Sonó el despertador a las 0545 am, lo apagué y encendí el
velador. Algunos me critican por seguir utilizando una tecnología “obsoleta”,
pero es que el despertador tiene un encanto que difícilmente pueda tener un
aparato de esos de última generación o al menos pueda igualar.
Como primera instancia, me gusta despertar con ese sonido
metálico del pequeño martillo golpeando las campanillas a un ritmo frenético,
dándote la pauta de que cuando acabe aquello, no tendrás un plan B, o te
despertaste, o fuiste… Segundo, el despertador te implica una “responsabilidad”
intrínseca, un compromiso diario. Deberás darle cuerda noche tras noche, tanto
para seguir funcionando, como para que suene a la hora deseada.