miércoles, 1 de mayo de 2024

Trabajador... no muchos lograran entenderme.

 

Hoy me sumergí en la escritura con la determinación de capturar este momento efímero, de asegurar que no se desvanezca en el tiempo, y de ofrecer una prueba contundente de la veracidad de mi teoría.

En nuestra sociedad, parece que abrazamos el éxito de manera ostentosa, nos pavoneamos y nos mostramos al mundo solo cuando estamos en la cima, cuando somos los triunfadores indiscutibles.

Hace apenas unas semanas, los estados de WhatsApp se llenaban con mensajes fervientes sobre la importancia de no olvidar la gesta de Malvinas. Sin embargo, hoy, a menos de un mes de aquel fervoroso recordatorio, ¿quién sigue manteniendo viva esa memoria?

Es un fenómeno que refleja nuestra tendencia a destacar ciertos temas solo cuando están en el centro de la atención pública, olvidándonos rápidamente una vez que la novedad ha pasado. Es un recordatorio de cómo nuestra memoria colectiva puede ser fugaz y selectiva, centrada en el presente inmediato y, a menudo, dejando de lado la reflexión más profunda sobre eventos y lecciones del pasado.

Anoche tuve el privilegio de explorar el museo gestionado por el centro de soldados excombatientes de nuestra ciudad. Me conmoví profundamente al recorrerlo y contemplar las fotografías que capturan momentos cruciales de aquella época. Experimenté una sensación de profunda tristeza al encontrarme con una "carpa" que sirvió como refugio para un grupo de compatriotas argentinos (en algunos casos, en los días finales de sus vidas). No es fácil encontrar las palabras precisas para describir ese sentimiento; fue una mezcla de dolor, respeto y gratitud hacia aquellos que sacrificaron tanto por nuestra patria. Fue un recordatorio poderoso de la realidad humana detrás de los acontecimientos históricos, y una llamada a nunca olvidar el sacrificio y el valor de quienes dieron todo por su país.

En mi visita al museo, me topé con una imagen que dejó una huella imborrable en mi mente: la del Capitán de Fragata I.M. Pedro Edgardo Giachino, el primer combatiente caído en acción durante el conflicto bélico en las Islas Malvinas. Ante esta fotografía emblemática, sentí una oleada de emociones encontradas. Me di cuenta de que, más allá de su rango militar, él también era, en esencia, un trabajador. Su compromiso y sacrificio reflejaban el cumplimiento de su deber, un deber que lo llevó a enfrentar circunstancias extremas y, en última instancia, a dar su vida por su país. Este pensamiento me llevó a considerar la naturaleza del trabajo y el sacrificio, recordándome que el sentido del deber y la dedicación no conocen fronteras, ya sea en el campo de batalla o en cualquier otro ámbito de la vida. La fotografía de Giachino se convirtió así en un recordatorio poderoso de la nobleza y el valor que pueden encontrarse en las labores más desafiantes y peligrosas, y en un tributo a todos aquellos que, como él, han entregado todo en aras de un bien mayor.

Al reflexionar sobre la vida y el sacrificio de Giachino, en el contexto del Día del Trabajador que conmemoramos hoy, encuentro un vínculo profundo entre su servicio militar y el trabajo en todas sus formas.

El, al igual que millones de personas en todo el mundo, dedicó su vida y su energía al cumplimiento de su deber, en su caso, protegiendo a su país en tiempos de conflicto.

Su ejemplo nos recuerda que el trabajo, ya sea en el campo de batalla o en el entorno laboral cotidiano, a menudo implica sacrificio y dedicación.

Este día no solo es un momento para descansar y celebrar los logros de los trabajadores, sino también para recordar a aquellos que han dado todo en el cumplimiento de su deber. Es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia del trabajo digno y valorar el esfuerzo y la contribución de cada individuo a la sociedad.

Al honrar la memoria de Giachino y de todos los que han sacrificado sus vidas en el cumplimiento de su deber, renovamos nuestro compromiso con la justicia, la solidaridad y el respeto por los derechos de todos los trabajadores. Que este día nos inspire a seguir luchando por un mundo donde el trabajo sea valorado, dignificado y recompensado justamente, y donde el sacrificio de aquellos que han dado tanto por el bienestar de otros nunca sea olvidado.

Al salir del museo, llevé conmigo no solo el recuerdo de Giachino y su valentía, sino también un renovado compromiso de mantener viva su memoria y de trabajar por un mundo donde el diálogo y la cooperación prevalezcan sobre el conflicto y la violencia. Que su sacrificio y el de tantos otros no sean en vano, y que podamos aprender de su ejemplo para construir un futuro más justo y pacífico para las generaciones venideras.

 


 

"La guerra culminó, y con ella se fueron los sueños de varios muchachitos de su edad que quedaron como fieles testigos de que la guerra es la negación de la razón y la justicia, el fracaso de la negociación, la política o la lógica. La sangre de algunos cuantos regaron ese sureño suelo..."
(extracto de: Corta y Eterna...)