domingo, 3 de marzo de 2024

¿Qué decir de mi ser...?

 

En los recovecos de mi mente, se esconden las sombras de mi infancia, tejidas con hilos de ausencia y carencia. Donde el amor de un padre, fue tratado de suplir con techo y comida... a la distancia entiendo no fue suficiente. Pero tampoco estoy en tiempos de criticarle, entiendo que fue su forma... e interpreto tambien estoy repitiendo aquellos patrones.

Me dicen que cuando hablo sin cesar, cuando siento esa urgencia de compartir mis experiencias con todos, quizás sea porque de pequeño no tuve quien escuchara mis palabras. Mis historias quedaron suspendidas en el vacío, sin encontrar oídos dispuestos a acogerlas con atención y comprensión.

La búsqueda constante de aprobación ajena también me persigue, como una sombra que se niega a desaparecer. Me dicen que este anhelo desesperado de validación también puede tener sus raíces en aquellos días de la infancia, cuando las palabras de aliento y el amor incondicional eran tan escasos como agua en el desierto. En mi afán por llenar ese vacío emocional, me aferro a los elogios, buscando en ellos una confirmación de mi valía.

Y cuando los elogios llegan, cuando intentan levantarme con palabras amables, me encuentro incómodo, como si esas palabras fueran espinas en lugar de pétalos. Porque en algún rincón oscuro de mi pasado, me hicieron sentir pequeño e insignificante. Las heridas de antaño resurgen, y la aceptación se vuelve una tarea titánica.

Pero tal vez lo más doloroso sea el anhelo desesperado por el contacto humano, por el abrazo que reconforta y sostiene. Cuando la infancia fue un desierto de abrazos negados, cada brazo extendido se convierte en un oasis en medio de la aridez emocional. La necesidad de ese contacto físico trasciende la piel y se sumerge en las profundidades de mi alma, ansiosa por la conexión humana más básica y fundamental.

Así, mientras camino por el laberinto de mi pasado, reconozco los patrones que han moldeado mi ser. Aunque enfrentar estas sombras sea una tarea difícil y el peso del pasado a veces parezca abrumador, también sé que es importante reconocer que estas experiencias han dejado una marca indeleble en mi alma.

No puedo asegurar que algún día estas cicatrices se desvanezcan por completo, ni prometer una cura definitiva para las heridas del pasado. Pero en la aceptación de mis heridas ancestrales, encuentro el primer paso hacia la comprensión de mí mismo y hacia una vida más plena y auténtica. Reconocer estas profundas raíces me permite navegar con más conciencia por las aguas turbulentas de mi existencia, con la esperanza de encontrar momentos de calma y aceptación en medio de la tormenta.