sábado, 20 de enero de 2024

La Mudazion...

 

Lestaba cebando mates al tata, bajo la sombra ‘e la parra, cuando en de repente se me vino a la cabeza comentarle que en la vastedad del campo encuentro mi pequeñez ante la grandeza del universo. Que observo las interminables extensiones de la naturaleza y me doy cuenta de que tan solo somos solo diminutas partículas en esta vasta sinfonía cósmica, en este silencioso escenario, y entonces comprendo que la verdadera grandeza radica en nuestra capacidad para maravillarnos y reflexionar sobre la inmensidad que nos rodea. Que somos observadores efímeros en un cosmos eterno, y que, en nuestra humildad, encontramos la verdadera sabiduría.

Pero como me da vergüenza contarle ese tipo de cosas que pienso, solo le pasé el mate recién cebao, y me dispuse a escucharlo.

-Naides salió a despedirme cuando me juí de la estancia, solo me ladró un perro overo… Cosas que pasan. ¿El asunto?, una zoncera, una plata que faltaba, un bolsillo ‘e mi camisa, donde la misma se hallaba, y un mocoso que se olvida, de que quizá… soy su tata.

Estaba por empezar a decirle que era lo más parecido a una canción de Larralde, pero ver las lágrimas en sus ojos…

…producto del mate hirviendo y mal cebau, me hicieron quedarme callao.

-Lo recuerdo como si hubiera sido ayer - empezó diciendo el tata. - Se dispertó muy cruzado aquel mozo – me contaba- y en un intercambio ‘e palabras hizo que el mesmo... mechara de sus estancias. En fin, cosas que pasan.

Ansina que me juí despaciiiiiito, como pato comiendo bichito, pal lao ‘el bolicho “El Refalón”, pa’ empinarme algunas grapas y tratar de hacer pasar el mal trago.

Allá estaba el Marito Montiel (que supo ser delegado de la UMP (Unión Montielera de Peones) hasta que uno se avivo que no existía tal sindicato, y que todo lo cobraba para él mismo) y me dice:

- Pero juste’ tiene sus derechos, qué joder. Tantos años ‘e servicio no se los pueden tirar nomas a la basura.

-Ansi jué que empezamos a diagramar un “plan de lucha y resistencia” (eso es lo que me dijo él, yo solo quería tomarme una grapa).

Al otro día, estábamos en la tranquera mesma de la estancia, para hacer el primer corte de camino rural, que se conocerá en la historia destos pagos, con tuitos los elementos habidos y por haber: dos sillas.

Y nos sentamos…

Y esperamos...

Y esperamos... 

...y esperamos.

-Che… ¿y que se hace en estos cortes? - me preguntó al rato.

-...y que se yo... acá el que propuso el corte juiste vo’.

Dos horas… dos horas y media después, vimos para el lao del camino ‘e Los Paira, la polvareda del camión de la leche del Gordo Amengual… y jué el único vehículo que vimo en todo el día.

Ya oscureciendo y llegando la noturnidá de la noche noturna, decidimos dirnos cada uno pa' su casa, y volver al otro día más preparaos, porque habíamos pasao todo el día sin tomar siquiera un solo mate.

Al otro día, bien entrada la madrugada (tipo 11:30 hs), me pasa a buscar Marito y el Yapiroka Bordiga en la volanta, esta vez ya preparaos para hacer efectivo el corte.

Llevábamos un toldo para hacer un bendito, una mesa, tres sillas, la pava, el mate, dos damajuanas de vino tinto, una de vino blanco, cuatro cajones e’ porrones, dos botellas de ginebra, dos fernets, un sifón recargable, seis cajas de vino (de dudosa reputación), la taba, una gomera, tres botellas de grapa, un cuarto de masitas de agua y una lata de picadillo (por si pintaba el hambre), la vieja fonola y la discografía completa de Shirley Horn, que nos había empezado a gustar desde el mismo momento que nos dimos cuenta no habían otros discos disponibles en tuito el pago…

No recuerdo bien si cruzamos a alguno cuando dívamos para el corte y le contamos, o si alguno se anotició endispué, pero lo cierto que, a eso de las dos de la tarde, el corte e’ camino se había empezado a llenar de gentes, atraídos en parte por la justicia subyacente en nuestro reclamo que despertaba un interés significativo entre la audiencia, pero yo aun sostengo que pa' mí las bebidas alcohólicas eran la estrella del espectáculo, y la gente no pudo resistirse a caer en la órbita de la diversión etílica.

Había empezado a caer gentes de todos lados, y como el corte y reclamo se estaba transformando en un asunto serio, decidimos de común acuerdo, movernos hacia un camino vecinal pocas veces usado, como para no andar molestando a naides que quisiera transitar la zona. Ansina pues, que nos fuimos entre los campos del tuerto Almenara y el de don Ermenegildo Zapata, sobre el viejo camino que va a la costa, porque una cosa es cortar camino y la otra muy distinto andar jodiendo a la gente que quiera andar pasando…

Yo creería que el primero que empezó con el éxodo fue precisamente el Topo Aladino (el dueño de “El Refalón”, el bolicho del pueblo), que tenía un viejo camión, y cuando vido que ninguno de los menchos que estábamos siempre por allí estábamos yendo, cargó todos sus bártulos en aquella catrasca y se jué hasta donde estábamos nosotros, porque se estaba perdiendo ventas.

El panadero, mas afecto a las bebidas que al trabajo, fue el que lo llegó siguiendo y ya se hizo un par de hornos por ahí cerca y se fue aquerenciando. Nuestro "informativo local" (doña Magdalena Motera), para no quedarse fuera de ningún puterío, los fue siguiendo también, las malas lenguas dicen que el carnicero se fue tras doña Magdalena, pues parecen tener una relación secreta, desas que deja a todos con las cejas levantadas y las imaginaciones corriendo desenfrenadas. Su relación es tan discreta que hasta sus sombras hacen pactos de confidencialidad… igual, en el pueblo ya todos saben.

El viejo Margulle, el usurero local, se sumó a la persecución de la peonada, sabido es que cada vez que se empezaban a mamar en el bolicho se quedaban crocantes de secos, y él aparecía misteriosamente con su calculadora en mano, listo para hacer un préstamo en la esquina ‘e la cancha ‘e bochas, así que también se fue sumando a los recién llegados.

Ansina jué que lentamente y sin pausa todo el pueblo se empezó a venir desde donde estaba, hasta donde está hoy día, y para que no nos pase lo mesmo que la otra vuelta, que la única calle del pueblo la habían hecho de una sola mano, y la gente se iba, y no podía volver, le hicimos una calle que va, y otra que vuelve.

El Tata cuenta todo eso y yo siento que mi mente está a punto de explotar con tanto asombro. Me siento como si estuviera presenciando el nacimiento de un unicornio en pleno vuelo. Pero, no quiero interrumpirle (la vez que interrumpí un unicornio naciendo, se me enojo la unicornia, y fue todo un inconveniente).

 

- y así- continuaba el Tata- en el despliegue más grandioso de vallamos a mudarnos todos a la vez, los habitantes del pueblo se embarcaron en una odisea sin retorno... solo para descubrir que la mudanza una legua más allá era más bien un 'Queríamos una Vista Mejor' que otra cosa. 

Eso que el Tata me decía, me llevaba a pensar que, en su búsqueda inicial, las personas exploraban un camino definido por sus propias expectativas, solo para tropezar con un destino inesperado que reveló una verdad más profunda y significativa. Como si el universo, en su sabiduría insondable, les hubiera guiado hacia algo que superaba con creces sus propias limitaciones de comprensión y deseos preconcebidos. Pero no le puedo decir eso al Tata... porque me da vergüenza....

-Solo quedó en el antiguo pueblo- seguía contando el viejo-, detrás de la que ahora es “La Tapera Populina”, la vieja estafeta postal, ya que la gente de correos se negó rotundamente a mudarla junto con el pueblo por cuestiones logísticas (según dicen que dicen).

Con un suspiro profundo y lágrimas que parecían competir en una carrera de velocidad, aquel viejo paisano (mi Tata), rememoraba con un dejo de nostalgia aquellos pasados años….

-Todo aquello-me decía- lo rememoro con un dejo de nostalgia, un suspiro profundo y lágrimas que parecen competir en una carrera de velocidad, como ya bien habrás podido notar. Recuerdo tan claro y presente, que solamente puede ser opacado por la inolvidable vez que intenté impresionar a una dama del pueblo con una serenata y agarré mi guitarra y empecé a tocar una canción de amor, pero el perro del vecino pensó que estaba lanzando un desafío y se me unió aullando.

- ¿Y qué paso luego? - pregunté curioso.

-Al perro lo llevaron a Talento Argentino y llego a la semifi....

-Noooo... eso no, con lo otro -insistí.

- ¿con qué?

- ¿con el reclamo?

- ¿Qué reclamo?... ahhhhhhhhhhhh si… el reclamo. Nada, el patrón cuando vido el poder que tenía para mover la gente de un lugar a otro, jué y me llamo pa' que regrese a trabajar. Eso y por la palabra mágica que le dije.

- ¿Que palabra?

-AZUCENA...

- ¿Azucena?, ¿qué tipo de palabra mágica es esa?

-Ninguna... era el nombre de la cocinera de la estancia, mujer con la cual en las sombras del compromiso conyugal, bailaba clandestinamente, siendo ésta la musa de sus pecados secretos, una encantadora ladrona de susurros y complicidades. Era la bailarina de una danza prohibida, la cómplice de sus noches furtivas, donde los secretos se tejían en risas y susurros, mientras la esposa, ajena al juego, buscaba las estrellas en el firmamento, sin sospechar que en su propio cielo se deslizaba una constelación clandestina... y yo tenía todo el dato.

- No me diga…

- Pues, no me pregunte… -me dijo-, y acomode el mate que se le enfrió.

Mientras acercaba la oscurecida por el hollín, pava al fuego de las leñas, observaba al Tata y pensaba que se erige frente a mí un fenómeno fascinante y, a veces, desconcertante: el poder de algunas personas para movilizar masas. En un mundo interconectado, donde las ideas son monedas de cambio y las emociones fluyen como ríos invisibles, ciertos individuos se alzan como conductores de corrientes sociales. Este poder, no simplemente basado en la posición o la riqueza, sino arraigado en la capacidad de inspirar y movilizar, merece nuestra atención y reflexión.

Pero no le pienso decir nada de eso… porque como me da vergüenza contarle ese tipo de cosas...