martes, 28 de mayo de 2024

Ganar y perder... en la misma jugada.

 

A veces, me encuentro en situaciones que deberían traer alegría y tranquilidad, al menos así lo dicta la lógica. Se supone que todo debería estar bien, ¿verdad? Pero en realidad, no es así.

Me veo envuelto en una maraña de emociones confusas, donde la tristeza y la frustración parecen ser las protagonistas. Por fuera, intento mostrar una fachada de calma y compostura, pero por dentro, el tumulto es abrumador.

Es como si estuviera luchando una batalla silenciosa, una batalla en la que las palabras y los gestos parecen ser armas de doble filo. Porque, ¿cómo puedo explicar lo que siento cuando ni siquiera yo mismo entiendo completamente mis emociones?

Hay momentos en los que me siento perdido, como si estuviera navegando en un mar de incertidumbre sin una brújula que me guíe. Y en medio de todo eso, hay una sensación persistente de que no importa cuánto me esfuerce, nunca será suficiente.

Es como si estuviera atrapado en un bucle infinito de autoexigencia y autocrítica, donde cada paso que doy parece ser en vano. A veces, me pregunto si alguna vez podré encontrar la paz que tanto anhelo, o si siempre estaré condenado a esta lucha interna.

Quizás algún día encuentre las respuestas que estoy buscando, o tal vez simplemente aprenda a vivir con la incertidumbre. Pero por ahora, me quedo aquí, tratando de encontrar la calma en medio de la tormenta, aunque parezca una tarea imposible.

Supe escribir hace un tiempo:

si deja demasiado tiempo un huevo en el agua hirviendo, este endurecerá y a tal punto, que luego no pretenda Ud. disfrutar del jugo de su interior... lo mismo pasa con algunos corazones. Si se encargó Ud. de endurecerlos con acciones, no pretenda luego ablandarlos con palabras…

Reconozco mi parte en todo esto, aunque sea difícil admitirlo. Sé que mis acciones, mis palabras, tal vez incluso mi ausencia, contribuyeron a endurecer algunos corazones. No pretendo negar mi responsabilidad en ello, porque sería como intentar tapar el sol con un dedo.

Pero también sé que del otro lado hubo gente que se tomó un esfuerzo considerable, una determinación casi palpable para distanciarnos, para crear esa brecha que ahora parece insalvable. Jugando un juego peligroso, empujando y tirando, sin dar cuenta de que estábamos dejando cicatrices difíciles de sanar.

Y ahora, aquí estamos, atrapados en este laberinto de emociones complejas, donde el arrepentimiento y la culpa bailan un tango sin fin. Me pregunto si alguna vez podremos encontrar el camino de regreso el uno al otro, o si hemos perdido para siempre lo que una vez tuvimos…