Si la muerte se sentara junto a ti, y te dijera:
-Termina de comer, es hora de irnos…
¿Qué le responderías?
La miraría a los ojos, le correría una silla invitándola y le diría:
Sentate, destapate un vino. Acompañame en esta velada, degusta estos alimentos a mi lado. Contame de vos mientras te escucho con atención individua, mi enfoque total está en vos, en este corte de carne, y en este vino.
Le miraría sin miedo, pero con la serenidad que solo da el paso del tiempo, y le invitaría a quedarse, a acompañarme. No quiero que apresure ese momento.
-Si has de llevármelo todo, al menos comparte este último instante conmigo. Si vas a arrastrarme hacia lo desconocido, entonces, déjame disfrutar de este vino, de esta comida, de este último suspiro de vida.
Tómate el tiempo, que lo tienes, y mientras te sientas a mi lado, quiero que hablemos, quiero escuchar tus historias, quiero saber de ti, de tus viajes, de aquellos que han caído antes que yo. Te invito a que me cuentes cómo ves el mundo desde tu silla eterna, cómo es la mirada que tienes hacia aquellos que, como yo, están aquí solo por un breve instante en este inmenso ciclo que jamás entendemos por completo.
Y aunque sé que el destino, el tuyo y el mío, está sellado desde el mismo instante en que nací, me pregunto por qué has tardado tanto en llegar. ¿Acaso temías mi resistencia, mi deseo de seguir? Siempre has sido un concepto abstracto, algo temido y distante. Pero ahora, aquí contigo, la vida se ve distinta, los colores más vívidos, las sombras más amables. Quizás el tiempo, que has venido a reclamarme, me da el último regalo de todos: la aceptación de tu llegada.
Sin embargo, antes de partir, hay algo que debo pedirte, como quien pide la última voluntad antes de cerrar los ojos. Cuando llegue el turno de mis hijas, cuando ellas lleguen a sus últimos días, quiero que tengas la paciencia de esperar. Déjalas recorrer su vida por completo. Que vivan sus momentos de amor y desesperación, de crecimiento y caída, de todo aquello que hace que sus corazones laten con una fuerza única. No llegues antes de que sus manos se tornen arrugadas, no apresures la despedida.
Solo ven cuando sus miradas ya estén llenas de historias, cuando sus pasos sean lentos pero firmes, cuando ya hayan tocado el dolor y la alegría de la vida. Te pido que les concedas todo el tiempo posible, para que conozcan la plenitud de la existencia antes de llevarlas, como a mí, a lo inevitable.
Quizás me sigas, y yo lo sepa. Quizás no haya más palabras, solo la música del viento y el sonido de pasos que marcan el fin. Pero mientras tanto, quiero saborear el presente, este último brindis que tenemos juntos, y que quede claro, querida amiga eterna, que no me voy con rencor. Solo con la paz de haber vivido y de haber tenido la fortuna de hacerme preguntas, de haber amado, de haber conocido tanto, y de saber que lo que venga después es tan solo otra parte del mismo viaje.
Ahora, cuando quieras, podemos levantarnos. Pero quiero que sepas que este último momento, esta última cena, nunca se olvidará. Yo también soy parte de ti, como lo somos todos los que hemos vivido en este frágil y hermosísimo planeta. Cuando mis cenizas se disipen, cuando ya no quede nada de mí, me habrás tenido aquí, sentado a tu lado, compartiendo una última copa. "Y cuando llegue el momento de mis hijas, me aseguraré de que tú, la que siempre ha acechado en silencio, seas la última en acercarte, el último suspiro que sus ojos encuentren antes de partir. No te apresures. Déjalas vivir hasta el último de sus días, pero que sea solo cuando hayan recorrido todo su camino, cuando su alma esté lista para encontrarse contigo".
Solo te pido que respetes lo que ha sido, que no te lleves lo que aún no se ha vivido, que no les arrebates lo que les queda por conocer.
Entonces, te miro una vez más, y me inclino ante ti. Estoy listo. No hay miedo. Hay paz.
Te sigo, ya es hora de irnos...
(gracias Sebas R. por la imagen)