Pedrito observa desde el patio de su rancho la misma escena desoladora que ha visto durante toda su vida. El viento sur azota la lona que protege el techo de su humilde morada, mientras las sombras de los demás ranchos se alargan con la caída del sol. Un sentimiento de desesperación lo envuelve, como una telaraña que lo atrapa en un destino que entiende predestinado.
Desde que tiene memoria, ha visto a su familia luchar contra la pobreza y la marginalidad. Su padre, algún hermano mayor y tantos otros en el barrio han seguido el mismo camino: la delincuencia, la cárcel o la muerte. ¿Acaso él está condenado a seguir esos pasos? ¿Es su futuro tan inevitable como parece?
Mira a su alrededor en busca de respuestas, pero solo encuentra más preguntas. ¿Cómo puede escapar de esta vida de miseria y violencia? ¿Hay alguna salida para él, algún camino que lo lleve lejos de este destino oscuro que parece estar escrito en las estrellas?
Cierra los ojos e imagina un mundo diferente, uno donde la esperanza no sea solo una palabra vacía. Sueña con oportunidades reales, con educación, trabajo digno y un futuro donde pueda alcanzar sus sueños. Pero la realidad lo golpea como una bofetada: en este barrio olvidado por el gobierno, los hombres y el propio Dios, esos sueños parecen tan lejanos como la luna en aquel cielo nocturno.
No puede resignarse a aceptar un destino que no ha elegido. Se promete a sí mismo que encontrará una manera de salir adelante, de abrirse camino en un mundo que parece haberlo condenado al fracaso.
Se niega a aceptar que su destino esté sellado. Cree en su capacidad para cambiar su vida, para escribir su propio destino, aunque el mundo entero parezca estar en su contra.
Con esa determinación ardiendo en su pecho, Pedrito se aleja del umbral de su rancho y se adentra en la oscuridad de la noche. No sabe qué le depara el futuro, pero una cosa es segura: no se rendirá sin pelear.
Camina por las calles del barrio con rumbo al kiosco de doña Marcela, para cambiar esos pocos pesos ganados en un semáforo limpiando vidrios en la tarde de hoy, perdido en sus propios pensamientos. Reflexiona sobre lo que lo hace diferente de sus mayores, sobre por qué él puede escapar del destino que los ha atrapado a ellos.
Siente un fuego ardiente en su pecho, quizá interpreta de que una salida es a través del conocimiento y la educación. Decide en ese momento que hará lo imposible por continuar estudiando, soñando consciente de que ser el primero en su familia en alcanzar ese logro significaría romper con el ciclo de pobreza y limitaciones que los han marcado por generaciones.
Primero, recuerda las lecciones que ha aprendido de los errores de su familia. Ha visto de cerca las consecuencias de la delincuencia y la violencia: la cárcel, la adicción, la muerte prematura. Sabe que seguir ese camino solo lo llevará a más sufrimiento y desesperación. Se promete a sí mismo que no repetirá los mismos errores, que buscará un camino diferente, uno más luminoso y lleno de posibilidades.
Además, Pedrito tiene una sed insaciable de conocimiento y aprendizaje. Aunque su entorno no le brinde muchas oportunidades, él busca cada oportunidad para educarse y cultivarse. Lee todo lo que cae en sus manos, desde libros usados hasta artículos en diarios viejos que suele juntar cuando cartonea. Sueña con un futuro donde pueda seguir estudiando, donde pueda ampliar sus horizontes y alcanzar todo su potencial.
Pero quizás lo más importante es su espíritu indomable y su determinación inquebrantable. A pesar de todas las dificultades que enfrenta, se niega a darse por vencido. Sabe que el camino será difícil, pero está decidido a luchar hasta el final. Confía en su capacidad para superar cualquier obstáculo que se interponga en su camino y está dispuesto a hacer lo que sea necesario para construir un futuro mejor para sí mismo.
Con estas herramientas -aprendizaje de los errores del pasado, sed de conocimiento y determinación inquebrantable- Pedrito se siente seguro de que puede cambiar su destino. No sabe cómo ni cuándo sucederá, pero confía en que con el tiempo y el esfuerzo adecuados, podrá construir una vida mejor para sí mismo y para aquellos que ama.
Con paso firme y la mirada puesta en el horizonte, Pedrito avanza hacia el futuro, sabiendo que aunque el camino sea difícil, él está listo para enfrentar cualquier desafío que se le presente. Porque él sabe que su destino está en sus manos y que está determinado a escribir su propia historia, una historia de esperanza, determinación y éxito contra todas las probabilidades.
De repente, un estruendo rompe el silencio de la noche. Un auto gira bruscamente a la vuelta de la esquina en esas calles desiertas de tierra, levantando polvo y dejando una estela de caucho quemado en su pasada. El corazón de Pedrito se acelera cuando reconoce el vehículo y a sus ocupantes. Son los mismos hombres que amenazaron a su hermano por negarse a vender para ellos, los mismos que intentaron convencer a su hermana para “laburar” en las calles para su jefe.
El miedo se apodera de él cuando los ve detenerse frente a él. Sin tiempo para reaccionar, escucha el sonido ensordecedor de los disparos. Uno, dos, tres. El impacto lo sacude violentamente, y cae al suelo sintiendo un dolor punzante y caliente recorriendo su cuerpo. El terror lo envuelve mientras lucha por mantenerse consciente, preguntándose si sobrevivirá a este ataque sin sentido.
Casi una hora después, el sonido de las sirenas se acerca, pero para Pedrito, el mundo
se desvaneció en un torbellino de dolor y confusión. La oscuridad lo consumió
mientras lucho infructuosamente por aferrarse a la vida, preguntándose qué será
de su familia si no lograba sobrevivir a esa noche.
Pedrito pasó a ser uno más. Un mero número para engrosar las estadísticas. Un motivo de charla para presuntuosas copetudas, tomando una abundante y costosa merienda en el shopping más coqueto de la ciudad.
Lamentablemente paso a ser un:
-ANDÁ SABER EN QUE ANDABA…. (De varios de nosotros).