En el vasto teatro de la existencia, cada individuo es el autor inigualable de su propio libro de vida. La pluma se sostiene con determinación, trazando líneas en el papel del tiempo con cada elección, cada experiencia, cada lágrima y risa. Este es un relato único, tejido con los hilos de la libre voluntad y la inevitabilidad.
Cada día, el autor se enfrenta a un lienzo en blanco, listo para ser llenado con palabras que danzan entre luces y sombras. Algunos capítulos se escriben con fluidez, la tinta fluye en armonía con los deseos y sueños del protagonista. Sin embargo, como en toda gran obra literaria, se presentan desafíos, conflictos y giros inesperados.
Las páginas mal escritas, las hojas arrancadas y los errores tipográficos son inevitables en este proceso creativo. Cada tropiezo, cada palabra mal colocada, son parte integral de la narrativa. Son los momentos de oscuridad los que resaltan la luz; son las páginas manchadas las que realzan la belleza de las inmaculadas.
En el transcurso de este relato, el autor se da cuenta de su limitación frente a las fuerzas que escapan a su control. Hay temas inconclusos, tramas que toman rutas inesperadas y desenlaces que desafían las expectativas. A pesar de su habilidad para dar forma a la historia, hay una humildad inherente al aceptar que algunos elementos escapan a su pleno dominio.
En el leitmotiv de esta narrativa, se yergue la dualidad del destino y la libre voluntad. El autor escribe con determinación, pero también aprende a bailar con las corrientes del destino. Deja hojas en blanco como un acto de fe en el futuro, manteniendo la esperanza de que cada día ofrece nuevas oportunidades para redimir, renovar y reinventar la historia.
El libro de la existencia no es solo una obra individual, sino una interconexión de relatos entrelazados. En cada interacción, en cada encuentro, se escriben páginas compartidas. El autor comprende que, aunque dirige su propia trama, también es un personaje en los libros de otros.
En el epílogo de este relato pseudofilosófico, se revela que, aunque el libro de vida tenga un fin conocido, su verdadera esencia reside en el proceso creativo, en el arte de vivir cada palabra, cada frase, con autenticidad y pasión.
Soy el autor de mi propio libro de vida, lo escribo a diario, me salto hojas, a veces escribo mal, otras mejor, y siempre dejo una hoja en blanco, para continuar escribiendo...
Sabiendo de antemano que este tendrá un final... trato por todos los medios de no dejar ningún tema inconcluso... pero muchas veces eso no depende tan solo de mí.
La vida está llena de giros inesperados, desafíos y momentos de éxito. Es inevitable cometer errores y enfrentar situaciones que escapan a nuestro control. Sin embargo, entiendo que la determinación de no dejar temas inconclusos muestra una actitud positiva y perseverante hacia la vida. Aceptar que hay un final, pero al mismo tiempo disfrutar del proceso y asegurar de no dejar asuntos pendientes es una sabia elección.
Sigo escribiendo mi historia con pasión, aceptando los desafíos con valentía y apreciando cada capítulo, incluso aquellos que pueden parecer difíciles en el momento.
La belleza del relato radica en la autenticidad de las experiencias y en cómo decidir abrazar cada página, ya sea que esté llena de éxitos o fracasos, pero que siempre haya desafíos por cumplir.