Ya no hay más que hacer ni más que intentar. Nuestro camino juntos llegó a su fin, y me doy cuenta de que quedarme sería solo prolongar el desgaste.
He hablado, he pedido, he explicado lo que me duele y lo que necesito… y aun así, nada cambió. Me cansé de esperar gestos que nunca llegaron y de justificar ausencias que ya no tienen sentido.
Aun así, te agradezco. Porque sin saberlo, me enseñaste a reconocer mi valor, a cuidar de mí, a no conformarme con migajas emocionales. Gracias a ti entendí que el amor, no se suplica.
Durante mucho tiempo te idealicé; te vestí con virtudes que yo mismo inventé, te puse en un lugar al que te subí con mis propias manos. Pero hoy lo veo con claridad, y quizá un dejo de frialdad: lo que amaba no eras tú, sino la versión que mi corazón creó de ti.
Por eso, hoy
cierro este capítulo con paz.
Me elijo a mí.
Elijo sanar, elijo crecer, elijo volver a creer en mí y en el amor que puedo
darme.
Te deseo lo
mejor. Que encuentres la felicidad en los lugares y personas que te hagan
sentir viva. Hoy te dejo en libertad, para
que vayas y hagas todas aquellas cosas por las cuales no estas dispuesta a
cambiar, que te rodees de aquella gente que pueden brindarte aquella pasión que
conmigo no tenías.
Yo haré lo mismo: construiré mi bienestar, mi calma y mi camino, sin rencor,
sin culpa, sin mirar atrás.
Gracias por
lo vivido, por lo aprendido, por los momentos buenos y también por los
difíciles.
Gracias, porque al final, de esta historia salgo más fuerte, más consciente y
más mío que nunca.
Hoy elijo soltar...