Anoche, me permití el lujo de ver video que, contra todo pronóstico, me dejó pensando durante horas. Un grupo de jóvenes, apenas saliendo de la adolescencia, debatían con pasión sobre cuestiones filosóficas que muchos adultos esquivan.
Anoche, me permití el lujo de ver video que, contra todo pronóstico, me dejó pensando durante horas. Un grupo de jóvenes, apenas saliendo de la adolescencia, debatían con pasión sobre cuestiones filosóficas que muchos adultos esquivan.
En mi lugar de trabajo, suelo decirles a las personas respecto a lo radical que es la gente de la ciudad tanto para con su cerveza como con sus alfajores. Siempre pido que recuerden la película RAMBO, cuando al personaje no lo dejaban ingresar al pueblo, la policía lo subía al auto y lo llevaban hasta los limites del mismo para que se vaya… bueno, acá en Santa Fe, si les llegas a criticar la cerveza o los alfajores, al igual que en el mencionado film, la policía te “escolta” hasta los limites mismos s de la ciudad y te invita gentilmente a retirarte.
Como el morbo de algunas personas no tiene fin, supongo que algunos de ustedes entraron al link solo para descubrir más detalles sobre el por qué ando ventilando mi vida personal. Otros no entraron casualmente por esta misma razón, y seguro que hay más de uno que, sin siquiera dar click, ya se está dando el lujo de hablar de mí y de mi relación (y sí... algunas personas son así… ¿verdad, Doña Rosa?).
He estado reflexionando sobre un fenómeno que parece más común de lo que admitimos: esa sensación de atracción o cercanía emocional hacia un compañero o compañera de trabajo. Me pregunto si es realmente amor lo que sentimos o si simplemente nos encontramos atrapados en el entramado emocional de pasar tantas horas juntos, compartiendo objetivos, logros y también (porque no) momentos de estrés.
No recuerdo cómo comenzó, ni el momento exacto en que la cámara se convirtió en parte de mí. Solo sé que, desde que decidí caminar solo por el mundo, la fotografía se transformó en la única forma en que podía preservar lo que ya no estaba. Fotografiar las ausencias. Esa era mi misión y, de alguna manera, mi condena.