La lluvia, con su ritmo constante y reconfortante, actúa como un bálsamo para el alma, permitiéndome sumergirme en un estado de contemplación serena. Es como si cada gota que cae del cielo trajera consigo una nueva idea, una nueva perspectiva, una nueva historia por contar. En esta atmósfera húmeda y lloviznosa (¿existe el termino o lo acabo de inventar?), mi creatividad florece, nutrida por la melancolía del ambiente y la introspección que trae consigo.