martes, 1 de julio de 2025

La fuerza de las palabras...

 

Son UNICAMENTE tres las personas a las cuales le permito la imprudencia de decirme aquellas cosas que no quiero escuchar, a las cuales les permito poner en tela de juicio mis propios pensamientos, mis propias ideas, y hasta quizá dar por tierra con algunas versiones de mí, que tengo en demasía arraigadas.

Cada uno de ellos saben quienes son, lo que significan para mi, y el porqué están autorizados a meterse de esa manera en mi propia vida...

Lo cierto es que estuve de mateada con una de ellas, y en el transcurso de la charla, entre palabra y palabra se podría decir que me metió una patada justo en los tobillos, y me dejo tambaleando (por darle un enfoque un tanto literario y para que puedan comprenderme), al punto tal de continuar hoy (a dos días de aquello) pensando en ello. (en otro ámbito me animaría a expresar que ingresó con su falange en… mas claro NO PUEDO SER).

Jamás me había puesto a pensar con detenimiento en la fuerza que tienen algunas palabras, que dichas como al azar, cobran una importancia tal, al momento de tocar temas muy determinados…

El “porqué”, y el “para que” dicho en un contexto que me hizo reflexionar bastante al respecto.

Esta persona (cuya lectura de algunos temas de vida es fantástica, entiendo según sus propios estudios) me ha puesto a pensar en la distinción que señalé entre "¿Por qué estás enojado?" y "¿Para qué seguís enojado?" algo quizá tan crucial a la hora de poder entender por lo que estamos pasando. Y, de hecho, es quizá un pilar fundamental para poder hacerlo. Esa "patada en los tobillos" que me dejó pensando es precisamente el efecto de una pregunta que me movió de un estado mental a otro.

¿Por qué estás enojado?": Esta pregunta, aunque parece directa, me invita a justificar mi enojo. Me empuja a buscar las causas en el pasado: "Estoy enojado porque me hicieron esto", "porque sucedió aquello", "porque me siento así, por tal razón". Si bien creo puede ser útil para identificar el origen de la emoción, a menudo nos mantiene anclados en el problema, rumiando el pasado y reforzando la emoción actual. Nos pone en un rol de víctima de las circunstancias, buscando culpables o razones externas. (¿es así DBF?)

¿Para qué seguís enojado?": ¡Ahí está la "patada" transformadora! Esta pregunta me saca del pasado y me proyecta hacia el futuro y el propósito. Me obliga a reflexionar sobre la intención positiva (o la falta de ella) de mantener ese enojo. "¿Qué gano con seguir enojado?", "¿Qué beneficio, consciente o inconsciente, obtengo al aferrarme a esta emoción?", "¿Cuál es el propósito de mi enojo ahora?". Esta pregunta me capacita, me devuelve el poder sobre mi estado emocional, ES DECIR, en lugar de sentirme a merced de mi enojo o de las circunstancias que lo causaron, me da la capacidad de decidir sobre él. Me invita a considerar las consecuencias de este enojo y a evaluar si me acerca o me aleja de mis objetivos o de mi propio bienestar. Me cambia de una postura reactiva a una proactiva. Según mi propia interpretación del asunto.

Después de estos dos días dándole vueltas, puedo decir que ya no es solo una idea en mi cabeza, sino algo que realmente entendí. Esa distinción entre el "por qué" y el "para qué" se me clavó hondo.

Ahora el desafío es llevarlo a la práctica. Sé que la teoría está clara, pero lo importante es ver cómo lo integro en mi día a día, usando estas preguntas para empujarme hacia adelante en lugar de quedarme en el pasado.

 

Pero como cuesta....