importarme a mi, el chofer (impertérrito personaje) solo se limito a intercambiar una mirada conmigo cuando argumenté algo respecto a las monedas y la máquina... pero sin contestarme.
La bruma exterior acrescentaba mi sensación de frío...
Cómo unico pasajero de esa noche, me acomodé lo mejor que pude en el asiento detrás del conductor y me propuse a tratar de sólo pasar el tiempo...
Inexpugnable mi compañero de viaje, sólo se limitaba a observarme de vez en cuando por el espejo y por encima de sus propios lentes.
Comenzó a llamarme la atención una extraña actitud, cada tantas cuadras se detenía y abría y cerraba las puertas como esperando el ascenso-descenso de pasajeros inexistentes, no me preocupó en demasía, pensando que quizá era un acto reflejo, o una mera manera de perder un poco de tiempo a sabiendas de que se tiene un horario que cumplir, y a esas horas, debería ser (viendo que era yo su unico pasajero) un tanto dificil de manejar supongo.
Al llegar frente al cementerio puedo jurar que escuché el timbre pidiendo bajada, echo que me sacó de mi sopor de sueño, y como no había nadie más en el colectivo debo confesar que me causó una sensación "rara", pero preferí guardarme mis pensamientos para mí, más aún cuando el mismo chofer detuvo la marcha y abrió la puerta...
Seguimos algunos minutos más...yo ensimismado en mis propias desventuras cuando escucho:
-Vos sos nuevo no?-me pregunta-
Cuando levanto la vista veo que mi interlocutor me observa por el espejo...
-Perdón?...ah si...si...se podría decir, estoy hace poco en la ciudad...
-Y cómo te trata el frío?
-uff...terrible, mucha humedad acá, no estoy acostumbrado...
-Creeme pibe... es mucho mejor el frío y no el calor...ya te vas a dar cuenta..., por cierto... soy Aldo
-Hola Aldo...Miguel, un gusto (mentí). ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Decime...
-¿Estoy loco o frente al cementerio sonó el timbre?
-Es normal, de todas las noches...hay gente que no se termina de dar cuenta que ya no pertenecen más al mundo físico...y uno, por respeto frena y le cumple.
No quise indagar más al respecto... no me interesaba y quizá (debo confesar) me daba un poco de pavura.
La niebla no me permitía ver bien el exterior, así que solo me limitaba a dejar que transcurran los minutos hasta que pudiera ser el tiempo de bajarme...
-¿Cómo viene la noche?, ¿tranquila?
-Oh si... demasiado tranquila, los fines de semana suele presentarse más movida.
-¿y hace mucho que hace este turno?
-Uff...tanto que ya perdí la memoria... un día de estos me jubilo espero...
El resto del viaje sólo fué llevadero con alguna que otra palabra que cruzabamos con Aldo...
No sé si pasó una hora o más... el chofer frenó y abrió la puerta.
-Acá bajás- me dijo-
Sin entender demasiado hice caso, no sin antes saludar...
No entendía nada...
El frío era aún más intenso... mi reloj seguía marcando las 0400 de ese día...
A lo lejos divisé una silueta que me resultó familiar sentada en un banco... podría haber jurado que era yo mismo.
El viento trajo hasta mí un viejo recorte de diario que quedó a mis pies, y en donde pude leer el suceso de cómo dos adolecentes me habían encontrado un par de días antes, muerto de hipotermia sentado en un banco de la plaza Colon, justo el mismo día que se recordaban los cinco años del incendio del interno 113 de la línea 9 justo en ese mismo lugar, en donde lamentablemente perdiera la vida su chofer...
No es de hablar mucho Aldo... pero poco importa, sigue deteniendosé y abriendo la puerta para que yo suba todas las noches y me lleva siempre al mismo lugar...
Entiendo que tenemos toda la eternidad para ir conociendonos...