"Muchas veces (no digo ni siempre, ni todos) no sabemos ‘valorar’ lo que tenemos, con lo que contamos, o lo que conseguimos. Y es que tenemos tan ‘incorporado’ como algo normal lo ganado, lo adquirido, que insensatamente imaginamos que esto nos corresponde por derecho. ¿No?
Este fenómeno, tan común en muchas áreas de nuestra vida, se
traslada de forma natural a las relaciones humanas, especialmente en las de
pareja. A menudo damos por hecho el amor, la compañía, el apoyo incondicional
de la otra persona, y creemos que es algo que debería estar presente sin
tener que poner esfuerzo en cuidarlo, valorarlo o, simplemente, apreciarlo. Sin
darnos cuenta, las pequeñas acciones que nos muestran cuánto nos importan se
vuelven invisibles, como si ya formaran parte de un contrato tácito de ‘lo
que se espera’. Pero, ¿realmente es así? ¿Es el amor y la relación algo que
simplemente ‘deberíamos’ tener sin trabajar por ello? (calculo mi querido y anónimo lector, que ambos sabemos la respuesta)
Muchas veces, los hombres pueden cometer el error de pensar que gestos simples o superficiales son suficientes para mostrar afecto, cuando en realidad las relaciones de pareja requieren un esfuerzo mucho más profundo y consciente. Los hombres (en general, hablo) consideramos que darle una nalgada a la pasada a nuestra pareja es una muestra suficiente de afecto para que entienda que aun nos pone (diría un amigo español), que aun la amamos. Sin embargo, este tipo de gestos, que pueden parecer divertidos o espontáneos, a menudo no son percibidos por ellas como una verdadera demostración de cariño, sino más bien como algo trivial o incluso desconectado de las emociones profundas que realmente necesitan ser expresadas.
Este es uno de los errores más comunes en muchas relaciones. Pensamos que, con pequeños gestos físicos, como un toque casual o una caricia en un momento inapropiado, estamos mostrando lo que sentimos. Pero la realidad es que las mujeres, como seres humanos complejos, necesitan sentir que su pareja está comprometida emocionalmente, que las entiende, que se interesa por sus pensamientos, sus preocupaciones y sus sueños.
Lo que a menudo olvidamos es que el amor no solo se muestra con gestos físicos, sino también con palabras, con tiempo de calidad, con atención a los detalles y, sobre todo, con la capacidad de escuchar de verdad. A las mujeres no solo les importa el "qué" (el gesto en sí mismo), sino el "cómo" y el "por qué" de esos gestos. Un simple toque sin contexto puede no ser suficiente para expresar lo que realmente sentimos, y más aún, si ese gesto se percibe como algo automático, como un "cumplimiento" de una expectativa más que una muestra genuina de afecto.
En lugar de pensar que un gesto físico es suficiente, deberíamos reflexionar sobre lo que significa verdaderamente 'cuidar' a nuestra pareja: invitarla a salir, mostrarle interés por su día, compartir preocupaciones, preguntarle cómo se siente, recordar fechas importantes, y sobre todo, ser pacientes y atentos en los momentos difíciles. El amor se nutre de estos detalles y de la conexión emocional, no solo de lo que se puede tocar o sentir en el momento.
¿Pero porque nos sucede esto? Porque a la inversa (según mi propia interpretación del asunto, que no digo sea la correcta), Esto se debe, en parte, a que los hombres tienden a comunicar su afecto de manera más física o directa, buscando mantener una sensación de cercanía y diversión en la relación. Este tipo de gestos suelen tener un trasfondo lúdico que refleja comodidad y confianza, y en la mente masculina pueden simbolizar un "te quiero" encapsulado en un momento espontáneo.
Por otro lado, los hombres también tendemos a interpretar gestos similares como pruebas de amor. Una caricia inesperada, una mirada cómplice o incluso una broma juguetona pueden tener un peso emocional significativo para nosotros. Esto ocurre porque muchas veces asociamos estas acciones con el reconocimiento de nuestras parejas hacia nosotros, reforzando el vínculo emocional. Sin embargo, el contraste surge cuando estas mismas acciones no siempre resuenan del mismo modo en el universo emocional de las mujeres, quienes en general suelen valorar demostraciones más elaboradas o explícitas de atención y cuidado, como palabras de afirmación, detalles reflexivos o tiempo de calidad compartido. Este desfase en las expectativas y percepciones puede ser una invitación a profundizar en la comunicación emocional dentro de la pareja.
El hombre (en el sentido de la humanidad y no del género masculino) considero (Y ME HAGO CARGO DE MI PROPIO PENSAMIENTO Y MI FORMA DE EXPRESARLO) es un cazador nato. Entonces algunos ante cualquier atisbo de incomprensión o desatención de parte de sus parejas comienzan a “buscar” en un círculo cada vez más amplio cualquier vestigio que le pueda hacer sentir conexión o mera validación a su propia persona.
Entonces comienza una etapa de FILTREO (término acuñado, pero que confieso tuve que acudir a San Google para terminar de cerrar mi idea: El "filtreo" es un término que se utiliza coloquialmente para referirse al coqueteo o al acto de mostrar interés romántico o sexual de manera ligera, generalmente de forma juguetona o sutil. Implica una interacción en la que una persona busca captar la atención de otra mediante gestos, palabras, o comportamientos que denoten atracción, pero sin necesariamente hacerlo de manera explícita o comprometedora.)
En resumen, según interpreto, el filtreo es un coqueteo ligero y, dependiendo del contexto y de las personas involucradas, puede ser percibido como un gesto amistoso, divertido o, en algunos casos, inapropiado.
Esta situación, se puede tornar favorable para mejorar nuestra propia relación de pareja, ya que necesariamente este movimiento lleva a un engrandecimiento de nuestro propio ego, que, en caso de ser bien encausado nos ayuda en nuestra propia relación de pareja.
Cuando se da en un marco de respeto mutuo y sin cruzar límites que puedan herir la confianza, el filtreo casual puede recordarnos que seguimos siendo atractivos o interesantes para otros, algo que puede traducirse en una mayor autoestima. Este aumento de confianza personal puede repercutir positivamente en la dinámica de la pareja, ya que nos acerca a nuestra relación desde un lugar más seguro y pleno.
Sin embargo, es fundamental que este tipo de interacción sea gestionado con cuidado y conciencia. Si el filtreo casual se convierte en una herramienta para llenar vacíos emocionales o suplir carencias dentro de la pareja, podría generar conflictos o, incluso, una desconexión. Por eso, la clave está en que este tipo de gestos no se conviertan en una forma de escapar, sino en una oportunidad para valorarnos y fortalecer la conexión que tenemos con nuestra pareja.
Sin embargo, se torna peligroso cuando sentimos que del otro lado no es bien devuelta nuestra propia energía, que nuestras acciones no son correspondidas o, peor aún, cuando percibimos que nada de lo que hagamos parece ser suficiente.
Cuando nuestras necesidades de reconocimiento y validación no encuentran eco en nuestra pareja, el filtreo puede convertirse en un intento de compensar esa carencia. Este es un terreno resbaladizo, ya que abre la puerta a buscar fuera lo que sentimos que falta dentro de la relación, algo que puede poner en riesgo la confianza y la conexión emocional con nuestra pareja.
Y es allí donde comienza, en la mayoría de los casos, una segunda etapa: la del coqueteo pleno, directo, sin disfraz ni ambigüedades. Este coqueteo, cuando no es detenido a tiempo, puede evolucionar inevitablemente hacia lo que he decidido llamar 'el INTENTEO' (un término que inventé recientemente, asumiendo que no existía). Este concepto refiere al acto consciente de tratar de que ese coqueteo trascienda los límites establecidos dentro de la relación, transformándose en algo más concreto o físico.
El 'INTENTEO' no surge de la nada; es el resultado de un cúmulo de pequeñas decisiones que, sumadas, alimentan un deseo de validación externa que ya no se satisface en la pareja. Este proceso puede parecer inofensivo al principio, pero su naturaleza subyacente lo convierte en un punto crítico. No solo desafía los acuerdos explícitos o implícitos en la relación, sino que también revela un quiebre interno en la persona que lo realiza: una búsqueda de algo que cree perdido o ausente.
Asumo que mis lectores, siendo adultos, comprenderán a lo que me refiero cuando hablo de 'trascender los límites'. Esta etapa es peligrosa porque cruza la línea entre lo lúdico y lo comprometedor, llevando consigo un riesgo real de daño emocional, no solo para la pareja, sino también para quien se involucra en este ciclo. La pregunta clave aquí no es solo cómo evitar el 'INTENTEO', sino qué nos lleva a esa necesidad, qué está fallando en nuestra conexión interna o en nuestra relación, y cómo podemos redirigir esa energía antes de que sea demasiado tarde.
Como he dicho al comienzo de esta: Muchas veces (no digo ni siempre, ni todos), damos por hecho lo que hemos logrado, lo que tenemos o lo que nuestra pareja aporta a la relación. Al hacerlo, caemos en la insensatez de asumir que aquello que hemos conseguido nos corresponde por derecho, como si fuera inmutable o eterno.
Esta actitud puede ser peligrosa, porque la familiaridad puede nublar nuestra capacidad de apreciar el valor real de nuestra relación y de nuestra pareja. Cuando asumimos que todo está 'bajo control', perdemos la urgencia de nutrir el vínculo, de cuidar esos detalles que fortalecen la conexión emocional. En este contexto, el filtreo o el 'INTENTEO' pueden parecer inofensivos escapes, pero en realidad son síntomas de una desconexión que podría haberse evitado si hubiéramos valorado, de forma consciente, lo que ya teníamos.
No deberíamos dar por sentado que lo que existe hoy estará mañana. Las relaciones requieren atención constante, ajustes y, sobre todo, una valoración genuina de lo que hemos construido juntos. Es fundamental recordar que el amor, aunque sólido, no es inquebrantable; depende de nuestra disposición diaria para cuidarlo y honrarlo. De lo contrario, corremos el riesgo de que esas pequeñas grietas se conviertan en abismos difíciles de cerrar...