Debían ser entre las nueve y las diez, a juzgar por la altura del sol otoñal que le daba de lleno en la cara. Inútilmente iba a ser que intentase levantarse de un solo movimiento, el sopor de sus sentidos no iba a permitírselo.
Emilio Garay comenzó a repasar los eventos que lo llevaron a encontrarse en este estado, tan lentamente como su propio cerebro doliente se lo fue permitiendo.
Estaba el otro día... (me interrumpo solo, cosa que además de demostrarme a mí mismo que soy un maleducao... (más que maleducao, mal aprendido, ya que mis mayores me educaron bien, fui yo el que no aprendió...), decía que más allá de demostrarme que soy un mal aprendido... me demuestra una vez más... que estoy rematadamente loco, ya que sería algo así como imposible interrumpirse a sí mismo… ¿o no?).
¿Qué haces?, ¿Cómo estás?, me presento…yo soy Ergo.
A punto de cumplir los 50´s.
Un tipo simple, que le gusta el jazz, el blues, los lentos de los 50’s, el folclore… que lo baila, que es artesano, que escribe, que le gusta la literatura.
NO PUEDO DEFINIR QUE ME PASA- dijo la bronca
NO LLAMES -dijo el orgullo
ESTAMOS BIEN ASI- dijo la soledad
QUIZA UN POCO TRISTE- esgrimió el recuerdo
YO NECESITARIA ESCUCHARLE- dijo la nostalgia
…
pero como todos le hicieron caso al orgullo…
la nostalgia SE QUEDO SIN ESCUCHARLE
el recuerdo SE ENTRISTECIO AUN MAS
la soledad SE ACOMODO LO MEJOR QUE PUDO
Y la bronca siguió...
AUNQUE sin entenderse ni ella misma….
Mirá, te cuento algo que pienso seguido, pero hoy más que nunca, mientras ponía a hervir unos cuajos.
En el pueblo, puede que no sobre la plata. No se tendrán los celulares de última generación, ni ropa de marca, ni vacaciones todos los años. Pero una cosa te digo: miseria, no. Acá la miseria no entra.