domingo, 28 de enero de 2024

TRAZOS DE DUALIDAD...

 

Melodías desconocidas del corazón...

 

En el tranquilo rincón de este pedazo de tiempo, mi existencia se ve envuelta en una danza metafórica, donde cada pensamiento es una nota que resuena en el paisaje sonoro de mi mente. La dualidad, como un hilo invisible, teje la trama de mis reflexiones en el lienzo de la experiencia.

Laura, mi compañera constante, es la sinfonía familiar, la melodía conocida que ha marcado el compás de mi vida. Pero, en la penumbra de la contemplación, surge Clara, la figura enigmática que personifica la posibilidad y la intriga, como una composición musical aún no explorada.

En este escenario filosófico, me encuentro en un dilema existencial. ¿Es la búsqueda de la mejora en la relación con Laura un acto de responsabilidad y compromiso, o es una resistencia a la inevitabilidad del cambio? ¿O acaso Clara representa la encrucijada entre la seguridad conocida y el riesgo de la novedad?

Laura, mi compañera diaria, está a mi lado, pero la rutina a nublado la pasión que solíamos compartir. Me pregunto si debería esforzarme por revivir lo que una vez fue o si debería aventurarme en el terreno desconocido que me tienta con su encanto: Clara.

"No puedo evitar pensar en lo que solíamos tener con Laura. ¿Puedo devolverle la chispa a nuestra relación? ¿O es simplemente una nostalgia por lo que perdimos?" Estas preguntas resuenan en mi cabeza como las primeras notas de una melodía.

Las noches de baile se convierten en el teatro de mi reflexión, donde las zambas románticas son la metáfora de la danza cósmica de la vida. "¿Es la nostalgia un faro que nos guía hacia lo que fue, o es el eco de una verdad que aún no hemos descubierto?" me pregunto mientras las notas resuenan en la penumbra.

Clara, con su presencia enigmática, se convierte en un símbolo de lo desconocido. "¿Es el miedo a lo incierto lo que me ata a lo familiar, o es la curiosidad inherente al ser humano que busca constantemente expandir sus límites?".

Las noches de baile se convierten en un campo de batalla interno. Cuando sostengo a Laura entre mis brazos, mi mente divaga hacia Clara. "¿Es justo para Laura que mi mente esté en otro lugar? ¿O es justo para mí seguir en una relación que se siente como una melodía cualquiera, ya desgastada?"

Clara, con su sonrisa intrigante, invade mis pensamientos. "No sé si ella siente lo mismo. ¿Y si mis pasos hacia ella son rechazados? Pero la tentación es fuerte, y cada vez que la veo, la melodía de la posibilidad suena mucho más fuerte en mi mente."

 

 

Me debato en mi propio laberinto emocional, incapaz de encontrar una salida clara. La música de las zambas románticas teje un tapiz de incertidumbre mientras me pregunto si debo seguir bailando con lo conocido o aventurarme en el ardiente compás de lo que desconozco, pero anhelo. Mi lucha interna resuena como una sinfonía de dudas en el silencioso escenario de mi corazón.

 

En este dilema filosófico, mi lucha interna se manifiesta como una búsqueda de significado en la sinfonía de la vida. Las zambas románticas, con su ritmo apasionado, son la metáfora de la dualidad entre la estabilidad y el riesgo, entre lo conocido y lo desconocido. En cada compás, se plantea la pregunta fundamental: ¿es la vida un baile predestinado o una danza libre de elecciones?

 

 

Y así, entre las sombras de las notas de zamba y la bruma de sus pensamientos, Ernesto se adentra en el laberinto de su propia existencia. Sus reflexiones danzan en el aire como hojas llevadas por el viento, mientras él se sumerge en la dualidad de sus emociones, en esta encrucijada entre lo familiar y lo desconocido.

 ¿Seguirá bailando al ritmo seguro y conocido, o se aventurará en la sinfonía incierta de lo nuevo? La respuesta yace en el misterio de sus decisiones, en la danza eterna entre el corazón y la mente, entre lo que fue y lo que podría ser. Aunque el destino de Ernesto es incierto, su viaje resuena como una melodía única en el vasto concierto de la vida.