Es cierto que la música te trae
recuerdos...te transporta a aquella época en donde la escuchaste por primera
vez... o te recuerda aquel primer dulce amor ¿no?
Por lo menos a mí es lo que habitualmente me sucede con la misma... la música
es la única compañera que puedo invitar sin temor a un no, a caminar por
ahí, a volar, o a compartir un café, en cualquier lugar donde me encuentre.
La música tiene esa extraña habilidad de lograr que los ojos comiencen a hacer
"cosquillitas", y uno se vea obligado a enjuagarlos desde adentro
para afuera, recordando aquél pasado que a lo mejor no fue mejor... pero que se
extraña a veces...
Lo mejor de todo es que ni siquiera debes entender que dice la letra... solo
escuchas la suave melodía y te permites dejarte llevar a ese lugar mágico de la
mente, en donde guarda y atesora aquellos o ese instante divino...
Ayer sin ir más lejos, mientras hacía no sé qué en casa, había dejado el tv en
uno de esos canales donde pasan música de "esa"... de la de antes...
y escuché una melodía muy conocida en esos años. Una de esas melodías que te
hacen decir:
- Cucháaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa -jajaja díganme si no les pasó alguna vez-
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Salíamos del viejo y querido Nacional tipo 1730, tiempo invierno... con ese sol
que se estaba poniendo y perdiendo su diáfana monotonía... sus rayos casi
anaranjados ya, se colaban por esa hilera de fresnos sin hojas, entre las
casitas del FONAVI (nunca supe si el barrio tenía otro nombre), algunos autos
que pasaban levantaban ese poco de polvo que el camión regador había humedecido
un tiempo atrás... las gomas al contacto con el mejorado proferían ese ruido
tan característico...
Los pájaros estaban abocados a buscar refugio en donde pasar la noche y
nosotros, un grupo de no más de diez, doce adolescentes, nos volcábamos de lleno
al kiosquito frente "al rural" (el SAMCO local o como lo
hallan nombrado ahora) por tres motivos:
1- Nos quedaba cerca y tenía ese extraño encanto de combinar en la dueña una
persona mayor pero a su vez joven, y que nos permitía expresarnos tal cual
éramos, y que sabía poner los límites cuando eran éstos necesarios...
2- Había un metegol... fuente de eternas discusiones adolecentes, si fue, no fue...
si remolino vale o no vale... cosas en las cuales más de cuatro personas no
podían ponerse de acuerdo jamás (mucho menos en un país tan apasionado por todo
lo que tenga que ver con el deporte del balompié (je)) . Solo una cosa estaba
dada por cierta.... EL QUE GANABA SEGUÍA... y así (si estabas
"afilado" o eras demasiado bueno haciendo trampa (si Gustavo... lo
confieso ahora después de tantos años... ¿te acordas cuando casi se toman a los
golpes Cristian y Tito?... ustedes tenían razón iban 4 a 2 (jeje...sorry) )
decía que en una buena tarde podías pasarte toda la tarde sin salir de la mesa,
o perder en el primer partido y esperar doscientos treinta y cuatro turnos para
volver a jugar de nuevo...y siempre con la opción de volver a perder.
3- La dueña nos fiaba (en realidad creo que era porque nos fiaba nomás)...
Luego de algunos extensivos minutos (que podían llegar a ser "horas"
dependiendo la racha) perdiendo el tiempo (según mi padre), afianzando los
lazos eternos de la amistad verdadera (según quien escribe) nos dirigíamos cada
uno a su hogar, a culminar la jornada y cumplir con aquellas obligaciones
familiares...
En mi caso llegaba y agarraba ese mate en el que habían tomado unas 15/20 pavas
ya, y así nomás, sin ensillarlo ni nada me manducaba unos amargos con algunos biscochos
para acto seguido irme raudamente a mi habitación a... bueno.. nada... solo
estar...
Mi habitación tenía esa hermosa posibilidad de ser mi reino privado, mi morada,
mi claustro y mi libertad, mi posibilidad de expresión y de ser yo mismo...
Cuantas veces me encontré, de pie frente al "grabador" siguiendo el
solo de una guitarra imaginaria, al sonido de una canción de moda, o cantando a
rabiar una canción de Copani... mientras portaba senda camiseta de Metallica...
jajaja incongruencias que le llaman.
O simplemente me acostaba, apagaba las luces ponía la música y me dejaba
llevar...
No podrán imaginar cuántas veces he llorado por el amor no correspondido, o por
el recuerdo de una madre que falleció muy joven, o solamente por sentirme
incomprendido por mis mayores y sentirme frustrado por no ser el pibe bueno que
se pensaba y pretendía (aún hoy día quedan algunas heridas abiertas que no
terminan de cicatrizar).
En fin... la idea de sentarme a escribir esta mañana no era esta precisamente,
pero ya lo he dicho...
"...La música tiene esa extraña habilidad en mi de lograr que mis ojos
comiencen a hacer "cosquillitas", y me vea obligado a enjuagarlos
desde adentro para afuera, recordando aquél pasado que a lo mejor no fue
mejor... pero que se extraña a veces..."
Hoy es uno de esos días...
¿El tema que me trajo todo esto a la memoria?