Nací el 15 de julio de 1974, y a lo largo de mis años, he vivido exactamente 67 martes 13 (hagan las cuentas como las hice yo, si no me lo creen). Si la superstición tuviera un calendario, probablemente habría marcado cada uno de esos días con una sonrisa de satisfacción macabra, como si mi existencia estuviera en constante riesgo de transformarse en un episodio de una serie de terror de bajo presupuesto.
Pero, veamos el tema con una mirada un poco más objetiva. ¿Qué es exactamente lo que se teme tanto en un martes 13? ¿Acaso los gatos negros se convierten en maléficos asesinos? ¿O los espejos rotos se lanzan a atacar como fragmentos de cristal vengativos? Es un misterio que ha fascinado a las mentes inquietas desde tiempos inmemoriales.
Personalmente, he encontrado que los martes 13 son bastante ordinarios. He pasado muchos de ellos en el trabajo, en casa o en el bar de la esquina, y, sinceramente, no puedo recordar uno solo que haya sido marcado por eventos dramáticos o desastrosos. El mundo sigue girando, los aviones no caen del cielo y las desgracias no parecen más proclives a suceder que en cualquier otro día del año.
Quizás el verdadero misterio no sea la naturaleza del martes 13, sino nuestra fascinación con él. Me pregunto si las personas que temen a este día no están, en realidad, más atemorizadas por el simple hecho de enfrentarse a lo desconocido. Después de todo, en una vida llena de incertidumbres y sorpresas, es casi reconfortante tener algo en lo que concentrar nuestras ansiedades.
Así que, en lugar de ver el martes 13 como un día de desgracia, propongo verlo como una oportunidad para reírnos de nuestras propias supersticiones. Tal vez en lugar de preocuparnos por el mal de ojo o la mala suerte, deberíamos reírnos de la ridícula seriedad con la que abordamos tales creencias.
El martes 13, para mí, ha sido simplemente otro día. Un día para escribir, para leer, para disfrutar de una taza de café, y para recordar que, al final del día, la suerte es tan caprichosa como uno decide que sea. La verdadera magia está en cómo elegimos vivir nuestros días, no en los números del calendario. Así que la próxima vez que el martes 13 se acerque, sonríe. Después de todo, ¿qué puede ser peor que una dosis extra de la buena suerte que, irónicamente, nunca se nos ocurrió pedir?