Ayer surgió de una charla mantenida mientras manejaba, que solo de una cosa puedo tener certeza ABSOLUTA… me voy a morir algún día
Ayer surgió de una charla mantenida mientras manejaba, que solo de una cosa puedo tener certeza ABSOLUTA… me voy a morir algún día
Feliz cumpleaños a mi patria, escuche allá en mi tierna infancia en un acto escolar en la vieja y querida 575 Cacique Yamandu, escuela a la que iba.
Lo cierto es que no entendí muy bien el significado de aquello, hasta mucho más adelante, mucho inclusive después de haber traspuesto mi adolescencia, unicamente después de haber entendido el concepto de lo que realmente significaba patria dentro de mi corazón,
En días neblinosos de otoño e invierno, allá por cuando tenía entre 10 y 12 años, a veces los alrededores del pueblo se transformaba en un escenario de caza para nosotros los niños. La mayoría de mis amigos de entonces y yo, salíamos, armados con gomeras (alguna escasa vez, con rifle de aire comprimido) a cazar palomas.
Desde hace un tiempo, he sentido la presencia constante de un hombre mayor que parece seguirme a todas partes. Sin importar dónde vaya, siempre está ahí, observándome desde una distancia prudente. Lo veo reflejado en las vidrieras de los negocios cuando camino por la calle, y a veces, incluso en las ventanas de mi propia casa cuando paso frente a ellas. Al principio, intenté ignorarlo, atribuyéndolo a meras coincidencias. Sin embargo, su presencia se ha vuelto cada vez más perturbadora.
Norberto apoyó su espalda cansada contra el respaldo de su silla de oficina. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente sobre su cabeza casi calva, mientras que el murmullo constante de las conversaciones de sus colegas llenaba el aire. El reloj en la pared marcaba la una de la tarde, y él se encontraba en la misma rutina monótona que había seguido durante las últimas décadas.