Crecí en un pueblo, entre campos extensos, bajo un cielo infinito que susurraba historias de antaño. Sin embargo, la vida me llevó a las calles estrechas y edificios imponentes de la ciudad. El trajín cotidiano, el estrés constante y la prisa incesante se convirtieron en mis compañeros más fieles. Pero un día, decidí regresar a mis raíces, a la zona de aquel pueblo cercano que me vio crecer.