domingo, 11 de mayo de 2025

BANDERAS ROJAS (Red Flags)

No termino de entender a esas damas que, apenas se ponen de novias o en pareja, desaparecen del mapa y dejan de hablarte.

¡Paraaaa, amiga! Ni que fuese tu ex...

Y ahí, inevitablemente, me surgen algunos interrogantes.

Entiendo -ponele- que por una cuestión de “respeto” hacia tu compañero decidas aflojar un poco con el contacto con ciertos congéneres (1).
Hasta ahí, bueno, cada pareja negocia sus propios términos.

Pero si la relación es sana (sana de verdad, no solo en Instagram), él no debería tener ningún motivo para desconfiar (1BIS).


Y eso nos lleva al punto (2):
¿Por qué tendría que desconfiar de vos y de la relación que mantenés conmigo?
¿Hay algo que le dijiste que yo no sé?
Mejor aún: ¿hay algo que sentís (o sentías) por mí, que nunca me dijiste?
(giro inesperado en la trama, nivel novela turca).

Y así caemos en el punto (3):
¿Qué tan inseguro puede ser él como para sentirse vulnerable por esto?
Porque, seamos honestos, los celos no son otra cosa que inseguridad emocional disfrazada de amor.
Inseguridad que muchas veces nace de una baja autoestima o del pánico al abandono. Y como no saben cómo manejar eso, lo proyectan en vos: la pareja, la “culpable” de todos sus miedos.
(⚠️ Red flag en llamas).

Y volvamos al punto (1), pero ahora con más lupa:
Cuando vos, sin darte cuenta o tal vez sí, empezás a ceder ese espacio propio, esa autonomía básica, le estás entregando el control.
Estás permitiendo (aunque lo maquilles de amor o cuidado) un acto de posesividad emocional.
Y ahí, querida, entramos en zona de dependencia emocional.
Esa donde una persona necesita tanto la aprobación o el afecto de su pareja que termina tolerando conductas posesivas o directamente controladoras, solo para no quedarse sola.

Y eso no es respeto.
Eso es renuncia.
Y, spoiler alert: eso no termina bien.

Sigamos entonces con el punto (1BIS) Y cuando digo "no debería tener ningún motivo para desconfiar", no me refiero a una especie de ingenuidad romántica donde todo es perfecto. Me refiero a confianza real, esa que se construye con hechos, con tiempo, con coherencia emocional.
Si para que una relación funcione hay que aislarse del resto del mundo, entonces no está funcionando: se está sosteniendo desde el miedo, no desde el amor.


Y eso, por más que lo disfracen de cuidado o exclusividad, es solo una forma elegante de control.


Y no, no estoy escribiendo esto con resentimiento ni desde un rincón oscuro de drama interno.
Lo escribo desde la claridad que da ver ciertas repeticiones en la vida, como si uno estuviera viendo siempre la misma obra con distintos actores.

Porque al final del día, los vínculos reales no deberían ponerse en pausa cada vez que aparece un “nuevo protagonista” en la escena.
Y si alguien necesita alejarse de quienes fueron parte de su camino solo para sostener un vínculo nuevo, tal vez ese vínculo no sea tan firme como cree.

Mientras tanto, yo sigo acá. Sin rencores, sin dramas.
Con el mismo número de siempre y la misma disposición a charlar cuando quieras, como si nada.
Porque cuando el afecto es genuino, no necesita protocolo ni permisos para existir.