La vida está tejida con hilos de incertidumbre, y a menudo nos encontramos en encrucijadas donde el destino parece tener la última palabra. Cada decisión que tomamos, cada encuentro fortuito, nos recuerda que somos parte de un vasto tejido de posibilidades. A veces, los giros inesperados nos llevan a caminos que jamás imaginamos, revelando la belleza de lo desconocido. En última instancia, el ser humano es un viajero, guiado por un destino que, aunque a menudo incierto, siempre nos sorprende con nuevas oportunidades y aprendizajes. Es en la incertidumbre donde reside la magia de vivir...
Alex era un periodista freelance apasionado, un santafecino que había hecho de Villa María su hogar. Desde su pequeño departamento, donde el sonido de los partidos del TATE resonaba como un mantra, había aprendido a contar historias que lo conectaban con el mundo. La llegada a ciudad de México para cubrir un evento de tecnología le llenaba de emoción y un poco de nerviosismo. Era su primera vez en la ciudad, y mientras caminaba por el Zócalo, sentía que cada paso lo acercaba a una cultura vibrante que había admirado a través de libros y documentales.
La mezcla de modernidad y tradición lo fascinaba; los vendedores ambulantes, el aroma de los tacos al pastor y la música de los mariachis llenaban el aire con un espíritu contagioso. Sin embargo, el cielo empezaba a oscurecerse, y con la amenaza de una tormenta, una sensación de urgencia lo llevaba a que se buscara refugio. A pesar de la inminente tormenta y la urgencia de encontrarlo, Alex estaba tan fascinado por lo que estaba viviendo en México que no podía evitar pensar en las historias que podría contar sobre su experiencia. En ese momento, deseaba capturar la esencia de la vida en la ciudad que lo deslumbraba, incluso mientras se dirigía al único tricitaxi visible...
Lucie, una parisina de espíritu inquieto, ha llegado a México en busca de nuevas experiencias y de perfeccionar su español. La cultura latina había despertado en ella una pasión que llevó a dejar las calles empedradas de su París natal y sumergirse en un mundo nuevo. Con una amiga mexicana que la había invitado a la ciudad, Lucie estaba ansiosa por explorar, disfrutar de la calidez de la gente y descubrir los secretos de la gastronomía local. Cada rincón del Zócalo le parecía un escenario donde la historia y la modernidad se entrelazaban, una danza que la fascinaba.
Sin embargo, el cielo también amenazaba con descargar su furia. Al ver único el tricitaxi disponible, una chispa de emoción la impulsó correr hacia él. Mientras lo hacía, su mente se llenaba de pensamientos sobre las aventuras que la esperaban y los momentos que quería recordar. Para ella, México era un lugar donde los contrastes se entrelazaban, una oportunidad perfecta para ser testigo de la vida en su forma más auténtica.
Ambos llegaron al vehículo casi al mismo tiempo, y sus miradas se encontraron en un instante fugaz mientras se subían por lados opuestos. Alex, empapado de la adrenalina de la inminente tormenta, y Lucie, con la curiosidad chispeando en sus ojos, compartieron una breve conexión.
Al ver que aquel tricitaxi era el único vehículo disponible bajo la lluvia inminente, intercambiaron una mirada de complicidad. Ambos sabían que no había tiempo que perder, así que, sin pensarlo mucho, decidieron compartir el transporte. La idea de compartir les resultó tan natural, casi como si el destino los hubiera empujado a unirse en esa aventura inesperada.
Mientras se acomodaban en el asiento trasero, la cercanía forzada creó una
atmósfera de curiosidad. Alex, aún con la adrenalina corriendo por sus venas,
se presentó primero, y Lucie, sonriendo, respondió en un español un tanto
entrecortado pero lleno de entusiasmo. La lluvia comenzó a caer, y el sonido
del agua golpeando el techo del tricitaxi se convirtió en una banda sonora que
acompañaba el inicio de su conexión, prometiendo una experiencia compartida que
ninguno de los dos había anticipado.
Lo inesperado llegó cuando el conductor les informó que ambos se dirigían casi, casi, al mismo sitio. Ella, al departamento de su amiga mejicana y el, al apart en el que se hospedaba, a no más de dos cuadras de distancias el uno del otro. La lluvia comenzó a caer justo cuando el motor del tricitaxi se conectaba, y el mundo exterior se desvaneció en una cortina de gotas. En ese pequeño espacio, el destino de dos almas de diferentes rincones del mundo comenzaba a entrelazarse, mientras las historias de sus vidas se preparaban para cruzarse de maneras que ninguno de los dos podría haber imaginado.
Mientras el tricitaxi se deslizaba por las calles de la ciudad, Alex no pudo evitar sentir una conexión especial con Lucie. Su sonrisa era contagiosa, y la forma en que hablaba con entusiasmo sobre sus experiencias en México le despertó el deseo de conocerla mejor. Después de unos momentos de charla despreocupada, la idea de pedirle su número de teléfono o su Instagram comenzó a rondar su mente. Con un ligero nerviosismo, se armó de valor y, aprovechando un alto en el tráfico, se giró hacia ella.
-“¿Te gustaría que nos conociéramos mejor esta noche? Podríamos tomar un café o un trago,” - sugirió, sintiendo que las palabras fluían más fácil de lo que había anticipado. Lucie iluminó su rostro con una sonrisa y, después de un breve momento de duda, aceptó con entusiasmo. Intercambiaron números y coordinaron un encuentro en un café cercano al apart hotel donde el se alojaba. La idea de compartir un momento en esa ciudad tan vibrante les llenó de emoción, y la lluvia afuera parecía hacer eco de sus nuevas expectativas
De esto, hace ya algún tiempo, en que sus vidas se entrecruzaron. Quizá, como dicen por ahí, en una hermosa creencia japonesa, que las personas que están destinadas a encontrarse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo se estira y se entrelaza a lo largo del tiempo y la distancia, uniendo a esas personas sin importar las circunstancias.... no podemos saberlo jamás. Lo cierto es que desde el momento se ha vuelto una pareja inseparable, llena de amor el uno por otro... y con un futuro por delante…
Los conocí a ambos ayer por la tarde en mi trabajo… y les prometí una breve historia, solo para ellos dos…
Ergo Kadar
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