...que el malo soy yo....
Me han preguntado si me volví insensible, egoísta o incluso cruel por el cambio que he experimentado en mi forma de relacionarme con los demás. La verdad es que la gente que me conoce bien sabe que no soy ni malvado ni indiferente. Lo que sucede es que llegué a un punto donde decidí empezar a tratar a los demás tal como siento que me tratan a mí. Me di cuenta de que el mundo no siempre responde con la misma generosidad o respeto con que yo trato a los demás, y eso me llevó a replantear mi actitud. No se trata de ser malo, sino de reconocer que mis acciones tienen que reflejar lo que realmente recibo.
A partir de ese momento, tomé la decisión de dar prioridad a las personas que realmente me dan la misma prioridad en sus vidas. No es una cuestión de indiferencia, sino de equilibrio. Si alguien me valora y me pone en primer lugar, entonces yo también lo haré. Pero si me siento desatendido o dejado de lado, simplemente dejo de dar esa energía a esas personas. Aprendí que no puedo seguir dando más de lo que recibo, ni ponerme en situaciones donde mi esfuerzo y mi tiempo no son apreciados.
Este cambio no significa que me haya vuelto una persona fría o desconectada. Lo que realmente me pasó fue que, por mucho tiempo, traté a los demás como me gustaría que me trataran, y eso no siempre resultó en algo positivo. En lugar de recibir el mismo respeto y consideración que ofrecía, solo conseguí que me manipularan o me tomaran por tonto. Ya no estoy dispuesto a seguir jugando ese juego. Me cansé de ser el que siempre da, el que siempre cede, y no recibir lo mismo a cambio. Es un ciclo que ya no quiero repetir.
No soy de los que ocultan cosas ni engañan a los demás. Prefiero ser directo y honesto, incluso si eso a veces significa crear fricción. Si algo me molesta, lo digo, y si algo me gusta, también lo comparto. La transparencia es algo que siempre he valorado en mis relaciones. Sin embargo, me di cuenta de que no sirve de nada seguir tratando a los demás como me gustaría que me trataran si, al final, no se obtienen resultados positivos. Me cansé de dar más de lo que recibía, solo para terminar decepcionado una y otra vez.
Así que, ahora, prefiero dar lo que recibo, y cuando alguien realmente se gana mi confianza y respeto, entonces recibirán lo mismo de vuelta. Esta no es una cuestión de maldad, sino de autodefensa. De aprender a poner límites y no dejarme pisotear. No se trata de volverse insensible, sino de ser realista, de reconocer que no siempre podemos dar más de lo que tenemos. A veces, simplemente hay que tratar a los demás tal como nos tratan a nosotros, para encontrar un equilibrio sano y justo en nuestras relaciones.